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    D O C U M E N T A C I N . R E A D E D O C T R I N A S O C I A L D E L A I G L E S I A

    EUROPA EN LA CRISIS DE LAS CULTURAS

    Fuente: J. RatzingerTtulo: Europa en la crisis de las culturasTrad.: ZenitTipo: Conferencia

    Edit.: Lugar: Mon. Sta. Escolstica, Subiaco (IT)Fecha: 1.IV.2005Secc.:

    Vivimos en un momento de grandes peligros y

    de grandes oportunidades para el hombre ypara el mundo; un momento que es tambin degran responsabilidad para todos nosotros. Du-rante el siglo pasado las posibilidades del hom-bre y su dominio sobre la materia aumentaronde manera verdaderamente impensable. Sinembargo, su poder de disponer del mundo hapermitido que su capacidad de destruccinalcanzase dimensiones que, a veces, nos horro-rizan. Por ello resulta espontneo pensar en laamenaza del terrorismo, esta nueva guerra sinconfines y sin fronteras. El temor que stepueda apoderarse pronto de armas nucleares obiolgicas no es infundado y ha permitido que,dentro de los estados de derecho, se haya de-bido acudir a sistemas de seguridad semejantesa los que antes existan solamente en las dicta-duras; pero permanece de todos modos lasensacin de que todas estas precauciones enrealidad no pueden bastar, pues no es posibleni deseable un control global. Menos visibles,pero no por ello menos inquietantes, son lasposibilidades que el hombre ha adquirido demanipularse a s mismo. l ha medido las pro-fundidades del ser, ha descifrado los compo-nentes del ser humano, y ahora es capaz, poras decir, de construir por s mismo al hombre,quien ya no viene al mundo como don delCreador, sino como un producto de nuestroactuar, producto que, por tanto, puede inclusoser seleccionado segn las exigencias fijadas

    por nosotros mismos. As, ya no brilla sobre elhombre el esplendor del ser imagen de Dios,que es lo que le confiere su dignidad e inviola-bilidad sino solamente el poder de las capacida-des humanas. No es ms que imagen del hom-bre, de qu hombre?

    A todo esto se aaden los grandes problemasplanetarios: la desigualdad en la reparticin delos bienes de la tierra, la pobreza creciente,ms an el empobrecimiento, el agotamientode la tierra y de sus recursos, el hambre, lasenfermedades que amenazan a todo el mundo,el choque de culturas. Todo esto muestra que alaumento de nuestras posibilidades no ha co-rrespondido un desarrollo equivalente de nues-tra energa moral. La fuerza moral no ha creci-

    do junto al desarrollo de la ciencia; ms bien ha

    disminuido, porque la mentalidad tcnica encie-rra a la moral en el mbito subjetivo, y por elcontrario necesitamos justamente una moralpblica, una moral que sepa responder a lasamenazas de se ciernen sobre la existencia detodos nosotros.

    El verdadero y ms grande peligro de estemomento est justamente en este desequilibrioentre las posibilidades tcnicas y la energamoral. La seguridad que necesitamos comopresupuesto de nuestra libertad y dignidad nopuede venir de sistemas tcnicos de control,sino que slo puede surgir de la fuerza moraldel hombre: all donde sta falte o no sea sufi-ciente, el poder que el hombre tiene se trans-

    formar cada vez ms en un poder de destruc-cin.

    Es cierto que hoy existe un nuevo moralismocuyas palabras claves son justicia, paz, conser-vacin de la creacin, palabras que reclamanvalores esenciales y necesarios para nosotros.Sin embargo, este moralismo resulta vago y sedesliza as, casi inevitablemente, en la esferapoltico-partidista. Es sobre todo una pretensindirigida a los dems, y no un deber personal denuestra vida cotidiana.

    De hecho, qu significa justicia? Quin ladefine? Qu puede producir la paz? En losltimos decenios hemos visto ampliamente en

    nuestras calles y en nuestras plazas cmo elpacifismo puede desviarse hacia un anarquismodestructivo y hacia el terrorismo. El moralismopoltico de los aos setenta, cuyas races noestn muertas ni mucho menos, fue un mora-lismo con una direccin errada, pues estabaprivado de racionalidad serena y, en ltimotrmino, pona la utopa poltica ms all de ladignidad del individuo, mostrando que podallegar a despreciar al hombreen nombre degrandes objetivos.

