horkheimer y la moral

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  • 7/30/2019 Horkheimer y La Moral

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    ISEGORA/25 (2001) pp. 223-246 223

    Compasi

    n, poltica y memoriaEl sentimiento moral en Max Horkheimer

    JUAN JOS SANCHEZ

    Mientras la moral tenga una razn de ser, habitar en ella lacompasin

    M. Horkheimer

    RESUMEN. La reivindicacin del senti-miento moral en el pensamiento materia-lista de M. Horkheimer adquiere nuevarelevancia en el actual debate sobre losfundamentos y la motivacin de la accinmoral. Pero esa relevancia se malograrasi fuera interpretada en un sentido con-trario a su genuina intencin. Ella no est,en efecto, en abrir la puerta a un irracio-nalismo romntico ni en proponer unretorno a una fundamentacin premoder-na, metafsica o teolgica, de lamoral, anti-cipndose a buena parte del actual pen-samiento neoconservador. Su originalidad

    y relevancia radican ms bien en que elplanteamiento materialista de Horkheimerincita a una decidida superacin de lasmorales idealistas, formales y abstracta-mente universales, es decir particulares,hacia una moral postidealista de la com-pasin y la justicia universal.

    ABSTRACT. The claiming for the moralsentiment (feeling) in the materialist

    thought of M. Horkheimer becames a new

    significance in present discussion about the

    foundation and the motive of moral action.

    But this significance would disappoint if

    it was interpreted in a sense opposite to

    its very intention. Indeed, its signficance

    dont reside neither in opening the door

    to a romantic irrationalismus nor in pro-

    pose a return to a premodern, metaphy-

    sical or theological, foundation, advancing

    the purpose of the present neoconsevative

    thought. Its originality and significancereside rather in fact that the materialist

    conception of moral sentiment (feeling) byHorkheimer incite to surpass the idealist,

    formal, and particular moral toward a pos-

    tidealist moral of compassion and universal

    justice.

    La reivindicacin del sentimiento moral enel pensamiento materialista del fundadorde la Escuela de Frankfurt, Max Horkhei-mer, parece adquirir relevancia en el mar-co del actual debate sobre los fundamentosy las motivaciones de la accin moral. Peroesta sorprendente actualidad corre unserio peligro: la de ser interpretada en unsentido contrario a su genuina intencin.Tal sera el caso, por ejemplo, de ver en

    su recurso al sentimiento moral, unidopara agravar ms lacosa a la apelacina su momento teolgico, un apoyo al puntode vista moral del pensamiento neocon-servador comunitarista. Su singular rele-vancia no est, en efecto, en abrir la puertaa un irracionalismo romntico ni en pro-poner un retorno a una fundamentacinpremoderna, preilustrada, de la moral,sino en incitar a una superacin dialctica

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    de las morales actuales ms decididamentemodernas, racionales y crticas, por ser anexcesivamente formales, idealistas, y abs-tractamente universales, es decir, particu-lares. La rehabilitacin del sentimientomoral en Horkheimer apunta a una ticapostidealista de la compasin y la justiciauniversales.

    El impulso moral bsico:Felicidad propia, sufrimiento de los otros

    El pensamiento de Horkheimer arranca deuna experiencia bsica que marc desde

    muy pronto su conciencia y que se con-vertira para l en impulso inagotable ydeterminante: la experiencia de la propiafelicidad entreverada con la experienciadel sufrimiento de los otros, ms concre-tamente, la experiencia de la propia feli-cidad edificada sobre el sufrimiento de losotros. Fue una experiencia personal quegener en l una conciencia infeliz, inquie-ta y desgarrada, pero que pronto pudo arti-cular en su pensamiento como experienciade una contradiccin fundamental, del pre-cio de la propia felicidad, de la mano dela metafsica pesimista y la tica de la com-

    pasin de Arturo Schopenhauer, una delas primeras lecturas, junto con escritorescrticos de la burguesa como Strindberg,Ibsen y Tolstoi, que cay en sus manos.Y la conciencia de esa contradiccin fun-damental, del malum metaphysicum, des-pert en l una especial sensibilidad paracon el sufrimiento ajeno, para la desdichade los otros, que se convertira en un per-manente mvil, en impulso moral de supensamiento, e incluso en criterio de susentido y verdad.

    Esa especial sensibilidad estuvo ademsdesde un principio alimentada, y signifi-cativamente modulada, por otra fuente enla que fue socializado desde el hogar: laexperiencia y el mundo simblico de la reli-gin juda. Como ms tarde l mismorecordara, judasmo signific para l siem-

    pre la esperanza en una justicia consuma-da 1, y su amigo Adorno lo corroborabaen una carta abierta dirigida a l, al recor-dar la actitud que le distingua, inclusofrente a l mismo y sus inquietudes est-ticas: Lo primario en ti fue la rebelincontra la injusticia 2. Esta pasin atraviesatambin su pensamiento de principio a fincomo un impulso moral. Uno y otro unidosconstituyen lo que Adorno identific comoel motivo central de su pensamiento: lasalvacin de lo que carece de esperanza 3,el mismo impulso que mova tambin supropio pensamiento (y el de Walter Ben-

    jamin, en el que se inspiraba).Esa pasin, ese impulso moral bsico,se expres, en efecto, en los dos momentosconstitutivos de su primer pensamiento: larebelin contra el sufrimiento y la exclusinde la felicidad y la compasin con las vc-timas 4. Y es ese impulso el que llev asu pensamiento a hacerse materialista, ahacerse cargo del sufrimiento de los otrosy de la raz que lo generaba. Sus escritosde los aos veinte, apenas tenidos en cuen-ta en su interpretacin, muestran clara-mente ese camino de su pensamiento hastaculminar en su proyecto de materialismo

    interdisciplinar, que inaugurara el paradig-ma de la teora crtica. En ellos, aquellacontradiccin fundamental aparece iden-tificada ya histricamente como contradic-cin de la sociedad burguesa capitalista,y su pensamiento, amasado en la metafsicade Schopenhauer, en las crticas de Kant,en la filosofa social de Hegel y, finalmente,en el materialismo histrico de Marx, rea-liza una ruptura significativa, un cambiode paradigma desde una filosofa de laidentidad, propia del formalismo e idea-lismo de la filosofa moderna y contem-pornea, a una fenomenologa histri-

    co-material hasta culminar en una teoracrtica-materialista de la sociedad, movi-da por aquel impulso moral, por el intersen la eliminacin de la injusticia socialdominante 5.

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    Materialismo y moral idealista:Contra el engao del fundamentalismo

    racionalista

    Es precisamente ese impulso moral el quelleva al materialismo de Horkheimer a des-plegarse ante todo como crtica radical ala moral dominante, a la moral idealista dela modernidad como ideologa de la socie-dad burguesa y, ms concretamente, a losintentos conservadores de fundamentacininmanente, pero metafsica, de la moral enla filosofa moral material y de los valores,como ltimo bastin de aquella sociedad,ya decadente, frente al sentido peligro de

    relativismo moral desencadenado porNietzsche. Esta crtica radical, sin conce-siones, ha llevado a pensar que la moral,en efecto, no juega ningn papel relevanteen la primera teora crtica, que ms bienqueda reducida, como en el materialismohistrico que pretende actualizar en la nue-va constelacin histrico-social, a meraideologa de la sociedad burguesa capita-lista. Y que, en todo caso, con esta crticaHorkheimer rompe todo lazo entre razny moral y se entrega en manos de un sen-timiento irracional amasado en la metafsicade la voluntad de Schopenhauer.

    Pero esta lectura pasa demasiado depri-sa porencima del sentido de la crticamate-rialista de Horkheimer. Es verdad que stedesenmascara la moral kantiana y suncleo, el imperativo categrico, comoexpresin perfecta, fiel reflejo de su tiem-po, es decir, como ideologa de la modernasociedad y economa burguesa, en la medi-da en que ignora o no toma concienciade su enraizamiento material y por esoencubre y legitima la escisin real entreindividuo y sociedad, entre intereses indi-viduales y bien comn, entre felicidad ydeber, escisin en la que consiste su irra-cionalidad y que origina el sufrimientode la mayora de los hombres 6. Pero estacrtica ideolgica no impide a Horkheimeren absoluto reconocer, al mismo tiempo,en esa moral un momento fundamental de

    verdad, en cuanto en ella se contiene unadenuncia de esa misma irracionalidad lairracionalidad de la ley natural del bene-ficio econmico (MMo, 111) y ungenuino impulso moral que lleva a latransformacin de esta sociedad (ibid.,118), a su superacin en una sociedadracional en la que ella misma, esa moralidealista, pierda su razn de ser porquesu verdad se ha materializado, se ha cum-plido en ella (cf. ibid., 119-124).

    En ningn momento cay Horkheimeren la tentacin de reducir la moral a meraideologa o de engullirla en una filosofaafirmativa de la historia, como suceda enla metafsica histrica de Hegel, donde,a diferencia de la filosofa abierta de Kant,ya no jugaba ningn papel decisivo encuanto fuerza que impulsa hacia delante(ibid., 127), o como no menos suceda enel marxismo establecido, e incluso en bue-na parte del marxismo crtico del momen-to: La moral escribe no es rechazada,de ningn modo, por el materialismo...como pura ideologa en el sentido de falsaconciencia. Es un fenmeno humano queno se superar mientras dure la poca bur-guesa (ibid., 113). En este punto fue,como en otros fundamentales, que vere-mos, consecuentemente kantiano, inclusoyendo ms all de Kant.

    Porque, aun aceptando el momento deverdad del impulso moral contenido en sufilosofa prctica, Horkheimer rechaza con-tundentemente la transfiguracin raciona-lista, idealista, que sufre ese impulso moralen su filosofa. Que la moral sea un hechode la razn pura y que se imponga comoimperativo categrico, absoluto, no espara l sino una falacia, pura ilusin, y,como ya viera y denunciara Schopenhauer,un resto teolgico secularizado: una exi-gencia absoluta slo puede fundamen-tarse con sentido mediante la creencia enuna conciencia absoluta 7, es decir, en laaceptacin, explcita o implcita, del su-puesto testa 8, pues, en el fondo, el tesmoes la esencia secreta de toda metafsica 9.

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    Todos los intentos de fundamentacin lti-ma de la moral que no se apoyen en esesupuesto monotesta descansan por eso,para l, en pura armona ilusoria. Y saes la debilidad del proyecto kantiano defundamentacin racional de la moral.

    Pero esta debilidad afecta sobre todoa los intentos conservadores, antes men-cionados, de fundamentacin metafsica dela moral y de los valores en Hartmann yScheler, porque en ellos, a la ilusin armo-nizadora denunciada, se suma una sospe-cha ms intensa de engao que los con-vierte en manifiesta ideologa, en un inso-

    portable

    sarcasmo

    a los hombres quesufren, porque encubren y legitiman lapraxis real que origina su sufrimiento eimpide que se cumpla el infinito anhelode felicidad que los constituye, a ellos ya todos los seres finitos (MMe, 94) 10. Ala vista de estos intentos manifiestamenteideolgicos de evasin metafsica, Hork-heimer denuncia enrgicamente todointento de fundamentacin ltima racionalde la moral como unailusin y un sarcasmoa los hombres de cuya historia de sufri-miento brota el genuino impulso moral,queese intento pretende derivar, como exi-

    gencia absoluta, de la pura razn o delcielo platnico (MMe, 68s.).

