leonardo pratignani - multiverso

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    MULTIVERSO

    LEONARDO PRATIGNANI

    ISBN: 978-84-15579-10-6

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    Sinopsis

    Alex vive en Miln. Jenny, en Melbourne. Sus vidas han estado unidas desde

    siempre por un dilogo teleptico que se establece sin previo aviso mientrascaen en un estado de inconsciencia. Cuando deciden encontrarse, descubren

    una realidad que cambiar por completo sus vidas, destruyendo la certeza

    sobre el mundo que habitan.

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    A mi padre.

    En uno de los infinitos mundos paralelos,

    antes o despus, nos reencontraremos.

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    Alex Loria estaba listo para la canasta decisiva. Camiseta amarilla-azulempapada de sudor, un mechn rubio cayndole sobre la frente y la mirada dequien saba que marcara.

    Era el capitn. Haba conseguido forzar dos tiros libres en el ltimominuto. El primero haba entrado. Aro-tablero-aro-canasta.

    Faltaba un solo punto. No poda fallar.

    Alex se sec las manos en los pantalones cortos y observ al rbitromientras le pasaba la pelota. Una rpida mirada glacial al autor de la faltapersonal, un muchacho que asista a un instituto vecino, y volvi a

    concentrarse en el tiro libre.

    Si encesto ganamos el partido, vamos, Alex... se susurr paraanimarse, mientras con la cabeza inclinada haca botar la pelota.

    Sus compaeros permanecan en silencio, tensos y listos para saltar alrebote. Los habituales gritos de nimo resonaron en el gimnasio de la escuela.Era solo un amistoso, no haba pancartas agitadas por los padres en lasgradas ni chicos con palomitas al borde de la cancha. Pero nadie queraperder, especialmente el capitn. De pronto le sobrevino aquella sensacin devaco. Las piernas flojas. Un escalofro en la espalda. La vista nublada.

    Mientras compaeros y adversarios lo miraban desconcertados, Alex cay derodillas, apoy una mano en el parqu sinttico y comenz a jadear.

    Lo senta.

    Estaba a punto de suceder otra vez.

    Quieres hacer el favor de venir a la mesa? llam Clara desde lacocina.

    Un momento, mam!

    Hace veinte minutos que dices un momento! Muvete!Jenny Graver buf y sacudi la cabeza mientras el ratn comenzaba a

    cerrar las aplicaciones en uso en su MacBookPro. Alz la vista hacia el reloj depared. Las ocho y cuarto. Por su tono, su madre no pareca dispuesta aadmitir ms retrasos.

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    Jenny se levant y se mir en el espejo que haba en la pared delescritorio. El pelo castao le caa sobre los anchos hombros de nadadoraprofesional. A pesar de sus diecisis aos, Jenny ya ostentaba un ricopalmars de medallas, todas colgadas en las paredes del pasillo, en el primerpiso de la casa de los Graver. Sus victorias eran el orgullo de su padre, Roger,

    ex campen de natacin, en sus tiempos muy conocido en Melbourne.

    Jenny sali de su habitacin y atraves el pasillo para ir al bao a lavarselas manos. Un exquisito aroma a carne asada suba por las escaleras.

    De repente sinti aquel estremecimiento. Lo conoca muy bien.

    Se le nubl la vista, avanz dos pasos y trat de apoyarse en el borde dellavabo para mantenerse en pie. Su cuerpo cedi repentinamente, como si,salvo los brazos, sus msculos ya no respondieran a ninguna orden cerebral.

    Estaba a punto de suceder otra vez.Dnde ests?

    La voz retumb en la cabeza de la chica. Un repentino silencio.

    Gemidos a lo lejos, inquietantes como un llanto que resuena en el fondode un abismo.

    Dime dnde vives...insisti el chico.

    Mel...Jenny trat de responder.

    Te oigo... Necesito saber dnde ests.

    Cada slaba proferida por Alex era como una aguja clavada en su cabeza.

    El dolor era punzante.

    La respuesta lleg acompaada por una maraa de gritos y risasinfantiles. Todo le giraba en la cabeza como un remolino, una confusa mezclade emociones. Pero aquella palabra lleg por fin hasta l:

    Melbourne.