    El moralismo poltico, como lo hemos vivido ycomo todava lo estamos viviendo, no slo noabre el camino a una regeneracin, sino que labloquea. Y esto mismo se puede decir de un

    cristianismo y de una teologa que reducen el

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    corazn del mensaje de Jess, el Reino deDios, a los valores del Reino, identificandoestos valores con las grandes palabras clave delmoralismo poltico, y proclamndolas, al mismotiempo, como sntesis de las religiones. Sinembargo, se olvida as de Dios, a pesar de que

    l es el sujeto y la causa del Reino de Dios. Ensu lugar quedan grandes palabras (y valores)que se prestan a cualquier tipo de abuso.

    Esta breve mirada sobre la situacin del mundonos lleva a reflexionar sobre la realidad actualdel cristianismo, y por tanto, sobre las bases deEuropa; esa Europa que antes, podramos decir,fue un continente cristiano, pero que ha sidotambin el punto de partida de esa nueva ra-cionalidad cientfica que nos ha regalado gran-des posibilidades y tambin grandes amenazas.Ciertamente el cristianismo no surgi en Euro-pa, y por tanto no puede ser clasificado ni si-quiera como una religin europea, la religindel mbito cultural europeo. Pero en Europarecibi histricamente su impronta cultural eintelectual ms eficaz y queda por ello unido demanera especial a Europa. Por otro lado, estambin cierto que esta Europa, desde lostiempos del renacimiento, y de manera msplena desde los tiempos de la ilustracin, hadesarrollado esa racionalidad cientfica que noslo llev a una unidad geogrfica del mundoen la poca de los descubrimientos, al encuen-tro de los continentes y de las culturas, sinoque ahora, mucho ms profundamente, graciasa la cultura tcnica posibilitada por la ciencia,imprime un sello a todo el mundo, es ms, encierto sentido lo uniformiza.

    Y tras las huellas de esta forma de racionalidad,Europa ha desarrollado una cultura que, de unamanera desconocida antes por la humanidad,excluye a Dios de la conciencia pblica, ya seanegndole totalmente, ya sea juzgando que suexistencia no es demostrable, incierta, y portanto, perteneciente al mbito de las decisionessubjetivas, algo de todos modos irrelevantepara la vida pblica. Esta racionalidad pura-mente funcional, por as decir, ha implicado undesorden de la conciencia moral tambin nuevopara las culturas que hasta entonces habanexistido, pues considera que racional es sola-mente aquello que se puede probar con expe-rimentos. Dado que la moral pertenece a unaesfera totalmente diferente, como categora,desaparece y tiene que ser identificada de otromodo, pues hay que admitir que de todos mo-dos la moral es necesaria. En un mundo basadoen el clculo, el clculo de las consecuenciasdetermina lo que se debe considerar comomoral o no moral. Y as la categora del bien,como haba sido expuesta claramente por Kant,desaparece. Nada en s es bueno o malo, tododepende de las consecuencias que una accinpermite prever.

    Si el cristianismo, por un lado, ha encontradosu forma ms eficaz en Europa, es necesario,por otro lado, decir que en Europa se ha des-arrollado una cultura que constituye la contra-

    diccin absoluta ms radical no slo del cristia-nismo, sino tambin de las tradiciones religio-

    sas y morales de la humanidad. Por eso secomprende que Europa esta experimentandouna autntica prueba de tensin; por eso seentiende tambin la radicalidad de las tensionesque nuestro continente debe afrontar. Pero deaqu emerge tambin, y sobre todo, la respon-

    sabilidad que nosotros los europeos debemosasumir en este momento histrico: en el debateacerca de la definicin de Europa, acerca de suforma poltica, no se est jugando una batallanostlgica de retaguardia de la historia, sinoms bien una gran responsabilidad para lahumanidad de hoy.