    Significa esta crtica, esta negacin, unrechazo a toda presencia de la razn enla moral, a todo lazo entre ambas y, portanto, un salto desde la ausencia demotivaciones puramente racionales esdecir, no empricas para la moralidada la ausencia de toda justificacin racionalde sus exigencias bsicas 11? Con otraspalabras, significa esa negacin una cadade Horkheimer, y por cierto ya del primerHorkheimer, en el irracionalismo, adelan-tando acaso el escepticismo radical frente

    a la razn y su potencial moral que lasegunda generacin de la teora crtica vey critica en su ltima etapa, tras elpunto de inflexin que significara la Dia-lctica de la Ilustracin?

    Ciertamente, hay que reconocer que laradicalidad de su crtica materialista a todointento de fundamentacin o racionaliza-cin de la moral puede inducir a pensaren tal ruptura. Pero lo decisivo es deter-minar bien el sentido de esa crtica. Y stees inequvoco. Lo que el materialista Hork-heimer critica no es, en efecto, la presenciade la razn en la moral ni el lazo entreuna y otra, sino la pretensin el mitoracionalista de identificar la una con laotra, los intentos de mistificacin delimpulso moral, de transfigurarlo mediantesu fundamentacin racionalo metafsica, encuanto encubren su raz en la historia desufrimiento de los hombres e impiden quese manifieste como lo que es: el impulsode rebelin contra la injusticia y de com-pasin con sus vctimas, legitimando de estemodo la irracionalidad existente. Por eso,su crtica sin concesiones a esos intentosestuvo acompaada siempre de una crticano menos radical al irracionalismo o emo-tivismo, por cuanto tambin ellos deshis-torizan y desmaterializan, y as desfiguran,el impulso moral, de espaldas a su razmaterial 12. La moral, es verdad, no se dejapara Horkheimer fundamentar racional-mente, pero no por ello queda abandonadaa la mera intuicin o emocin. Raciona-lismo e irracionalismo no son para l sinodos caras del mismo proceso ideolgico.El impulso moral se resiste a ser absorbidopor larazn, perono por elloes un impulsociego. No se fundamenta ni justifica, peros se explica y se entiende, dice Horkhei-mer, a partir de las condiciones de su sur-gimiento, es decir, desde la historia, desdela base material de donde brota (MMe, 64;MMo, 131), y desde ah se descubren tam-bin sus razones.

    A la base de una moral materialista:El sentimiento moral

    La moral, en efecto, no deriva para Hork-heimer de la razn, como para Kant y para

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    todos los intentos de su actualizacin,como es el caso, concretamente, de la ticadel discurso o comunicativa de Habermas.El impulso moral brota para l ms bien,como venimos viendo desde los primerosmomentos de su pensamiento, del suelode la historia, de la experiencia del sufri-miento que trunca el anhelo y el dere-cho de felicidad de los seres humanosfinitos y perecederos. La moral hunde susraces en el mismo suelo, en la misma his-toria de sufrimiento de la que brotaronlos anhelos de felicidad, la exigencia dejusticia plena, consumada, que un datomaron cuerpo y se guardaron en la reli-gin 13. En el fondo, el mismo impulso derebelin y la misma exigencia de justiciaque ahora, despojados de su halo religioso,se expresan en el impulso moral.

    Este impulso moral no es un imperativode la razn, pero tampoco es un impulsociego, irracional. El impulso que brota deesa experiencia material es, dice Horkhei-mer, un sentimiento moral (ibid., 127),la conciencia sensible afectada por laexperiencia del sufrimiento de los exclui-dos de la felicidad, de las vctimas de lairracionalidad dominante. Horkheimerrescata el concepto kantiano de senti-miento moral 14, pero, una vez ms,haciendo de l una lectura materialista. Enelorigen dela moral no est la razn, comoen la moral idealista, sino el sentimiento,el pathos, la solidaridad bsica con losotros seres humanos, en cuanto dignos dela felicidad pero excluidos de ella. No es,como en Kant, una facultad de la raznque inclina a obrar segn el deber, perotampoco es un mero afecto irracional, sinouna afeccin de la conciencia sensiblemediada por el reconocimiento de los otrosseres finitos en su dignidad herida, en suhumanidad negada. El sentimiento moralve a los seres finitos no como sujetos eco-nmicos, sino como posibles miembrosde una humanidad feliz (ibid., 136). Es,por tanto, un sentimiento volcado hacialos otrosy hacia el futuro, hacia una futura

    vida feliz de todos los hombres (ibid.),y ah est su racionalidad y su carctermoral. El sentimiento es moral, en efecto,no porque sea sentimiento, irracional, sinodice lcidamente Horkheimer porquedifiere de la lgica dominante, de la leynatural del egosmo y el inters econmi-co (ibid., 134), y se rebela contra ellacomo contra la irracionalidad que originael sufrimiento de las mayoras. Y en esamedida es racional y pone en movimientoa la razn. sta es genuinamente racionalcuando est atravesada por ese movimien-to, por el inters que expresa, cuandoes razn moral, razn paciente, raznsolidaria con las vctimas de la irraciona-lidad de la razn dominante. El sentimien-to moral no es en Horkheimer irracional,sino racional de otro modo a como loesla razn dominante, queno habla a favorde la moral, que no seala en la direccinen la que impulsa hacia delante el sen-timiento moral, sino en el sentido delegosmo y del poder. El sentimiento moralno se da de espaldas a la razn, pero simplica una ampliacin de la razn(MMo, 128) hacia una razn materialistaa la que pertenece, como meollo sustan-cial, el propio sentimiento moral, el impul-so histrico, a la vez que incondicional,de justicia plena, consumada, que lleve acumplimiento el anhelo de felicidad detodos los seres finitos.

    Con la reivindicacin del sentimientomoral como base de una moral materialistaprogresista Horkheimer destrona a larazn de la moral, la abaja y relativiza,pero no para dar la palabra a su contrario,tan falso y engaoso como ella, el irra-cionalismo (emotivismo o decisionismo),sino para ir ms all de ella, como lamoral kantiana impulsaba ms all de ellahacia una sociedad racional y humana. Elpaso de Kant a Schopenhauer es paraHorkheimer afirma certeramente unexcelente conocedor de su filosofamoral un avance en la autoilustracinde la razn, no un retroceso al irraciona-

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    lismo 15. Un avance, habra que aadir,tambin ms all de Schopenhauer.

    La moral en Horkheimer, se dice, noes deontolgica, racionalista y universalis-ta, y ciertamente no lo es en el sentidoen que lo es la moral idealista. Pero hayen esos rasgos un momento de verdad ques comparte la moral materialista, y queindican el sentido en que sta propone ysignifica su superacin.

    La moral materialista no es deontolgicasino eudemonista. En su base no hay unmandato, una exigencia absoluta que des-cienda de lo alto o se imponga desde laconciencia. La moral materialistaes, en este

    sentido, radicalmente postmetafsica y anti-fundamentalista. Las obligaciones, diceHorkheimer, de acuerdo con Schopen-hauer, se remontan a mandatos, en lti-mo trmino religiosos, que no existen.Detrs de la moral no hay ninguna ins-tancia suprahistrica: El materialismodeclara Horkheimer contra toda meta-fsica, expresa o larvada no encuentraninguna instancia transcendente a los hom-bres que permita distinguir entre altruismoy afn de lucro, entre bondad y crueldad,entre egosmo y autoentrega. Tambin lalgica permanece muda, no reconoce a la

    intencin moral ninguna primaca (ibid.,134). Qu hay, pues, en la base de lamoral, del sentimiento moral? Hay unaevidencia que se impone al sentimientomoral tambin como un hecho, pero estavez no como un hecho de la razn, queno se da, sino como un hecho natural:la aspiracin de los hombres, de todos losseres vivientes, a la felicidad. Evidentemen-te, tampoco de este hecho deriva la exi-gencia tica. La moral materialista no caeen otra falacia naturalista. La exigencia ti-ca brota del reconocimiento de esa aspira-cin como un derecho y, como escribaen un texto anterior, de la sola fe en nues-tra responsabilidad 16 para con l: al sen-timiento moral dice sobriamente Hork-heimer le parece que todos los seresvivientes tendran un derecho a la felicidad,y no pregunta en lo ms mnimo por su

    justificacin o fundamentacin (ibid., 136;cf., MMe, 94s.) 17. Pero la conciencia deese derecho se da de bruces para el mate-rialista con la experiencia de la injusticiadominante que lo frustra y lo niega parala mayor parte de la humanidad, y es deesta experiencia de contraste, como vimos,de donde brota el sentimiento moral comoimpulso de rebelin y como solidaridad conesos excluidos de la felicidad. La moralmaterialista es eudemonista, pero no en elsentido utilitarista o pragmatista, que giraen torno al propio sujeto ahora de nuevosospechosamente actual, sino en el mejorsentido materialista del derecho de todosa la felicidad que da la primaca al derechopendiente de los excluidos de ella. El sen-timiento moral es, decamos, un sentimien-to volcado sobre los otros. Y ah conserva,como veremos ms adelante, el momentode verdad de la incondicionalidad de lamoral deontolgica.

    Ese momento, en efecto, va ligado alcarcter universal de la moral, y ste secumple en la moral materialista tambinde un modo original. El sentimiento moral,deca Horkheimer, desea a todos, en lamedida en que son hombres, el cumpli-miento de su constitutivo anhelo de feli-cidad y el pleno desarrollo de sus poten-cialidades. El sentimiento moral apunta auna humanidad feliz (MMo, 136). Perojustamente por eso es estrictamente indi-vidualista; no, claro es, una vez ms, ensentido utilitarista o pragmatista, sino enel mejor sentido kantiano de que ningunatotalidad, sino slo los individuos, finitosy perecederos, merecen el honor de valercomo objetivo absoluto, como fin (ibid.,126). Ahora bien, es por esta misma raznpor la que el sentimiento moral y con lla moral materialista estn volcados sobrelos otros, sobre los excluidos de la felicidad.Porque la moral ha de regir para todoses por lo que el sentimiento moral estvolcado sobre los otros, por lo que da prio-ridad a los que no gozan de su derechoa la felicidad, a las vctimas de la realidad

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    inmoral. Mientras existan excluidos, lomoral no coincide con lo universalmentevlido y aceptado. La universalidad de lamoral se cumple a travs de la parcialidaddel sentimiento moral a favor de los exclui-dos de esa universalidad. La moral mate-rialista es universalista siendo partidaria.

    Y es, finalmente, por este mismo motivopor lo que el sentimiento moral se desvade la ley natural del egosmo y no coin-cide sin ms con la razn. Mientras hayaexcluidos de la felicidad la razn no seruniversal y, consiguientemente, lo moralen el sentimiento moral no coincidir conlo racionalmente fundamentado, sino msbien con el impulso que lleva a esa raznms all de s misma hacia un futuro felizpara todos. Como afirma Schndelbach,lo moral en la moral es precisamente lono fundamentable 18. Por eso, la moraltiene lugar para Horkheimer slo all don-de los hombres se atienen a los sentimien-tos de indignacin, compasin, amor y soli-daridad (ibid., 64) sin necesidad de apelara una razn absoluta que los fundamente,ms an, precisamente cuando no haysuficientes motivos racionales para sentirde ese modo 19. La moral materialista noes racionalista, pero en cuanto tal impulsoy slo en ese sentido el sentimientomoral es genuinamente racional. Es racio-nal negativamente, en cuanto crtica delmito racionalista de que lo racionalmen-te establecido, lo que tiene poder, es yalo bueno (ibid., 153).