    Te encontrarfue lo ltimo que dijo Alex antes de que todo se volvieranegro.

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    Clara Graver se quit los guantes de cocina y corri al piso de arriba tras

    or la cada de Jenny, como un peso muerto. Subi las escaleras, jadeante,arriesgndose a tropezar, y cuando estuvo delante de la puerta entornada laabri de golpe. Su hija estaba tendida en el suelo, con baba en la boca y unhilo de sangre salindole entre los labios.

    Jenny!exclam y se arrodill junto al cuerpo inconsciente. Los ojosde la muchacha estaban desencajados, la mirada perdida en el vaco.Cario... estoy aqu. Mrame.

    Con unas caricias en las mejillas Clara consigui despertar a su hija.

    Una tcnica sencilla pero eficaz, ya convertida en hbito.

    Roger subi los escalones de dos en dos y lleg agitado al bao. Mirprimero a su mujer y luego a su hija, que iba recuperndose poco a poco.

    Cmo est?

    Clara se limit a encogerse de hombros.

    Ha sucedido otra vez?la apremi l, aunque conoca perfectamentela respuesta.

    Jenny enfoc lentamente la expresin preocupada de su padre e intentcalmarlo:

    Estoy bien.Te has golpeado la cabeza?No, creo que no.Roger se acerc y le frot la nuca. Los dedos se mancharon de rojo.

    Esto es sangre, Jennifer. Su tono no transmiti preocupacin, sinoms bien resignacin.

    Oh, Dios mo!exclam Clara.

    Tranquila, es superficialla seren l mientras Jenny se masajeaba lacabeza.

    Puedes ponerte en pie? le pregunt su madre tendindole unamano.

    Jenny inclin el busto y sinti una punzada de dolor en el lado derechode la frente. Logr levantarse.

    Ahora te vas a la cama. Te preparar una tisana dijo con tono

    afectuoso la madre, forzando una sonrisa.

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    Roger sacudi la cabeza.

    Dios santo, Clara, cundo entenders que con tus tisanas nocuraremos a nuestra hija? El doctor Coleman haba dicho que...

    No me importa lo que haya dicho el doctor!

    Si tomaras en consideracin la terapia...

    Ya hemos hablado de eso, y la respuesta es no! lo interrumpi,resuelta. Jenny est... Jenny estar muy bien.

    Entretanto, la muchacha se haba acercado a la ventana, dondepermaneca con la mirada perdida. Ms all de la cortina bordada a mano porsu abuela se entrevean los tejados de las casas adosadas de Blyth Street.

    Aquella disputa entre sus padres era una escena que Jenny conoca muybien.

    Los desvanecimientos haban empezado cuatro aos antes. Ella acababade festejar su duodcimo cumpleaos y estaba jugando con los regalos tradospor amigos y parientes. Su madre estaba desempolvando los muebles de lasala cuando ella, de pie delante del televisor, se haba desplomadosbitamente. Apenas haba conseguido decir Mam al notar que la cabeza lepesaba y la vista se le nublaba. La ltima imagen que distingui antes dedesvanecerse fue el diploma de su madre, enmarcado y colgado en la pared dela sala: Clara Mancinelli, doctora en Letras summa cum laude. Abajo, junto ala firma del rector, el sello de la Universidad la Sapienza de Roma. Elpergamino estaba fechado el 8 de mayo de 1996, exactamente una semanaantes de que Clara conociera a Roger, que estaba de vacaciones en la capitalcon un amigo, y decidiera cambiar el curso de su destino siguindolo aAustralia. A su madre le gustaba recordar que si no hubiera entrado en aquelcaf para ir al lavabo, Roger y ella no se habran conocido. Y Jenny nuncahabra nacido.

    Los exmenes mdicos a que sometieron a Jenny no arrojaron ningnresultado preocupante. La nia no tena problemas de tensin ni de corazn,su salud era perfecta y sus xitos deportivos as lo demostraban con creces.Haba ganado dos aos seguidos la medalla de oro del torneo provincial yhaba sido seleccionada para participar en las Olimpadas Escolares, paraalegra de Roger, que la entrenaba personalmente cuatro tardes por semanaen el Melbourne Sports & Aquatic Centre.