    Demos una mirada ms precisa a esta contra-posicin entre dos culturas que han marcado aEuropa. En el debate sobre el prembulo de laconstitucin europea, esta contraposicin se hamostrado en dos puntos controvertidos: lacuestin de la referencia de Dios en la constitu-cin y la mencin de las races cristianas deEuropa. Puesto que en el artculo 52 de la cons-titucin se han garantizado los derechos institu-cionales de las Iglesias, podemos estar tranqui-los, se dice. Pero esto significa que las iglesias,en la vida de Europa, encuentran lugar en elmbito del compromiso poltico, mientras, en elmbito de los fundamentos de Europa, no hayespacio para la huella de su contenido.

    Las razones que se ofrecen en el debate pblicopara este neto no son superficiales, y es evi-dente que ms que indicar la verdadera moti-vacin, la esconden. La afirmacin de que lamencin de las races cristianas de Europa hierelos sentimientos de muchos no cristianos queviven en ella, es poco convincente, ya que se

    trata antes que nada de un hecho histrico quenadie puede negar seriamente.

    Naturalmente esta mencin histrica contieneuna referencia al presente, pues, al mencionarlas races, se indican las fuentes remanentes deorientacin moral, es decir, un factor de identi-dad lo que es Europa. A quin se ofendera?La identidad de quin quedara amenazada?Los musulmanes, que con frecuencia son lla-mados en causa, no se sienten amenazados pornuestros fundamentos morales cristianos, sinopor el cinismo de una cultura secularizada queniega sus propios fundamentos. Y tampoco seofenden nuestros conciudadanos judos por lareferencia a las races cristianas de Europa, en

    cuanto estas races se remontan al monte Si-na: llevan la marca de la voz que se hizo sentirsobre el monte de Dios y nos unen en las gran-des orientaciones fundamentales que el declo-go ha donado a la humanidad. Lo mismo sepuede decir de la referencia a Dios: la mencinde Dios no ofende a los pertenecientes a otrasreligiones, lo que les ofende es ms bien elintento de construir la comunidad humana sinDios.

    Las motivaciones de este doble no son msprofundas de lo que dejan pensar los argumen-tos que se ofrecen. Presuponen la idea de queslo la cultura ilustrada radical, que ha alcanza-do su pleno desarrollo en nuestro tiempo, po-dra constituir la identidad europea. Junto a ella

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    pueden, por tanto, coexistir diferentes culturasreligiosas con sus respectivos derechos, a con-dicin de que y en la medida en que respetenlos criterios de la cultura ilustrada y se subordi-nen a ella.

    Esta cultura ilustrada queda sustancialmentedefinida por los derechos de libertad. Se basaen la libertad como un valor fundamental que lomide todo: la libertad de eleccin religiosa, queincluye la neutralidad religiosa del estado; lalibertad para expresar la propia opinin, a con-dicin de que no meta en duda justamente estecanon; el ordenamiento democrtico del esta-do, es decir, el control parlamentario sobre losorganismos estatales; la formacin libre departidos; la independencia de la Justicia; y,finalmente, la tutela de los derechos del hom-bre y la prohibicin de las discriminaciones. Eneste caso, el canon est todava en vas deformacin, ya que hay tambin derechoshumanos que resultan contrastantes, como porejemplo, en el caso del conflicto entre el deseode libertad de la mujer y el derecho a vivir delque est por nacer.

    El concepto de discriminacin se ampla cadavez ms, y as la prohibicin de la discrimina-cin puede transformarse progresivamente enuna limitacin de la libertad de opinin y de lalibertad religiosa. Muy pronto no se podr afir-mar que la homosexualidad, como ensea laIglesia catlica, constituye un desorden objetivoen la estructuracin de la existencia humana. Yel hecho de que la Iglesia est convencida deno tener derecho de conferir la ordenacinsacerdotal a las mujeres es considerado, por

    algunos, como algo inconciliable con el espritude la Constitucin europea.

    Es evidente que este canon de la cultura ilus-trada, que no es definitivo ni mucho menos,contiene valores importantes de los cualesnosotros, precisamente como cristianos, noqueremos ni podemos renunciar; sin embargo,es tambin evidente que la concepcin maldefinida o no definida para nada de libertad,que est en el fundamento de esta cultura,inevitablemente implica contradicciones; y esevidente que precisamente a causa de su uso(un uso que parece radical) implica limitacionesde la libertad que hace una generacin ni si-quiera podamos imaginar. Una confusa ideolo-

    ga de la libertad conduce a un dogmatismo quese est revelando cada vez ms hostil para lalibertad.