    En una realidad histrica y social queexcluye de la felicidad a la mayor partede la humanidad, el sentimiento moral seexpresa y actualiza por eso, para Hork-heimer, fundamentalmente en dos formashistricas: la compasin y la poltica.

    Una tica compasiva: La solidaridadcon las vctimas de la irracionalidad

    El sentimiento moral, que brota, segnhemos visto, de la experiencia de sufri-

    miento y sinsentido que frustra el anhelode felicidad de las mayoras, se expresaante todo como compasin. Com-pasino conciencia sensible de solidaridad bsicacon los que soportan el peso de la historiade progreso y felicidad y no son sujetosde moral, legisladores como requeraKant, sino objetos sometidos al poder natu-ral, al caos, a la irracionalidad: Vemosa los hombres no como sujetos de su des-tino, sino como objetos de un ciego acon-tecer natural, y la respuesta del sentimien-to moral es la compasin (MMo, 137s.).

    El sentimiento moral no brota de larazn abstracta, sino del suelo de la his-toria. Por eso se entiende, dice Horkhei-mer, que este sentimiento bsico de lacompasin apenas juegue un papel rele-vante en la tica de Kant. Embriagadocomo estaba con el fulgor optimista de loscomienzos de la modernidad ilustrada,Kant pudo an esperar del progreso inin-terrumpido de la libre competencia elcumplimiento del derecho universal a lafelicidad (ibid., 138). Menos se entiendeya que Marx, y sobre todo el marxismoestablecido, pasaran por encima de l condemasiada rapidez, movidos ms por lalgica del poder o por una dialctica dog-mtica que por el pathos del sufrimientode los excluidos de la felicidad. Pero nisiquiera en tiempos de Kant, incide cer-teramente Horkheimer, era separable lacompasin de la moral (ibid., 138). Mien-tras la moral tenga una razn de existir,es decir, mientras la historia sea para unamayora de la humanidad historia de sufri-miento y esas mayoras queden fuera dela felicidad, en ella habitar la compa-sin (ibid., 139). La compasin no estslo en el origen de la moral, en su base,como el humus que abre su espacio. Encuanto sentimiento de solidaridad con losseres humanos excluidos de la felicidad ypor tanto heridos, negados en su huma-nidad, en su dignidad, es un impulso quelaatraviesa de parte a parte, mientras tengarazn de existir. La moral materialista es

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    constitutivamente moral compasiva. Lacompasin no es un complemento de lamoral, un aadido a la justicia, como cui-dado ofrecido a los sujetos vulnerablesy vulnerados. La compasin es una dimen-sin constitutiva de la moral materialistaque hunde sus races en la historia y sehace cargo de la injusticia y el sufrimiento,que no slo vulneran a algunos individuosde la comunidad humana, sino que losexcluyede esa comunidad y niega su huma-nidad. En ese sentido, la compasin abrela moral, como muy bien ha visto R. Mate,a una genuina intersubjetividad, que, a lavista de la asimetra de la realidad irra-cional excluyente, no puede ser sino asi-mtrica 20. El olvido de este momentobsico, de esa dimensin fundamental,reduce peligrosamente la moral a unacuerdo entre los felices, a ideologa dela relativa prosperidad 21, negando lagenuina universalidad, es decir, su verdad.

    Pero el sentimiento moral de la com-pasin no slo est en el origen de y acom-paa a la moral mientras tenga una raznde existir, sino que incluso afirma Hork-heimer puede sobrevivirla, pues elhumus del que brota, el sufrimiento y lamuerte, sigue presente en la naturaleza,en el mundo animal, y la solidaridad delos hombres es slo una parte de la soli-daridad de la vida como tal (MMo, 139).Hay una comunidad bsica de vida entrelos seres humanos y los animales, queSchopenhauer acert a desvelar y reivin-dicar: un parentesco entre su felicidad ysu sufrimiento y la vida de los animales(ibid.). Y de esa comunidad brota de formanatural aquel sentimiento de solidaridad,de compasin, tambin bsica, a la vistade la vida truncada en los otros seresfinitos.

    El sentimiento de la compasin es labase y a la vez la expresin de la moralmaterialista en cuanto moral eudemonista,moral de la felicidad y la vida lograda. Elsentimiento de la compasin quiere tomarabsolutamente incondicionalmente en

    serio el imperativo kantiano de valorar alhombre como fin, no como medio, y poreso se aferra a y afirma su anhelo defelicidad y se rebela ante la realidad irra-cional que lo frustra; de este modo abrela moral, a travs del camino de una soli-daridad asimtrica, partidaria, al horizontede una genuina universalidad sin exclusio-nes. El sentimiento de la compasin impi-de as, finalmente, que la moral idealistaconfunda lo racionalmente fundado sin mscon lo justo y lo bueno y obliga a la razna hacerse material y crtica, y a la morala ser moral poltica, praxis histrica. Lamoral compasiva es por eso, dice Hork-heimer, una moral poltica.

    Una moral poltica:El futuro de una humanidad feliz

    El sentimiento moral se hace poltica por-que, como veamos, desea a todos los hom-bres una vida feliz (ibid., 136), y justamentese es, dice Horkheimer con todos losgrandes filsofos morales, el fin de la pol-tica (ibid., 139). La moral materialista es,frente a toda moral formalista, una moraldel bien, de la vida buena. Es una tica

    material, pero no una ticade laSittlichkeit,una tica afirmativa, sino una tica crticay negativa de la vida buena.

    Ms arriba veamos cmo Horkheimerhizo desde muy pronto una lectura mate-rialista de la tica kantiana, reivindicandoen ella la importancia de la praxis trans-formadora frente a los intentos conserva-dores, y reaccionarios por irracionales, deestablecer una tica material de los valorespor parte de Hartmann y Scheler para fre-nar el peligro de relativismo moral desen-cadenado por la crtica radical de Nietzs-che. Para Kant, reconoca Horkheimer, larealizacin de la moral no era en modoalguno una ilusin, sino la finalidad dela poltica (ibid., 122). Este reconocimien-to iba, sin embargo, acompaado de unacrtica abierta y decidida al idealismo y al

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    optimismo de Kant, quien, lo mismo quepudo desplegar su tica al margen de lacompasin, pens el futuro de una huma-nidad feliz, del reino de los fines, comoactualizacin de la utopa burguesa. Y ahse equivoc. A Kant le falt una teoramaterialista de la sociedad (ibid., 123).

    Eso es justamente lo que pretende sersu teora crtica. En sta, decamos, noencontramos una filosofa moral desarro-llada, pero no porque la moral no tuvieraen ella relevancia, sino, ms bien al con-trario, porque toda ella no es y no seentiende ms que como un nico juicioexistencial desplegado 22 sobre la socie-dad burguesa dominante, una teora crticamovida por aquel impulso moral que brotade la historia del sufrimiento y se repro-duce espontneamente en aquella parte dela humanidad que lleva sobre s el pesode esa historia, los excluidos de la felicidad,las vctimas de la irracionalidad dominan-te, y que ahora hereda ella como intersen la superacin de la injusticia social 23

    que origina esa historia de sufrimiento ytrunca el anhelo de felicidad de las mayo-ras. En una situacin desgarrada, irracio-nal, excluyente, donde la moral tiene unarazn de existir y donde el sentimiento decompasin la habita como momento deverdad, la moral se hace poltica y la teora,aade Horkheimer, no puede ser afirma-tiva, sino crtica, lo mismo que la accinque ella articula no puede ser produc-tiva, sinonegativa, transformadora y supe-radora 24.

    El sentimiento moral alcanza de estemodo en la teora crtica, a travs del inte-rs, el horizonte y la dimensin de la uni-versalidad que lo liga a la racionalidad.Pero lo hace de forma crtica y negativa.El sentimiento moral, el inters, no esinmanente a la razn abstracta, como pen-saba Kant, sino que brota, como hemosvisto, en los individuos concretos, hist-ricos, y es, como stos, histrico y con-tingente. Pero no por ello es meramentesubjetivo, como pensaba Max Weber (cf.,

    MMo, 155). El inters es histrico y con-tingente, pero al convertirse en impulsodela razn,al ser heredado por la teora,queda ligado a las ideas de la Modernidad,libertad, igualdad y justicia, como rasgosde la sociedad racional quela moral an-ticipa como necesaria orientacin de lapraxis, como horizonte de universalidad(ibid., 140). Pero queda ligado crtica ynegativamente: como negacin de la rea-lidad irracional que las niega.

    La tica materialista de Horkheimer esuna tica material, no formal, una tica delbien y de la vida buena, pero no por elloes una tica de la Sittlichkeit dominante,sino, muy al contrario, una tica de la feli-cidad pendiente. Y por eso es a distanciatanto de las ticas formalistas como de lasneoaristotlicas conservadoras una ticapoltica. La moral no est en ella desligada,como en la tica formal, de los problemasque acucian a la humanidad, sino que bro-ta de ellos y, por tanto, no est desligadade la realizacin de la moral, ni la cuestinde la justicia desligada del derecho a lafelicidad. Ms bien se decide en ella lamoral en la praxis que lleve a cumplimientoese derecho, en los impulsos que apuntenen esa direccin, no en la direccin de lalgica dominante, de la ley natural delegosmo y del poder. En ello consista, enefecto, como veamos, lo moral del sen-timiento moral.

    En la etapa ms radical de su pensa-miento, finales de los aos veinte hastamediados de los treinta, y a la vista dela amenaza de la barbarie nazi, Horkhei-mer se pronuncia decididamente a favordel socialismo. En los apasionados aforis-mos de esa poca Horkheimer cifra lamoral justamente en la realizacin delsocialismo 25. Pero en ningn momentollega a caer en el dogmatismo de confundirla moral con una praxis concreta domi-nante. Moral y poder, felicidad y poder,siempre estuvieron en su pensamiento pro-fundamente disociados. All mismo, enesos aforismos radicales, y siendo fiel a una

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    postura que vena manteniendo desde susprimeros escritos, Horkheimer denunciacon la misma fuerza que a la Sittlichkeitburguesa la praxis materialista pervertidaen una nueva religin, en ideologa dela relativa prosperidad, en un nuevopoder, en el mito de todos los vencedo-res 26. La moral es para l justamente lafuerza, el impulso que empuja haciadelante (ibid., 127) e impide al pensa-miento ceder ante el poder. Su horizonteno es lo que triunfa en la historia, sinola idea de una humanidad feliz (ibid.,136).