    Sin duda, debemos volver a hablar del proble-ma de las contradicciones internas de la formaactual de la cultura ilustrada. Pero antes tene-mos que terminar de describirla. Pertenece a sunaturaleza, en cuanto cultura de una razn quetiene finalmente conciencia completa de smisma, el hecho de enorgullecerse de una am-bicin universal y concebirse como completa ens misma, sin necesidad de se complementadapor otros factores culturales.

    Ambas caractersticas se ven claramente cuan-

    do se propone el tema de quines pueden llegara ser miembros de la comunidad europea, y

    sobre todo, en el debate sobre el ingreso deTurqua en ella. Se trata de un estado, o quizsmejor, de un mbito cultural, que no tieneraces cristianas, sino que ms bien ha recibidola influencia de la cultura islmica. Ataturk tratdespus de transformar Turqua en un estado

    laicista, intentando implantar el laicismo madu-rado en el mundo cristiano de Europa en unterreno musulmn.

    Nos podemos preguntar si esto es posible:segn la tesis de la cultura ilustrada y laicistade Europa, solamente las normas y los conteni-dos de la cultura ilustrada pueden determinar laidentidad de Europa y, consiguientemente, todoestado que hace suyos estos criterios puedepertenecer a Europa. No importa, al final, cules el entramado de races en el que se implantaesta cultura de la libertad y de la democracia. Yprecisamente por eso se afirma que las racesno pueden entrar en la definicin de los funda-mentos de Europa, tratndose de races muer-tas que no forman parte de la identidad actual.Como consecuencia, esta nueva identidad,determinada exclusivamente por la culturailustrada, comporta tambin que Dios no tienenada que ver con la vida pblica y con los fun-damentos del estado.

    De este modo, en cierto sentido, todo se vuelvelgico y plausible. De hecho, podramos desearalgo mejor que el respeto de la democracia ylos derechos humanos? Pero de todos modos senos impone la pregunta de si esta cultura ilus-trada laicista es realmente la cultura, descu-bierta como finalmente universal, capaz de daruna razn comn a todos los hombres; una

    cultura a la que se debera tener acceso pordoquier, aunque sobre un humus histricamen-te y culturalmente diferenciado. Y nos pregun-tamos tambin si es verdaderamente completaen s misma, de modo que no tiene necesidadalguna de races fuera de s.

    SIGNIFICADO Y LMITESDE LA CULTURA RACIONALISTA ACTUAL

    Afrontemos estas dos ltimas preguntas. A laprimera, es decir, a la pregunta de si se haalcanzado la filosofa universalmente vlida ytotalmente cientfica, en la que se expresara larazn comn a todos los hombres, es necesario

    responder que indudablemente se han alcanza-do logros importantes que pueden pretendertener una validez general: el logro de que lareligin no puede ser impuesta por el estado,sino que puede ser acogida solamente en lalibertad; el respeto de los derechos fundamen-tales del hombre iguales para todos; la separa-cin de los poderes y el control del poder.

    De todos modos, no se puede pensar que estosvalores fundamentales, reconocidos por noso-tros como generalmente vlidos, puedan reali-zarse del mismo modo en cualquier contextohistrico. En todas las sociedades no se dan lospresupuestos sociolgicos para una democracia

    basada en los partidos, como sucede en occi-dente; de modo que la total neutralidad religio-

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    sa del estado, en la mayor parte de los contex-tos histricos, puede considerarse como unailusin.

    Y as llegamos a los problemas mencionados enla segunda pregunta. Pero aclaremos antes la

    cuestin de si las filosofas modernas ilustradas,consideradas en su conjunto, pueden conside-rarse como la ltima palabra de la razn comnde todos los hombres. Estas filosofas se carac-terizan por el hecho de que son positivistas, ypor tanto, antimetafsicas, de manera que, alfinal, Dios no puede tener en ellas ningn lugar.Estn basadas en una autolimitacin de la ra-zn positiva, que resulta adecuada en el mbitotcnico, pero que all donde se generaliza, pro-voca una mutilacin del hombre. Como conse-cuencia, el hombre deja de admitir toda instan-cia moral fuera de sus clculos, y como vea-mos el concepto de libertad, que a primeravista podra parecer que se extiende de manerailimitada, al final lleva a la autodestruccin dela libertad.