    Pero Horkheimer no s

    lo no cedi

    ala seduccin del poder. Tampoco cedi ala tentacin de dibujar positivamente lafutura sociedad racional. Lejos an delactual pluralismo irreductible de cosmo-visiones, Horkheimer fue ya entonces muyconsciente de la enorme diversidad deconcepciones de la situacin justa (ibid.,145), de la vida buena. La moral mate-rialista es radicalmente histrica y, por tan-to, consecuentemente postmetafsica. Poreso no sacraliza sus contenidos. La moralmaterialista es una moral material, perono una filosofa materialista afirmativa de

    la historia. Justamente por ser material es,como decamos, no afirmativa, sino crticay negativa. La idea de vida buena no leviene dada ni de una revelacin ni deuna razn autnoma abstracta, sino quese configura a partir de la miseria del pre-sente (ibid., 136), de la negacin de lainjusticia existente. Hay, sin embargo, unhorizonte comn a todas las ideas de vidabuena, que es determinante para la moralmaterialista: todas ellas afirma Horkhei-mer apuntan a la felicidad sin exclusio-nes, a que la felicidad no se reparta arbi-trariamente, a la reconciliacin de justicia

    y felicidad (ibid., 145), es decir, al mismohorizonte al que apuntaba y hacia el queimpulsaba el sentimiento moral. Por esono es la moral, sino ms bien la realidadinmoral, la desigualdad social dominan-

    te, la que necesita una fundamentacinracional (ibid.).

    La moral materialista de Horkheimeres, como se reconoce, claramente deudorade la tica compasiva de Schopenhauer.Pero tanto en cuanto tica compasivacomo, sobre todo, en cuanto tica polticala concepcin de Horkheimer se desmarcano menos decisivamente de la de su men-tor. Como indicaba al inicio de este tra-bajo, hay otra fuente ms originaria delpensamiento de Horkheimer que la meta-fsica pesimista y buena como l mis-mo deca de Schopenhauer. Es la expe-riencia mediatizada del judasmo. ste sematerializ y condens para l, comovimos, en el anhelo de justicia consumada.Y este impulso palpita, una vez ms mate-rializado y secularizado, en el sentimientomoral, dando a sus dos expresiones his-tricas, la compasin y la poltica, el sesgoy la dinmica que los caracteriza. Tantola compasin como la poltica estn en supensamiento materialista, como hemospodido comprobar, impulsadas por aquelanhelo inagotable y por eso bajo el signoinequvoco de la solidaridad con los exclui-dos de la felicidad, con las vctimas de lainjusticia dominante, con los otros. Y estadinmica inconfundible de su idea de lamoral es reforzada, adems, por otra con-viccin que bebe de la misma fuente y quese entrelaza con la anterior: el respeto porla transcendenciaradical del Absoluto con-tenido en la tradicional prohibicin de lasimgenes, de dar nombre al Innombra-ble 27. Efectivamente, la radical sobriedadmetafsica del materialismo de Horkhei-mer y concretamente de su tica polticatiene que ver tanto con aquel impulso ori-ginario e inagotable del anhelo de justiciaconsumada como con este profundo res-peto a la transcendencia, materializado ysecularizado tambin en la negativa con-secuente de Horkheimer a dibujar o darnombre al bien, a la vida buena, a la socie-dad justa y racional, a la humanidadfeliz. Slo por el camino de la crtica y

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    la negacin fue capaz de apuntar a esehorizonte. Tambin ah, en esa negativa,es su moral materialista radicalmentepostmetafsica.

    La felicidad pendiente e irreparable:Sentimiento moral, duelo y memoria

    La moral materialista de Horkheimer esciertamente postmetafsica, pero ello noquiere decir que sea, como a veces se inter-preta, anti-metafsica, incluso anti-filos-fica, en el sentido de positivista 28, ni tam-poco que relegue al rincn del olvido,

    como meros restos de la superada meta-fsica, las cuestiones que precisamente lascondiciones postmetafsicas, la concienciade la radical historicidad y finitud humanasy los lmites de la mera razn, se le plan-tean de forma imperiosa ante el hecho dela felicidad pendiente de los excluidos dela vida buena.

    El mismo sentimiento moral que debaquedar superado con la realizacin de esaidea, en la sociedad racional, junto con laconciencia de la radical finitud de los sereshumanos, impidi, en efecto, que la ticamaterialista de Horkheimer cayera en el

    triunfalismo del mito de una sociedadtransparente. El sentido de lajusticia plena,universal, inmanente al sentimiento moralcomo herencia de la religin, del judasmoy del cristianismo, abre para Horkheimer,tambin para el primer Horkheimer revo-lucionariamente crtico, un insoslayableinterrogante sobre cualquier proyecto pol-tico, sobre cualquier idea de vida buenacon pretensiones de plenitud. Esos dos ele-mentos constitutivos de la moral materia-lista conferan a sta un sentido agudo, sin-gular, de la definitividad de la historia, quela obligaba, a diferencia de cualquiermoralidealista, y por supuesto de toda moral teo-lgica, a rastrear incluso la ms pequeaposibilidad o esperanza para los hombresen la inmanencia y a aferrarse a ella contoda su energa 29. La moral materialista

    esuna moral dela inmanencia radical, perojustamente por ello es una moral que setoma absolutamente en serio la definiti-vidad de la inmanencia y rechaza enrgi-camente cualquier intento teolgico oidealista de bagatelizarla o de neu-tralizar sus interrogantes pendientes.Algo muy serio para ella estaba en juegoen ese lmite como para dejar la palabrao a la evasin metafsica o al optimismode los que triunfan en la historia: la recon-ciliacin de la historia de sufrimiento queatraviesa la inmanencia y el cumplimientodel anhelo de felicidad una y otra vez trun-cado de las vctimas de esa historia. Poreso, la moral poltica no culmina paraHorkheimer nunca, ni en este primerperodo, en la afirmacin. Cualquier futuromejor, cualquier situacin justa llega yatarde porque, argumenta, la humanidadque de (ellos) emerja no podr ayudar yaa aquellos que quedaron en la cuneta 30.La moral poltica no culmina en la afir-macin, sino en la asuncin de la radicalfinitud y, por tanto, de la irreversible defi-nitividad de la inmanencia que, a la vistade tanto anhelo no cumplido, truncado,de felicidad, a la vista de tanto grito que-brado de las vctimas de esa misma inma-nencia, lleva en s una nota profunda eimborrable de tristeza, de duelo 31, en laque guarda la memoria de los excluidosde la felicidad y, con ella, lo mejor delimpulso que puso en movimiento el sen-timiento moral. El materialista, dice Hork-heimer, sabe que el anhelo infinito de feli-cidad que puso en marcha este sentimientono se puede cumplir, queda truncado defi-nitivamente con la muerte y no encuentraeco en el silencio del universo. En esasituacin el sentimiento moral roza ladesesperacin, como bien supieron de ellolos grandes filsofos morales Kant, Vol-taire y Tolstoi, y se ve confrontado conel horizonte de la religin, con el sueode una justicia transcendente capaz de repa-rar la felicidad irreparablemente truncadade las vctimas. Pero, anclado como est

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    en la tierra, en el suelo de la historia, yfinito y perecedero como los sujetos enlos que brota, el sentimiento moral no escapaz de traspasar el lmite de su propiafinitud y al vrtigo de la desesperacin slopuede responder con aquella nota de duelometafsico que guarda la memoria de la feli-cidad malograda de las vctimas. Y esa notaconfiere a la moral materialista de Hork-heimer un inconfundible talante pesimista,que comparte con la moral metafsica deSchopenhauer, pero que a la vez la dis-tancia significativamente de sta al ser unpesimismo sostenido en nombre de losotros, en nombre, como dira Adorno, de

    aquellos que carecen de esperanza.Es desde esta perspectiva desde donde

    debe leerse e interpretarse el conocidodebate mantenido entre Horkheimer yWalter Benjamin en 1937 en torno a laclausura es decir, definitividad oapertura no definitividad de la his-toria. Aun cuando, como viera con granlucidez Adorno, a ambos mova el mismoimpulso moral, la misma intencin: salvara aquellos que carecen de esperanza, sta,sin embargo, conduca en ambosa posturasclaramente divergentes. Mientras que paraBenjamin la memoria es capaz de abrir

    modificar lo que la historia ha cerra-do sellado definitivamente, a saber:el sufrimiento y la esperanza truncada delas vctimas; para Horkheimer eso era,tomado en serio, abiertamente teologa,afirmacin imposible para un pensamientoconsecuentemente materialista. A lo queBenjamin nada tuvo que objetar, sino msbien confirmar que, en efecto, en la memo-ria hacemos una experiencia que nos pro-hbe concebir la historia por principio deforma a-teolgica 32. Pero la negativa deHorkheimer a dar el paso a esa afirmacinslo se entiende en todo su sentido si nose pierde vista, al interpretarla, la intencincrtica que la anima. En verdad, es unanegativa fruto de un pensamiento transidode materialismo, pero, como hemos mos-trado, ste no fue nunca para Horkheimer

    una cuestin meramente ideolgica, sinosiempre una cuestin de justicia, y as, sunegativa consecuente estuvo motivada porel inequvoco respeto a la esperanza trun-cada, y por tanto de la dignidad daada,de las vctimas. De ah que no fuera unasimple negativa fra y neutra del materia-lista, como a veces se interpreta 33, sinouna toma de postura contrafctica, impul-sada por el mismo sentimiento moral dela compasin que hemos encontrado a labase de la moral materialista poltica. sees el sentido de la aclaracin con la queHorkheimer justifica su reserva a la pos-tura de Benjamin: La afirmacin de quela historia no est cerrada, concluida, esidealista si no asume y conserva en s elmomento de su clausura, de su definiti-vidad. La injusticia pasada sucedi ya yes definitiva. Los abatidos estn realmentevencidos 34.

    Por tanto, el sentimiento moral, que,segn hemos visto, precede y acompa-a a la razn crtica, tambin la sobre-pasa, impulsndola ms all de s misma,sin por ello renunciar a ella en ningnmomento, sin rebasar, a pesar de todo, loslmites de la finitud, la frontera de la inma-nencia. En esa situacin aportica el sen-timiento moral se expresa en una compa-sin anamntica, teida de duelo, en unasolidaridad pesimista que preserva lamemoria de aquella felicidad pendiente sincuyo cumplimiento no cabe pensar paraHorkheimer ninguna idea del bien, de lajusticia, de la vida buena. Esa solidaridadteida de duelo no es sino la radicalizacinmxima del sentimiento moral de lacom-pasin: la compasin con los excluidoshistricamente de la felicidad se convierte(y culmina en) la compasin con los defi-nitivamente excluidos de la humanidadfeliz. Y esta com-pasin se hace memoriaque guarda el derecho pendiente de esoshumillados y hundidos y preserva a lamoral de pervertirse en ideologa de larelativa prosperidad. Slo una felicidadque contenga en s este momento de duelo

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    y compasin anamntica merece paraHorkheimer tal nombre. La intuicin queencontramos en el origen de su pensamien-to, la experiencia de la contradiccin fun-damental, del precio de la felicidad,alcanza aqu su expresin ms densa yreflexiva. Y aqu se decide tambin la cues-tin decisiva de su proyecto de teora cr-tica en cuanto proyecto moral: la cuestinde la verdad. Horkheimer la afronta, hayque reconocerlo, con una honradez y radi-calidad inusitadas en la tradicin del mate-rialismo en la que se inserta y pretendeactualizar.

    La nueva amenaza: la desmoralizacinDnde anclar el sentimiento moral?

    En ningn momento, como puede dedu-cirse de lo dicho, se hizo Horkheimer ilu-siones sobre la utopa de la realizacin delsentimiento moral. Conforme avanzaba ladcada de los treinta, a la derrota del pro-letariado de la humanidad doliente,sujeto privilegiado del sentimiento moral,se va imponiendo en l el temora una nue-va amenaza: la del progresivo debilita-miento del sentimiento moral conforme

    avanza el dominio de la sinrazn de larazn, el poder totalitario, y conforme larazn moderna se va revelando y reducien-do a dominio y autoconservacin, a razninstrumental. En esta nueva encrucijadahistrica la punta de lanza de la teora cr-tica cambia de direccin, de objetivo. Lopreocupante ahora no es ya tanto la des-viacin y desfiguracin ideolgica del sen-timiento moral en la filosofa moral idea-lista (aunque, evidentemente, su crticasigui en pie), sino la pervivencia mismadel sentimiento moral, la amenaza de des-moralizacin, del fin de la moral, ante lafuria de la lgica de la evolucin social,de la racionalizacin moderna. La convic-cin materialista de que el sentimientomoral hunde sus races en el suelo de lahistoria de sufrimiento y brota espontnea-

    mente en los sujetos que soportan su expe-riencia, conviccin expresada por Horkhei-mer con especial fuerza frente al peligrode su transfiguracin idealista, no le cegdogmticamente la mirada para reconocerque, en realidad, esa base era tan frgil,que el sentimiento moral haba echado tanpocas races en los individuos y en los pue-blos, y era por tanto tan dbil, que corraserio peligro de ser arrollado por lacorriente y ahogado por la lgica domi-nante (cf., MMo, 149).

    En este texto, por cierto bien tempranode 1933, reconoce que el sentimientomoral, aunque brota espontneo en laexperiencia de la humanidad doliente, enel suelo de la historia de sufrimiento, esun impulso heredado de la religin, delcristianismo y, por tanto, del judasmo, yun impulso que necesita un caldo de cul-tivo, unas instituciones que lo alimenten,que hagan crecer sus races en el interiorde los individuos y los pueblos. De lo con-trario, ese sentimiento corre peligro dedesvirtuarse, incluso en sus sujetos privi-legiados, y reducirse a mera moral bur-guesa, perdiendo su sustancia y su orien-tacin, en contra de la lgica del podereconmico, hacia el logro de una huma-nidad feliz. En ningn momento cediHorkheimer al espejismo de una teoradogmtica de la historia. Al sentimientomoral no lo garantiza ninguna teora.

    A partir de este momento hallamos poreso en sus escritos un motivo que es cier-tamente nuevo y en cierto modo divergentedel punto de vista materialista de la moraldel primer perodo: es el motivo de buscarpara el sentimiento moral un anclaje, unaespecie de fundamento que asegure su per-vivencia, su impulso vital. En efecto, mien-tras que en el artculo programtico Teo-ra tradicional y teora crtica an man-tena la visin materialista dialctica de lahistoria y confiaba, por tanto, en que laidea de vida buena, de sociedad racional,es inmanente al trabajo humano 35, esdecir, brota, como el impulso moral y el

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    inters en la misma, de la propia historiay de las luchas histricas que la empujanhacia ella, en el famoso Apndice al mis-mo artculo programtico parece buscar,a la vista de la cada vez ms precaria situa-cin el progresivo aislamiento de lateora crtica ante la amenaza de la bar-barie nazi, un mayor apoyo a esa confianzay reformula su afirmacin anterior acer-cndose sorprendentemente a una herme-nutica antropolgica: Pues realmenteest inscrito en cada hombre el objetivode una sociedad racional 36. No obstante,inmediatamente matiza esta nueva afirma-cin resaltando su sentido histrico: Noes sta una afirmacin pacificadora. Larealizacin de las posibilidades depende delas luchas histricas 37. En realidad, eneste mismo sentido se haba expresado yaen 1935 al afirmar que el impulso moralde rebelin contra la injusticia y de anhelode una justicia plena forma parte del serhumano tal como ha llegado a configurarsehistricamente 38.

    Qu significa este nuevo lenguaje?Abandona Horkheimer el materialismo ycaeen contradiccin con su rechazo radicala toda fundamentacin del sentimientomoral? Sin duda, esa bsqueda ms omenos explcita de aseguramiento para lapraxis histrica implica un reconocimientoimplcito de que tambin su primer mate-rialismo pag tributo (aunque no dogm-tico) al optimismo de la filosofa materia-lista de la historia y adoleci de un ciertodficit de fundamentacin de la teoracrtica, y por tanto de la moral, de la praxishistrica, como se le achaca, sobre tododesde las filas de las siguientes generacio-nes de la teora crtica. Con todo, Hork-heimer no sucumbi, y menos ahora, alengao de la moral idealista. Pues loque ahora se le cuestiona de forma inu-sitadamente radical es justamente lo quepara aquella moral estaba fuera de todaduda y de toda sospecha, a saber: la raznmisma. Qu queda, pues, en esta encru-cijada?

    La situacin es, en efecto, delicada. Noporque estuviera en juego la coherenciade la teora crtica, aunque tambin, sinoporque Horkheimer vea en peligro elimpulso moral que haba puesto en movi-miento tanto la praxis como el pensamien-to materialista: el inters en la abolicinde la injusticia y en la felicidad de todoslos seres humanos. Y es por eso en estaencrucijada donde Horkheimer, ya desdemediados de la dcada de los treinta, portanto antes de la discutida ruptura quesupone la Dialctica de la Ilustracin,comienza a expresar su temor a que la lgi-ca de la ley natural a la que se oponael sentimiento moral, la lgica de la racio-nalizacin moderna, terminara secandotambin la otra fuente de la moral, suexpresin ms originaria: la religin: Lahumanidad pierde, conforme avanza, lareligin, pero esta prdida no pasa sindejar huella en ella... 39. Se inicia aqubien pronto, por tanto la reivindica-cin, por parte de Horkheimer, de la reli-gin como fuente de la moral. No esta-mos acaso ante una ruptura, ms an,ante una contradiccin en su pensamientomaterialista? No se anuncia ya, en efecto,en ese temor una velada nostalgia por lareligin, por la metafsica perdida, que ter-minar declarndose abiertamente en laltima etapa? Renuncia, por tanto, Hork-heimer a su moral materialista, decidida-mente postmetafsica, a la altura de las con-diciones de la Modernidad?

    Dialctica de la Ilustracin: o el triunfodel dominio sobre el sentimiento moral

    Sin duda alguna, el nuevo motivo del pen-samiento de Horkheimer significa que steha perdido ya en esta poca la esperanzaen la capacidad emancipadora de la praxisrevolucionaria, por tanto de la moral, enorden a conseguir una nueva sociedadracional, una humanidad feliz, y que suteora se hace inevitablemente ms filo-

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    sfica, como sealan sus crticos. Signi-fica ello, sin embargo, como sostienen esosmismos crticos, que Horkheimer pierdeen estos aos sombros tambin la con-fianza en el potencial moral de la razn,que se entrega, junto con Adorno, a unacrtica tan total a la razn, a un escep-ticismo radical frente a ella, que lo aboca,en la estela de Schopenhauer, a un irra-cionalismo moral y finalmente a un aban-dono de lamoral en manos de lareligin? 40

    La prueba contundente que da pie aesa lectura es, como se sabe, la polmicatesis expresada por Horkheimer y Adornoen su Dialctica de la Ilustracin segn lacual los escritores sombros de la Ilustra-cin, de la Modernidad, pusieron el dedoen la llaga al proclamar provocativamenteque es imposible derivar de la razn ningnargumento convincente a favor de lamoral,en contra de la dominacin y el asesinato:que la razn, en otras palabras, no estms cerca de la moral que de su nega-cin 41. Pero sta es una afirmacin suma-mente compleja como para de ella deducir,sin ms, una cada en el irracionalismomoral. Pues ni la Dialctica significa unadescalificacin a-dialctica de la raznmoderna ni, ms en concreto, el captulode esa obra dedicado a la moral, no casual-mente escrito por Horkheimer, sancionauna ruptura, tambin a-dialctica, entrerazn y moral, dejando a sta en manosdel mero sentimiento irracional o en brazosde la religin. No son as de simples lascosas en esta obra de singular complejidad.

    En ningn texto de la Dialctica, enefecto, ni siquiera en los ms sombros,podr encontrarse una a-dialctica nega-cin de la Modernidad ilustrada y de susideales emancipativos que, como hemosvisto, constituan la utopa moral de la pri-mera teora crtica (cf., MMo, 140). Lo queHorkheimer y Adorno denuncian como,por su parte, Walter Benjamin lo habahecho en sus famosas Tesis de filosofa dela historia no es la razn como tal, sinola lgica de dominacin y autoconservacin

    que, segn ellos, atraviesa el entero pro-ceso de la Ilustracin, de la racionalizacinoccidental, que dira Weber, desde susalbores en el mito (El mito es ya Ilus-tracin, DI, 56) hasta la barbarie fascista,donde culmina. La teora crtica en cuantocrtica de la economa poltica burguesase generaliza y radicaliza en una crtica dela lgica que hace que no slo la sociedadburguesa capitalista, sino el entero procesode desencantamiento del mundo, deliberacin de la religin y del mito finde la Ilustracin, como proclamara M.Weber y aceptaban Horkheimer y Adorno(DI, 59) no avance precisamente haciala realizacin de aquella utopa moral, deaquellos ideales que la expresaban, sinoms bien o mejor, a la vez a su nega-cin, al triunfo del capitalismo y de su lgi-ca que todo lo reduce a mercanca, al triun-fo de la razn instrumental sobre la raznmoral, de la necesidad sobre la libertad:en una palabra, a la recada en el mito.

    Y lo mismo hay que afirmar del con-trovertido captulo de la Dialctica dedi-cado al anlisis de la cuestionable relacinentre Ilustracin y moral (DI, 129-163). Suintencin precisa no es otra que denunciaresa misma lgica, que hace que en la socie-dad moderna, enteramente desencanta-da, la razn como dominio, como auto-conservacin o egosmo, termine triunfan-do sobre la utopa y el sentimiento moral,el poder sobre la felicidad, sobre el amor,la compasin y la solidaridad con los sereshumanos excluidos, humillados y vencidos,con las vctimas sobre cuyos sufrimientosavanza, implacable y sordo, el progreso dela modernidad. Se trata de desenmascarary denunciar bien es verdad que de formaradical, conscientemente exagerada,como el mismo Horkheimer reconoca (DI,162) la lgica que reduce la razn morala razn instrumental, la lgica que, bajoel veredicto de la Ilustracin, descarta yrelega lo mejor del sentimiento moral: elpathos y la compasin, la solidaridad yel amor, como un resto de mitologa,

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    la lgica que, por la misma razn, no sopor-ta una religin que contravenga a la razndominadora y predique, para escndalosuyo, a un Dios crucificado, solidarioconlos dbiles y las vctimas, pero contradic-torio en s mismo, como proclama se-gura Juliette, la figura implacable de laIlustracin (DI, 143-159).

    Implica esta denuncia de Horkheimeruna ruptura radical entre razn y sen-timiento moral, como argumenta la segun-da teora crtica? Ciertamente hay quereconocer que la radicalidad la exage-racin de esta denuncia puede resultardesconcertante e insoportable, o al menos

    suscitar la duda de si no estamos, en efecto,ante una negacin sin ms de la capacidadmoral de la razn 42, ms an, ante unanegacin de la razn en cuanto inmoral.Pero, leda en profundidad,dialcticamente(es una irona que la Dialctica se lea, enla mayor parte de los casos, a-dialctica-mente), se descubre que el sentido ltimo,la intencin genuina de esa crtica no es,en modo alguno, negar la razn ni supotencialmoral, sino slo su fatalreduccina mera razn formal instrumental, estra-tgica, a razn del dominio.