    Es cierto que las filosofas positivistas contienenelementos importantes de verdad. Sin embar-go, stos se basan en una autolimitacin de larazn, tpica de una determinada situacincultural la del occidente moderno, por lo queno pueden ser la ltima palabra de la razn.Aunque parezcan totalmente racionales, no sonla voz de la razn misma, pues tambin estnvinculadas culturalmente, es decir, estn vincu-ladas a la situacin del occidente actual.

    Por este motivo no son ni mucho menos esafilosofa que un da debera ser vlida en todo elmundo. Pero, sobre todo, hay que decir queesta filosofa ilustrada y su cultura respectivason incompletas. Corta conscientemente laspropias races histricas privndose de las fuer-zas regeneradoras de las cuales ella misma hasurgido, esa memoria fundamental de la huma-nidad sin la cual la razn pierde su orientacin.

    De hecho, ahora es vlido el principio, segn elcual, la capacidad del hombre consiste en sucapacidad de accin. Lo que se sabe hacer, sepuede hacer. Ya no existe un saber hacer sepa-rado del poder hacer, porque estara contra lalibertad, que es el valor supremo. Pero el hom-bre sabe hacer muchas cosas, y sabe hacercada vez ms cosas; y si este saber hacer no

    encuentra su medida en una norma moral, seconvierte, como ya lo podemos ver, en poderde destruccin.

    El hombre sabe clonar hombres, y por eso lohace. El hombre sabe usar hombres como al-macn de rganos para otros hombres, y porello lo hace; lo hace porque parece que es unaexigencia de su libertad. El hombre sabe cons-truir bombas atmicas y por ello las hace, es-tando, en lnea de principio, tambin dispuestoa usarlas. Al final, hasta el terrorismo se basaen esta modalidad de autoautorizacin delhombre, y no en las enseanzas del Corn.

    La radical separacin de la filosofa ilustrada de

    sus races acaba despreciando al hombre. Elhombre, en el fondo, no tiene ninguna libertad,

    nos dicen los portavoces de las ciencias natura-les, en total contradiccin con el punto de par-tida de toda la cuestin. No debe creer que esalgo diferente con respecto a todos los demsseres vivientes, y por tanto, tambin deberaser tratado como ellos, nos dicen hasta los

    portavoces ms avanzados de una filosofanetamente separada de las races de la memo-ria histrica de la humanidad.

    Nos habamos planteado dos preguntas: si lafilosofa racionalista (positivista) es estricta-mente racional, y por consiguiente, universal-mente vlida, y si es completa. Es autosufi-ciente? Puede, o incluso debe, relegar susraces histricas en el mbito del puro pasado,y, por tanto, en el mbito de lo que slo puedeser vlido subjetivamente? Debemos respondera ambas preguntas con un claro no.

    Esta filosofa no expresa la razn completa delhombre, sino solamente una parte de ella, y a

    causa de esta mutilacin de la razn no puedeser considerada para nada como racional. Poresto es tambin incompleta, y slo se puedecurar si restablece de nuevo el contacto con susraces. Un rbol sin races se seca.

    Al afirmar esto no se niega todo lo positivo eimportante de esta filosofa, sino que se afirmams bien su necesidad de completarse, su pro-funda deficiencia. Y de este modo acabamoshablando de nuevo de los dos puntos contro-vertidos del prembulo de la Constitucin euro-pea. El confinamiento de las races cristianas nose revela como la expresin de una toleranciasuperior que respeta a todas las culturas porigual, por no querer privilegiar ninguna, sinoms bien como la absolutizacin de un pensa-miento y de una vida que se contraponen radi-calmente a las dems culturas histricas de lahumanidad.

    La autntica contraposicin que caracteriza almundo de hoy no es la que se produce entre lasdiferentes culturas religiosas, sino entre laradical emancipacin del hombre de Dios, de lasraces de la vida, por una parte, y las grandesculturas religiosas por otra. Si se llegase a unchoque de culturas, no ser por el choque delas grandes religiones que siempre han lucha-do una contra la otra, pero que tambin hansabido convivir siempre juntas, ser ms bien

    a causa del choque entre esta radical emanci-pacin del hombre y las grandes culturas hist-ricas.