    Tras esa crtica radical, exagerada, que-

    da en pie, no obstante, la pregunta de loscrticos: Deja ella acaso la posibilidad deun camino racional que lleve a esa utopa?No han cerrado con ella Horkheimer yAdorno toda salida histrica, toda praxis,dejando slo la desesperada huida ms allde la historia, la salida de esta moder-nidad definitivamente sumida en la oscu-ridad, de este valle de lgrimas, porla va teolgica, por la religin? 43 Tras lacrtica radical, queda, pues, espacio parala moral, o ms bien slo para la resig-nacin y la entrega en brazos de la religin(o la esttica), como sostienen sus crticos?Es por esta razn por la que a partir deesta crtica radical, de esta ruptura,Horkheimer parece agarrarse a la meta-fsica de Schopenhauer y a la religin enlugar de reivindicar el sentimiento moralcomo impulso medular de su teora crtica?

    Ilustracin autorreflexiva:

    punto de inflexin o reconstruccinde la razn moral?

    Desde comienzos de los aos cuarenta, enlos que cuaja esta autorreflexin de la Ilus-tracin, Horkheimer parece, es verdad, ali-nearse abiertamente en la perspectiva dela filosofa de la historia negativa y con-trafctica que vena dibujando Walter Ben-jamin y que finalmente sintetizara en susfamosas Tesis de filosofa de la historia. Noes en absoluto casual que stas fueranpublicadas tras su muerte por Horkheimery Adorno en memoria suya y que junto

    con ellas Horkheimer diera a luz un art-culo, El estado autoritario (1942), en elque, como Benjamin, no concibiera otrasalida de la historiade sufrimientoqueesta-ba culminando en la barbarie que una rup-tura con la lgica del progreso de lamodernidad: un salto fuera del progre-so 44. Es sa, pues, la nica praxis posibleante la perversin de la razn? Y es unapraxis histrica, moral, o estamos ya anteun salto fuera de la historia, una salidade la inmanencia, una salida escatolgica?

    Como vimos, Benjamin no haba tenidoproblemas en acudir abiertamente a la teo-

    loga para auxiliar al materialismo hist-rico, si bien a una teologa en clave mate-rialista. Pero justamente ah no pudosecundarlo Horkheimer. Ha cambiado,pues, su planteamiento materialista a razde su crtica radical a la razn moderna?

    Aunque esta crtica sea por momentosdesconcertante, hay que responder, sindudarlo, que su planteamiento no ha cam-biado, que Horkheimer no abandona supensamiento materialista tampoco tras esacrtica radical, que incluso se hace, comola crtica, ms radicalmente materialista apesar de todas las apariencias. De hecho,a diferencia de Benjamin, Adorno y l noconciben otra salida a la perversin de laIlustracin que una reconstruccin de larazn, la rehabilitacin de una raznmoral, de una razn autorreflexiva, auto-

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    crtica y anamntica que resista a laseduccin del poder, del dominio, a la ilu-sin del falso absoluto (DI, 77, 94 y288s.), y sea capaz de reorientar el pro-greso hacia su fin humano, que quiebrela lgica del olvido y mantenga viva lamemoria de lo oprimido y relegado enla historia, el inextinguible y delicadoimpulso de la criatura hacia la expresiny la luz (DI, 268), hacia la felicidad.

    Es esta razn moral acaso distinta sus-tancialmente de la razn que sirvi de basea su primer proyecto de materialismointerdisciplinar, de su teora crtica, deaquella razn impulsada, traspasada y

    sobrepasada por el sentimiento moral dela compasin y la rebelin poltica contrala injusticia que excluye a las mayoras dela felicidad? No se trata ms bien de lamisma razn que, traspasada por el sen-timiento moral, se desva de la ley naturalde la lgica del mundo modernodesencantado, pero burgus capitalista, yque se abre ilimitadamente al horizontede la religin, no por resignacin, sino portodo lo contrario: por no ceder a ella ytraicionar as, bajo el pretexto de la Ilus-tracin, de la Modernidad, el anhelo infi-nito de felicidad que est en su base, el

    derecho de las vctimas que sigue pendienteen la historia? Efectivamente, pienso queas es. La autoilustracin de la Ilustracinno entrega en ningn momento la raznen brazos de la religin porque le faltemoral, por desmoralizacin, como inter-pretan sus crticos. Lo que ella implica es,ms bien, una reconstruccin de la raznmoral. Ahora como antes no cabe paraHorkheimer otra expresin de la verdad,y por tanto de la moral, que el pensa-miento que niega la injusticia (DI, 261),que resiste a los falsos absolutos. Lo ni-co que ahora subraya con ms intensidades que ese pensamiento, materialista y cr-tico como el primero, y con l la moral,contiene un momento teolgico del queno puede despojarse so pena de perdersu sustancia, de quedar reducido a es-trategia, a mera razn instrumental 45.

    Contra la lgica del dominio: Sentimientomoral como resistencia y solidaridad

    De entrada hayquereconocer,desde luego,que el ltimo Horkheimer no reedita suprimer proyecto de materialismo interdis-ciplinar, ni siquiera el de su teora crticade la sociedad, y que, por tanto, su crticacorre en este perodo un serio peligro deabstraccin y se acerca a una filosofa nega-tiva pesimista de la historia. En estesentido, la superacin propuesta y desple-gada por Habermas en su Teora de laaccin comunicativa supone un paso deci-sivo en la autoilustracin de la Ilustra-

    cin, que diran Horkheimer y Adorno,detrs del cual ya no es posible recaer sinretroceder racional y moralmente. Pero conla misma fuerza puede y debe afirmarse,frente a la lectura de la nueva teora crtica,que la crtica masiva y permanente del lti-mo Horkheimer a la razn instrumental enmodo alguno significa una capitulacin dela razn y una cada en el irracionalismometafsico (en la estela de Schopenhauer),ni su polmica reivindicacin de la religincomo impulso moral se debe a ese biencuestionable escepticismo con respecto ala razn que le obliga a recurrir a la reli-

    gin para fundary sostener la moral, a to-mar prestado todo lo normativo comoafirma Habermas de la teologa mezcladay fundida con la metafsica, recayendo deeste modo en las condiciones definitiva-mente superadas por la modernidad 46.

    Admitida la innegable debilidad de laltima teora crtica, la cuestin decisiva esdeterminar el sentido, la intencin quedira Adorno, de su visin crtica y pesi-mista sobre la lgica de la historia queconduce inexorablemente hacia una socie-dad administrada, que frustrara definiti-vamente el anhelo de felicidad de las mayo-ras, que sellara el triunfo definitivo delverdugo sobre las vctimas, del poder sobrela felicidad, sobre la moral. Pienso que lareivindicacin de la religin de aquelmomento teolgico inherente a la razn

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    moral por parte del ltimo Horkheimertiene el sentido preciso de resistir a esalgica, y que, por tanto, no slo no esten contradiccin con su reivindicacin delsentimiento moral en la primera etapa desu pensamiento crtico materialista, sinosustancialmente en la misma lnea y obe-deciendo a su misma intencin originaria.

    Su denuncia de la disolucin de la reli-gin, que ciertamente se hace prioritariay reiterativa en esta ltima etapa, respondeal temor de que con la ltima huella deteologa pierda su fundamento lgicola moral el pensamiento de que el pr-jimo debe ser respetado 47. Pero conesta denuncia, que sin duda parece con-tradecir su primera reivindicacinmateria-lista del sentimiento moral frente a su mis-tificacin en la moral idealista, no est abo-gando Horkheimer por un retorno a unafundamentacin religiosa, por tanto hete-rnoma, de la moral, lo que ciertamenteestara en manifiesta contradiccin con supensamiento materialista con el primeroy, no menos, con el ltimo. Esa denunciay su positiva insistencia en las fuentes reli-giosas de la moral expresan, sin duda, unevidente cambio de acento, que a ms deuno podra dar pie a situar a Horkheimeren la onda del actual pensamiento con-servador en su llamada de atencin antela amenaza de desecacin de aquellasfuentes en una Modernidad cegada por suspropios xitos 48. Pero con ese pensamien-to no mostrara Horkheimer ms sintonaque en la denuncia de los costes del pro-greso e incluso aqu su crtica es incom-parablemente ms certera e inequvoca,as como en una concepcin ms mate-rialista, histrica y situada, de la razn, ypor tanto de la moral, que la que sostienela segunda teora crtica, ms kantiana eidealista incluso en su reconstruccincomunicativa como tica del discurso. Suintencin es, sin embargo, otra. En ningnmomento aboga Horkheimer con sudenuncia y su reivindicacin por un re-torno a la religin afirmativa como

    tampoco a la metafsica u ontologa.Ante todo porque sera caer en la ilu-sin, por tanto en la mentira (AJ, 222),en el engao que sigue siendo para lossujetos que sufren, para los excluidos dela felicidad, toda afirmacin, toda teodi-cea 49. Y en segundo lugar, porque ese fal-so retorno (AJ, 227s.) no est movido porel impulso moral contenido en el momentode verdad de la religin, por el infinitoanhelo de justicia y felicidad plenas, uni-versales, sino ms bien por su contrario,por aquella ley natural de la seguridady el egosmo a la que se opona frontal-mente el sentimiento moral. Lo que Hork-heimer reivindica al apelar al momentoteolgico de la moral es lo que l mismodenomina y delimita claramente como re-ligin en el buen sentido, y sta no esotra cosa que el inextinguible, mantenidocontra la realidad, de que sta debe cam-biar, que se rompa la maldicin y se abrapaso la justicia (AJ, 226): es decir, el mis-mo impulso que se expresa en el sentimien-to moral de rebelin contra la injusticiay de solidaridad o compasin con sus vc-timas. Es ese impulso moral el que Hork-heimer ve amenazado por la lgica de lahistoria, porla lgica del dominio y la auto-conservacin, y por el pensamiento adap-tado a ella: el positivismo y el incipientepragmatismo, a los que achaca por eso faltadel sentido, de la diferencia moral: Elpositivismo no encuentra ninguna instan-cia transcendente a los hombres que dis-tinga entre altruismo y afn de lucro, entrebondad y crueldad, entre egosmo yautoentrega. (AJ, 166s.). Es evidente quela instancia transcendente aqu invocadano se refiere a la transcendencia onto-lgica, metafsica o teolgica, que su pen-samiento materialista sigue rechazandoahora como antes 50. Lo que Horkheimerreivindica con esa expresin no esotra cosaque aquel sentido moral que transciendetoda estrategia, todo negocio al que la lgi-ca del dominio y la autoconservacin redu-ce en ltimo trmino la moral (cf., AJ, 97).