    De este modo, el rechazo de la referencia aDios, no es expresin de una tolerancia quequiere proteger las religiones que no son testasy la dignidad de los ateos y de los agnsticos,sino ms bien la expresin de una concienciaque quiere ver a Dios cancelado definitivamentede la vida pblica de la humanidad, encerradoen el mbito subjetivo de culturas residualesdel pasado. El relativismo, que constituye elpunto de partida de todo esto, se convierte enun dogmatismo que se cree con la posesin delconocimiento definitivo de la razn, y con el

    derecho de considerar a todo el resto nica-mente como una etapa de la humanidad, en el

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    fondo superada, y que puede relativizarse ade-cuadamente. En realidad, todo esto significaque necesitamos races para sobrevivir y que nodebemos perder de vista a Dios, si queremosque la dignidad humana no desaparezca.

    EL SIGNIFICADO PERMANENTE DE LA FE CRISTIANA

    Estoy proponiendo un rechazo del iluminismo yde la modernidad? Absolutamente no. El cris-tianismo, desde el principio, se ha comprendidoa s mismo como la religin del lgos, comola religin segn la razn. No ha encontrado susprecursores entre las otras religiones, sino enesa ilustracin filosfica que ha limpiado elcamino de las tradiciones para salir en bsque-da de la verdad y del bien, del nico Dios queest ms all de todos los dioses.

    En cuanto religin de los perseguidos, en cuan-to religin universal, ms all de los diversos

    estados y pueblos, ha negado al estado el dere-cho de considerar la religin como una parte delordenamiento estatal, postulando as la libertadde la fe. Siempre ha definido a los hombres, atodos los hombres sin distincin, como criaturasde Dios e imagen de Dios, proclamando entrminos de principio, aunque en los lmitesimprescindibles de los ordenamientos sociales,la misma dignidad.

    En este sentido, la ilustracin es de origencristiano y no es casualidad el que haya nacidonica y exclusivamente en el mbito de la fecristiana, all donde el cristianismo, contra sunaturaleza y por desgracia, se haba vuelto

    tradicin y religin del estado. A pesar de quela filosofa, en cuanto bsqueda de racionalidadtambin de nuestra fe, haya sido siempreuna prerrogativa del cristianismo, se habadomesticado demasiado la voz de la razn.

    Ha sido y es mrito de la Ilustracin el haberreplanteado estos valores originales del cristia-nismo y el haber devuelto a la razn su propiavoz. El Concilio Vaticano II, en la constitucinsobre la Iglesia en el mundo contemporneo,ha subrayado nuevamente esta profunda co-rrespondencia entre cristianismo e Ilustracin,buscando llegar a una verdadera conciliacinentre la Iglesia y la modernidad, que es el granpatrimonio que ambas partes deben tutelar.

    Ahora bien, es necesario que ambas partesreflexionen sobre s mismas y estn dispuestasa corregirse. El cristianismo debe acordarsesiempre de que es la religin del lgos. Es feen el CreatorSpiritus, en el Espritu creador,del que procede todo lo que existe. sta deberaser precisamente hoy su fuerza filosfica, puesel problema estriba en si el mundo proviene delo irracional y su la razn no es ms que unsubproducto, quizs incluso daino, de su desa-rrollo o si el mundo proviene de la razn y esconsiguientemente su criterio y su meta.

    La fe cristiana se inclina por esta segunda tesis,teniendo as, desde el punto de vista puramen-

    te filosfico, realmente buenas cartas por jugar,a pesar de que muchos hoy slo consideran la

    primera tesis como la moderna y racional porantonomasia. Sin embargo, una razn surgidade lo irracional, y que es, en ltimo trmino,ella misma irracional, no constituye una solu-cin para nuestros problemas.

    Solamente la razn creadora, y que se ha mani-festado en el Dios crucificado como amor, pue-de verdaderamente mostrarnos el camino.

    En el dilogo tan necesario entre laicos y catli-cos, los cristianos debemos estar muy atentospara mantenernos fieles a esta lnea de fondo:a vivir una fe que proviene del lgos, de larazn creadora, y que, por tanto, est tambinabierta a todo lo que es verdaderamente racio-nal.