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    Y es en este mismo contexto de reivin-dicacin del sentido moral en el que hayque situar la polmica apelacin del an-helo de lo totalmente Otro (AJ, 165s.) porparte del ltimo Horkheimer, interpretaday sobreexplotada por crticos y apo-logetas como nostalgia de la religin per-dida y superada 51. Esta interpetacin suelepasar por alto con excesiva rapidez queHorkheimer habla preferentemente deanhelo de justicia consumada (AJ, 169,173, 194...) y, sobre todo, que este anhelocoincide con aquel impulso moral reivin-dicado por l en su moral materialista delprimer perodo. No se trata, en efecto, deun mero sentimiento, y menos de un sen-timiento irracional, de un abandono de lafuerza moral de la razn a favor de unamoral piadosa. Ese anhelo es un impulsoque brota, lo mismo que el sentimientomoral, en las vctimas de la historia, enlos sujetos torturados dice bellamenteHorkheimer en el mismo sentido materia-lista que no son capaces de concebir quela redencin del mal infinito sea... incon-cebible (AJ, 233; cf., 203). Por eso no esun mero impulso del corazn ni un de-seo piadoso, sino un impulso moral, esdecir, un impulso de la razn prctica, unimpulso que brota y se realiza en y a travsde la praxis que lo rescata del mundooprimido y silenciado de las vctimas, quelo arranca a la realidad injusta dominan-te, como dira Adorno 52, y lo sostiene encontra de ella, como afirmaba Horkhei-mer del impulso religioso (cf., AJ, 222): unapraxis, por tanto, que niegue la injusticiadominante, que resista y rompa su lgicainterna de dominio y autoconservacin yhaga posible el cumplimiento de la espe-ranza una y otra vez truncada de las vc-timas. Se trata, pues, de un impulso prcticoy contrafctico, de un postulado de la raznprctica en el mejor sentido kantiano, tra-ducido en clave materialista 53, deun impul-so que, en consecuencia, slo es verdaderocuando est inequvocamente bajo el signode la resistencia, de la disidencia y el

    inconformismo frente a la injusticia y sulgica de poder, y no de la resignacin yla aoranza por la religin perdida o dela mera piedad del corazn, y cuando ala vez est bajo el signo inequvoco de lasolidaridad con las vctimas de la injusticiay de su lgica, de la compasin con losexcluidos, histrica o definitivamente, de lafelicidad. El anhelo de justicia consuma-da no pertenece a quien lo formula eneste caso Horkheimer, sino, como el sen-timiento moral, a los sujetos torturadosen los que brota y a favor de los cualesse reivindica. Su reivindicacin por partede Horkheimer responde por eso a la mis-ma intencin de salvar lo que carece deesperanza, que explicitara Adorno, y a lamisma conviccin que sostiene la miradade Walter Benjamin sobre la historia comohistoria de los vencidos: La esperanza nosha sido dada por (en favor de) aquellosque carecen de ella 54.

    El anhelo de justicia consumada:Impulso y horizonte del sentimiento moral

    La reivindicacin del anhelo de justicia con-sumada, de lo totalmente Otro, por parte

    del ltimo Horkheimer no est, pues, bajoel signo de la resignacin y el retorno ala religin superada, sino bajo el signo dela defensa, de la potenciacin, y de la radi-calizacin del sentimiento moral. Es por tan-to una reivindicacin en profunda sintonaconsu pensamiento y su moralmaterialistas.

    Es verdad que muchas de sus afirma-ciones de ltima hora, sobre todo las ver-tidas en charlas y entrevistas, sugieren laidea de que slo la religin es capaz desalvar la moral. Pero ya hemos visto cmosu reivindicacin del momento teolgicoen la moral en ningn caso implica o pre-tende un retorno al tesmo, a la afirmacindel Absoluto, y por tanto a la religin supe-rada en la Modernidad ilustrada, sino slola exigencia de que la moral, el sentimientomoral, est atravesado por aquel anhelo (no

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    afirmacin) que constituy el impulsomedular que le dio origen y lo sostuvo. Loque Horkheimer, sin embargo, no deja cla-ro es cmo suscitar y sostener, a su vez,ese anhelo o impulso. Como hemos podidover, Horkheimer no comparti en ningnmomento el optimismo racionalista de lamoral ilustrada, y en su ltima etapa tantomenos. La razn moral estaba para l seria-mente amenazada por la razn instrumen-tal autoconservadora. Y lo peor es que esaamenaza afectaba tambin a los deseos ysentimientos y, por tanto, a la capacidad deexperiencia de las mayoras finalmentesituadas, integradas en la sociedad de bie-nestar pero crecientemente administrada(cf., AJ, 185ss.). Incluso el lenguaje se estabavaciandode contenido, formalizando, y per-da con ello su vinculacin originaria conlos anhelos y los sufrimientos de los sereshumanos que lo hablan. Y lo mismo sucedecon el arte. Qu queda, pues? Dnde sos-tener el impulso moral? Sern las religio-nes las que lo alimenten, la fuente, portanto, del sentimiento moral? Hay quereconocer que el talante del ltimo Hork-heimer es bien distinto del del apasionadomaterialista de los aos treinta que veabrotar ese impulso espontneamente de laexperiencia de la injusticia y del sufrimientode las mayoras. Pero esa diferencia detalante no implica un cambio en sus con-vicciones profundas, sino un cambio en larealidad histrica que obliga a su pensa-miento, consecuentemente materialista, areformular su visin y sus propuestas. Elimpulso moral sigue teniendo para l susraces en la tierra, pero justamente por esoest ahora amenazado por la lgica quela domina y necesita ser fortalecido. En estesentido, Horkheimer se adelant, precisa-mente en cuanto materialista, a la convic-cin que hoy, en la frontera de la Moder-nidad, en la transicin a una Modernidadautocrtica y reflexiva, cobra ms y msfuerza, no slo en los crculos del pensa-miento conservador comunitarista, sinotambin, y sobre todo, en el mejor pen-

    samiento crtico: la razn, por s sola, noes capaz de alimentar el sentimientomoral 55. Ser entonces necesaria la reli-gin? Desde luego, si las religiones tienenuna razn de existir, sa es para Horkhei-mer, sin lugar a dudas, la de suscitar, sos-tener y cuidar ese impulso, el anhelo dejusticia consumada, que alienta el senti-miento moral de la compasin y la praxispoltica solidaria con las vctimas (AJ, 194).Pero ello no significa, en modo alguno, queHorkheimer pretenda un retorno nostlgi-co a la religin, sino slo que las religionespodran ser fuente de genuino sentimientomoral si realizaran su momento de verdad.Posibilidad sobre la que, por cierto, no sehizo en absoluto demasiadas ilusiones... Deah que ms bien abogara por suscitar,potenciar y ampliar la conciencia de la fini-tud humana a escala planetaria, en la lneaabierta por la metafsica de Schopenhauer,como fuente del sentimiento de solidaridaduniversal, que incluyera,como en la primeraetapa, la solidaridad con los animales y lanaturaleza. En lo cual tambin se adelant,lcidamente, a otra de las exigencias de latica actual 56.

    Con todo, el problema de la moral noes para Horkheimer slo una cuestin demotivacin. El problema fundamental es lacuestin de la verdad. Y ah, su posturavuelve a distanciarse inequvocamente tan-to del optimismo racionalista de la segundateora crtica como, por supuesto, del pen-samiento conservador. Habermas tienerazn cuando critica a Horkheimer el nohaber diferenciado suficientemente entrerazn instrumental y razn formal. Pero estadebilidad de su ltima teora no implicaun escepticismo radical con respecto a larazn. La referencia a la teologa comomomento de incondicionalidad de la moralno obedece en ella a una falta de confianzaen la razn, sino al empeo consciente, yconstantea lo largode todo su pensamientomaterialista, por concebir y defender larazn en cuanto razn moral, heredera delimpulso en otro tiempo guardado en la reli-

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    gin, del anhelo de justicia consumada, yde mantenerla siempre abierta al horizonteilimitado al que apunta ese impulso: a lautopa de su cumplimiento, del sueo deuna humanidad feliz. La razn comuni-cativa podr desarrollar la dimensin deincondicionalidad en su despliegue inma-nente, por tanto sin recurso a Dios, a lavieja y superada teologa, porque ya en smisma, en el propio lenguaje, se da esatranscendencia desde dentro que laempuja en esa direccin 57. Pero al finaltampoco la razncomunicativa podr evitarenfrentarse al mismo lmite ante el queHorkheimer plantea, con total honradez ycoherencia, la cuestin decisiva, la pregun-ta de la filosofa (AJ, 219-226): la preguntapor el futuro de la esperanza truncada delas vctimas sobre cuyos sufrimientos se halabrado la felicidad de los felices 58. Esapregunta est, como hemos visto, en los or-genes mismos de su pensamiento y es lapregunta que acompaa y sostiene al sen-timiento moral, la que pone en l la notade incondicionalidad, y la que impide ladesmoralizacin. La reivindicacin delmomento teolgico en la moral no est,pues, bajo el signo de la vejez de la resig-nacin, sino bajo el signo de la cohe-rencia al mismo impulso moral que alientasu pensamiento materialista desde el prin-cipio. Y es que en aquella pregunta dela filosofa, en aquella encrucijada apo-rtica, se decide para Horkheimer la ver-dad y el sentido tanto del pensamientocomo de la accin. Si esa pregunta quedasin respuesta, si la historia de sufrimientono es reconciliada y la esperanza truncadade las vctimas no halla cumplimiento,entonces afirma Horkheimer sabe-mos que todo el esfuerzo del pensamientohabr sido intil (AJ, 225).

    No se trata de buscarconsuelo

    paras ante los lmites infranqueables de la exis-

    tencia. Ni la moral ni la filosofa ofrecenconsuelo alguno (cf., MMo, 152; AJ, 226).

    Se trata de dar respuesta a la esperanzade los otros, de los excluidos de la felicidad.No es cuestin de resignacin o consuelo,sino de justicia y solidaridad. La moralmaterialista no ofrece consuelo, subrayabael materialista Horkheimer frente a lamoral idealista. Y el ltimo Horkheimermantiene, e incluso radicaliza, esa convic-cin. Pocas ticas habr tan radicalmentesobrias en este sentido como la suya (cf.,AJ, 226-230). Si reivindica el momento teo-lgico de la moral no es porque sta hayadejado de ser materialista, sino justamenteporque lo es hasta el final y se resiste ala tentacin idealista de pensar la felicidad,la razn y la moral por encima o al margende la historia de sufrimiento, de la espe-ranza malograda de las vctimas. Horkhei-mer no lleg a superar el paradigmamoderno de la conciencia en el paradigmade la intersubjetividad, de la razn comu-nicativa. se es, sin duda, un lmite de sumoral materialista. Sin embargo, el impul-so moral que puso en movimiento su pen-samiento materialista llev a ste a trans-cenderse en la direccin del paradigma dela intersubjetividad, incluso de forma msradical que la propia segunda teora crtica.Pues el sentimiento moral abre la razn noa una intersubjetividad formal, simtrica,sino a la intersubjetividad herida, no rea-lizada, pendiente. De ah que se exprese,ahora como antes, en la compasin o soli-daridad con los excluidos de esa intersub-jetividad, en la poltica que resista a la lgi-ca del dominio y la autoconservacin, quela imposibilita, y en el duelo o memoriasolidaria con aquellos que han sido defi-nitivamente excluidos de la misma, de lahumanidad feliz. La reivindicacin delmomento teolgico en el sentimiento moralpor parte del ltimo Horkheimer no obe-

    dece a un empe

    o de mistificaci

    n, sinoa la conviccin materialista de que no hayjusticia sin solidaridad, de que no hay jus-ticia si no es universal, plena, consumada.