    Al llegar a este momento quisiera, en mi calidadde creyente, hacer una propuesta a los laicos.En la poca de la Ilustracin se ha intentadoentender y definir las normas morales esencia-

    les diciendo que seran vlidas etsi Deus nondaretur, incluso en el caso de que Dios no exis-tiera. En la contraposicin de las confesiones yen la crisis remota de la imagen de Dios, seintentaron mantener los valores esenciales dela moral por encima de las contradicciones ybuscar una evidencia que los hiciese indepen-dientes de las mltiples divisiones e incertezasde las diferentes filosofas y confesiones. Deeste modo, se quisieron asegurar los funda-mentos de la convivencia y, ms en general, losfundamentos de la humanidad. En aquel enton-ces, pareci que era posible, pues las grandesconvicciones de fondo surgidas del cristianismoen gran parte resistan y parecan innegables.Pero ahora ya no es as.

    La bsqueda de una certeza tranquilizadora,que nadie pueda contestar independientementede de todas las diferencias, ha fallado. Ni si-quiera el esfuerzo, realmente grandioso, deKant ha sido capaz de crear la necesaria certezacompartida. Kant haba negado que se pudieraconocer a Dios en el mbito de la razn pura,pero al mismo tiempo haba representado aDios, a la libertad y a la inmortalidad comopostulados de la razn prctica, sin la cual,coherentemente, para l no era posible la ac-cin moral.

    La situacin actual del mundo, no nos hacepensar quizs que podra tener razn de nuevo?

    Lo digo con otras palabras: el intento, llevadohasta el extremo, de plasmar las cosas huma-nas menospreciando completamente a Dios noslleva cada vez ms a los lmites del abismo, alencerramiento total del hombre.

    Deberamos, entonces, dar la vuelta al axiomade los ilustrados y decir: incluso quien no lograencontrar el camino de la aceptacin de Diosdebera de todas formas buscar vivir y dirigir suvida veluti si Deus daretur, como si Dios exis-tiese.

    Este es el consejo que daba Pascal a sus ami-gos no creyentes; es el consejo que quisira-mos dar tambin hoy a nuestros amigos que no

    creen. De este modo nadie queda limitado en

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    su libertad, y nuestra vida encuentra un sostny un criterio del que tiene necesidad urgente.

    Lo que ms necesitamos en este momento dela historia son hombres que, a travs de una feiluminada y vivida, hagan que Dios sea creble

    en este mundo. El testimonio negativo de cris-tianos que hablaban de Dios y vivan contra l,ha obscurecido la imagen de Dios y ha abiertola puerta a la incredulidad. Necesitamos hom-bres que tengan la mirada fija en Dios, apren-diendo ah la verdadera humanidad.

    Necesitamos hombres cuyo intelecto sea ilumi-nado por la luz de Dios y quienes Dios abra elcorazn, de manera que su intelecto puedahablar al intelecto de los dems y su coraznpueda abrir el corazn de los dems.

    Slo a travs de hombres que hayan sido toca-dos por Dios, Dios puede volver entre los hom-bres. Necesitamos hombres como Benito de

    Nursia, quien en un tiempo de disipacin ydecadencia, penetr en la soledad ms profun-da logrando, despus de todas las purificacio-

    nes que tuvo que sufrir, alzarse hasta la luz,regresar y fundar Montecasino, la ciudad sobreel monte que, con tantas ruinas, reuni lasfuerzas de las que se form un mundo nuevo.

    De este modo Benito, como Abraham, lleg a

    ser padre de muchos pueblos.Las recomendaciones a sus monjes presentadasal final de su Regla son indicaciones que nosmuestran tambin a nosotros el camino queconduce a lo alto, a salir de la crisis y de losescombros. As como hay un mal celo deamargura que separa de Dios y lleva al infierno,hay tambin un celo bueno que separa de losvicios y conduce a Dios y a la vida eterna. Prac-tiquen, pues, los monjes este celo con la msardiente caridad, esto es, "adelntense parahonrarse unos a otros"; tolrense con sumapaciencia sus debilidades, tanto corporalescomo morales [] practiquen la caridad frater-na castamente; teman a Dios con amor; [] y

    nada absolutamente antepongan a Cristo, elcual nos lleve a todos juntamente a la vidaeterna (cap. 72).

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