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    NOTAS

    1 Cf. M. Horkheimer, Anhelo de justicia, Madrid,Trotta, 2000, pp. 59 y ss., 235.

    2 Carta de 14 de febrero de 1965 recogida ahoraen M. Horkheimer, Gesammelte Schriften, XVIII,Frankfurt, 1996, p. 594.

    3 Carta a Horkheimer de 25 de febrero de 1935recogida ahora en M. Horkheimer, Gesammelte Schrif-ten, XV, Frankfurt, 1995, p. 328.

    4 Me refiero a sus escritos de juventud, M. Hork-heimer, Aus der Pubertt. Novellen und Tagesbuch-bltter, en Gesammelte Schriften, I, Frankfurt, 1988.

    5 M. Horkheimer, Traditionelle und KritischeTheorie (1937), en Gesammelte Schriften, IV, Frank-furt, 1988, p. 216 (trad. cast. M. Horkheimer, Teora

    tradicional y teora cr

    tica, Barcelona, Paid

    s, 2000,p. 77. En adelante citar por esta edicin).

    6 M. Horkheimer, Materialismus und Moral(1933), en Gesammelte Schriften, III, Frankfurt, 1988,p. 116 (trad. cast. Materialismo y Moral, en M. Hork-heimer, Materialismo, metafsica y moral, Madrid, Tec-nos, 1999, p. 109. En adelante citar por esta edicinen el cuerpo mismo del texto con la sigla MMo y lareferencia de pgina).

    7 M. Horkheimer,Materialismusund Metaphysik(1933), en Gesammelte Schriften, III, cit., p. 81 (trad.cast. Materialismo y Metafsica, en M. Horkheimer,Materialismo, metafsica y moral, cit., p. 61. En adelantecitar por esta edicin en el cuerpo mismo del textocon la sigla MMe y la referencia de p gina).

    8 M. Horkheimer, Bemerkungen zur philosophis-chen Anthropologie (1935), en Gesammelte Schriften,III, cit., p. 256 (trad. cast. Observaciones sobre la

    antropologa filosfica, en M. Horkheimer, Teora cr-tica, Buenos Aires, Amorrortu, 1974, p. 56, por la quecito).

    9 La verdad eterna afirma Horkheimer en1936 tiene sin Dios tan poco fundamento y sostncomo el amor infinito (Zu Theodor Haeckers DerChrist und die Geschichte, en Gesammelte Schriften,IV, cit., p. 100).

    10 Crtica que vena haciendo desde los aos veintefrente al potencial emancipador de la filosofa prcticade Kant (cf. Phnomenologische Wertphilosophieund Kants praktische Philosophie: Ethik als Harmo-nisierung der Gegenwart oder Gestaltung der Zu-kunft (1926), en M. Horkheimer, Gesammelte Schrif-ten, XI, Frankfurt, 1987, pp. 142 y ss.).

    11 Como sostiene Th. McCarthy, On the idea ofa Critical Theory and its Relation to Philosophy, en

    D. C. Hoy y Th. McCarthy (eds.),Critical Theory,

    Cam-bridge, 1994, p. 27. Interpretacin que es aceptada enlos crculos de la segunda teora crtica sin reservas.Es verdad que Horkheimer tiende a identificar fun-damentacin racional con fundamentacin absoluta,como ha sealado con acierto H. Brunkhorst (Dia-lektischer Positivismus des Glcks. Max Horkheimers

    materialistische Dekonstruktion de Philosophie,Zeitschrift fr philosopische Forschung, nm. 39, 1985,p. 364), pero ello no da pie para hablar en l de posi-tivismo ni de irracionalismo.

    12 Cf. por ejemplo su clarividente e inequvoco ar-tculo Zum Rationalismusstreit in der gegenwrtigenPhilosophie, en Gesammelte Schriften, III, cit.,pp. 163-220.

    13 M. Horkheimer, Anfnge der brgerlichen Ges-chichtsphilosophie (1930), en Gesammelte Schfhriften,II, Frankfurt, 1987, p. 240 (trad. cast. Los comienzosde la filosofa burguesa de la historia, en M. Hork-heimer, Historia, metafsica y escepticismo, Madrid,Alianza, 1982, pp. 86 y ss.). En el mismo sentido, Zu

    Theodor Haecker..., cit., p. 100.14 Aunque no hace referencia explcita a los clsicos

    pasajes de la Fundamentacin de la metafsica de lascostumbres y de la Crtica de la razn prctica, es evi-dente que Horkheimer lo toma de la filosofa prcticade Kant, no de la alternativateora de lossentimientosmorales de Shaftesbury, Hutcheson o Hume, aunque,como Kant, reconozca su momento crtico frente aldogmatismo racionalista [cf. Inmanuel Kant zum150. Todestag (1955), en Gesammelte Schriften, VII,Frankfurt, 1985, p. 37].

    15 H. Schndelbach, Max Horkheimer und dieMoralphilosophie des deutschen Idealismus, enA. Schmidt y N. Altwicker (eds.),Max Horkheimer heute:Werk und Wirkung, Frankfurt, 1986, p. 61.

    16 Phnomenologische Wertphilosophie..., cit.,p. 143.

    17 Hay en la tica materialista de Horkheimer, sin

    duda, una componente decisionista, en la medida enque la tica no descansa para l en ninguna metafsica(o teologa) ni se sigue de la sola razn. Pero esa com-ponente no implica en modo alguno que quede aban-donada a lo irracional o meramente emocional. Hork-heimer se opone slo a las pretensiones excesivas, esdecir, idealistas, de fundamentacin (H. Schndel-bach, Max Horkheimer und die Moralphilosophie...,cit., p. 65). Su posicin estara, pues, entre el irra-cionalismo y la fundamentacin fuerte racional, msen sintona con la fundamentacin dbil de la moralque ha propuesto A. Wellmer frente al propio Haber-mas (cf. tica y dilogo, Barcelona, Anthropos, 1994).

    18 H. Schndelbach, ibid., p. 61.19 Ibid., p. 62.20 R. Mate, La razn de los vencidos, Barcelona,

    Anthropos, 1991, p. 145.21

    M. Horkheimer,

    Dmmerung

    (1926-31), enGesammelte Schriften, II, Frankfurt, 1987, p. 371 (trad.

    cast. Ocaso, Barcelona, Anthropos, 1986, p. 83). Estaidea atraviesa los escritos de Horkheimer como unmotivo crtico fundamental. Por eso, en la ausenciade este sentimiento de compasin, en la insensibilidadfrente al sufrimiento de los otros, sobre todo de los

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    dbiles y lospequeos,vio l siempreunade lascausas

    de la perversin del pensamiento materialista, concre-tamente del marxismo (cf. por ejemplo Spne, enM. Horkheimer,Gesammelte Schriften, XIV,Frankfurt,1988, pp. 247 y ss.).

    22 M. Horkheimer, Teora tradicional y teora cr -tica, cit., p. 62.

    23 Ibid., p. 77. ste es aade Horkheimer elcontenido del concepto materialista de razn. Otrade las ideas fundamentales que atraviesan todos susescritos. Volveremos sobre ella.

    24 Ibid. Como ha visto bien A. Arteta, el aciertode la reivindicacin del sentimiento moral en Hork-heimeres haber ligadoestrechamente, frente a la moralformal o idealista, la compasin y la poltica, la soli-daridad y la superacin de la injusticia (La compasin.Apologa de una virtud bajo sospecha, Barcelona, Pai-ds, 1996, pp. 264 y ss.).

    25 M. Horkheimer, Escepticismo y moral, en Oca-so, cit., p. 51.

    26 Ibid., p. 83. La resistencia a este mito es otrade las lneas de fuerza de su pensamiento y de sutica materialista.

    27 Es otro de los elementos configuradores de supensamiento, como l mismo record en trabajos delltimo perodo (cf. Eplogo a Portraits deutsch-jdis-cher Geistesgeschichte y Salmo 91, en Anhelo de jus-ticia, cit., pp. 59 y ss., 106 y ss., 235) y Adorno subraytambin en su Carta Abierta (cit., p. 594).

    28 Por ejemplo, H. Brunkhorst, Dialektischer Posi-tivismus des Glcks, cit., p. 357, en el que se apoyaJ. Habermas en su interpretacin de la evolucin delpensamiento de Horkheimer (cf. Max Horkheimer:sobre la historia del desenvolvimiento de su obra,en Textos y contextos, Barcelona, 1996, p. 116).

    29 M. Horkheimer, Zum Rationalismusstreit in dergegenwrtigen Philosophie (1934), en GesammelteSchriften, III, cit., p. 215.

    30 M. Horkheimer, Ocaso, cit., p. 170.31 M. Horkheimer, Zu Theodor Haecker..., cit.,

    pp. 99 y ss. Otra de las convicciones centrales de supensamiento materialista, que incide decisivamente ensu idea de felicidad universal, consumada, y determinaconsiguientemente el horizonte de la moral. Por esole sorprendera la prctica irrelevancia de esta ideade duelo metafsico como del sentimiento de lacompasin en el pensamiento materialista de Marxy Engels (Carta a Adorno de 11 de junio de 1949,en Gesammelte Schriften, XVIII, Frankfurt, 1996,p. 50).

    32 W. Benjamin, Das Passagenwerk, N, 8, 1, enGesammelte Schriften, V.1, Frankfurt, 1982, pp. 588

    y s.33 Por ejemplo, J. Habermas, Max Horkheimer:

    sobre la historia..., cit., p. 128.34 Carta a W. Benjamin de 16 de marzo de 1937,

    en M. Horkheimer, Gesammelte Schriften, XVI, Frank-furt, 1995, p. 52.

    35 M. Horkheimer, Teora tradicional y teora cr -

    tica, cit., p. 47.36 M. Horkheimer, Apndice (1937), en Teora

    tradicional y teora crtica, cit., pp. 86 y ss. Como sesabe, este apndice lo escribi como respuesta al art-culo Teora crtica y filosofa que H. Marcuse publicen la revista del Instituto tras aparecer el de Hork-heimer y en el que llamaba la atenci n sobre un dficitde fundamentacin filosfica de la teora crtica.

    37 Ibid., p. 87.38 M. Horkheimer, Gedanke zur Religin, en

    Gesammelte Schriften, III, cit., p. 327.39 M. Horkheimer, Gedanke zur Religin, cit.,

    p. 328.40 As, sobre todo, J. Habermas en su artculo So-

    bre la frase de Horkheimer: Es intil pretender salvarun sentido incondicional sin Dios, en Textos ycontextos, cit., pp. 133 y ss., al que haremos por eso,

    a partir de ahora, repetidas referencias. TambinA. Wellmer en Finales de partida: La modernidad irre-

    conciliable, Valencia, 1993, pp. 240 y ss.41 Cf. M. Horkheimer y Th. Adorno, Dialctica de

    la Ilustracin. Fragmentos filosficos, Madrid, Trotta,1994, p. 163 (en adelante, citada en el cuerpo del textocon la sigla DIy la referencia de pgina).

    42 Como sostiene Habermas, Sobre la frase deHorkheimer..., cit., p. 134.

    43 Como piensa A. Wellmer, Finales de partida, cit.,pp. 243 y ss.

    44 M. Horkheimer, Autoritrer Staat, en Gesam-melte Schriften, V, Frankfurt, 1987, p. 307 (trad. cast.El estadoautoritario, en Sociedad en transicin. Estu-dios de filosofa social, Barcelona, 1976, p. 111).

    45 M. Horkheimer, Zur Kritik der instrumentellenVernunft, en Gesammelte Schriften, VI, Fr