    Desde entonces, episodios de aquel tipo se haban producido cada vezcon mayor frecuencia. A veces presentaban los sntomas de un ataqueepilptico, otras parecan simples desvanecimientos. Segn los mdicos a losque Clara consultaba, no se daban los supuestos para un tratamiento contrala epilepsia. La pasin de su mujer por las flores de Bach y la homeopata

    contrariaba la visin tradicional de Roger, pero hasta entonces ella se habasalido con la suya. Nada de frmacos, ninguna terapia.

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    En los aos siguientes, Jenny aprendi a convivir con aquello quellamaba el ataque. Le haba ocurrido en las situaciones ms dispares.Durante la excursin escolar a Brisbane, cuando se haba desmayado en elvestbulo del hotel mientras la profesora pasaba lista y distribua a lasmuchachas por parejas en las habitaciones. En el cine, cuando ni siquiera sus

    amigas se haban percatado de que, mientras ellas vean la pelcula, Jenny sehaba derrumbado en la butaca con la cabeza ladeada y los brazos colgando. Ytambin en la pizzera, cuando Roger la haba llevado a festejar su primeramedalla de oro, y en el Burger King, donde el equipo de natacin se reuna losviernes con el entrenador. Por no hablar de todas las veces que le habaocurrido en casa, en la cama o en cualquier habitacin. Por suerte, pensaba amenudo, el ataque nunca se haba producido en la piscina. Su vida habracorrido peligro.

    Lo que sus padres no saban era lo que ocurra durante los

    desvanecimientos.

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    El mdico del instituto dio una palmadita en el hombro a Alex y lo hizo

    levantar despus de un breve examen. La enfermera, al fondo del pasillo delltimo piso, junto a la biblioteca, era un cuarto provisto de escritorio, camilla

    y botiqun. Todo de color blanco, todo fro y poco acogedor como el tonosarcstico y el aire de superioridad del doctor.

    Capitn, recuerda que estamos a un paso de losplay-off.

    Lo recuerdo perfectamenterepuso Alex mirando al mdico, seguro des.

    El campeonato te estresa demasiado? O el problema son los deberesen casa?

    No me estresa nadaminti el muchacho. Puedo marcharme?

    Esperndolo en el pasillo estaba Teo, el entrenador del equipo debaloncesto, apoyado contra la pared, en las manos una biografa de Michael

    Jordan, el campeonsimo al que sola citar como ejemplo de deportistaperfecto.

    Alex lo ignor y enfil el pasillo, pero el hombre lo sigui.Alex, espera.Qu pasa? Est todo bien.

    No, no est todo bien. Si estamos as no podr alinearte en el equipo enlosplay-off.

    Alex lo mir fijamente y por un instante pens en la palabra estamos.Era costumbre del entrenador: si un muchacho tena un problema, concernaa todos.

    Haga lo que estime conveniente.

    T eres el capitn, tus compaeros te necesitan. Pero si te desplomas

    en un momento decisivo, y adems arriesgas tu salud... pues entoncestenemos un problema.

    Y qu quiere que haga? Designe un nuevo capitn si le parecenecesario. Los mdicos dicen que todo me funciona bien.

    No es esa la opinin de tus padres.Alex observ al entrenador, que le sostuvo la mirada con ojos decididos.Mis padres son demasiado aprensivos.

    Pues a m me da en la nariz que me ocultas algo. Alex, demonios, eresel mejor, pero no puedo arriesgarme a que... a que lo sucedido hoy se repita

    durante la final.

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    Entonces djeme en el banquillo, as ni siquiera llegaremos a la final. Ysin ms baj la escalera y se march.

    Mientras recorra el Viale Porpora con el cuello de la chaqueta levantadopara protegerse del aire fro y punzante de Miln, los pensamientos se le

    agolpaban en la cabeza. Continu rumiando hasta que lleg al portal de laseorial casa donde su familia ocupaba un piso regio. No quera perderse laetapa final de la temporada. Era el mejor anotador del torneo, era el capitn,haba dado el mximo en todo momento. Pero si el entrenador decida dejarlofuera, su opinin servira de poco.

    Subi al primer piso. La seora del piso de al lado lo salud y l lacorrespondi con una sonrisa de circunstancia y un gesto de la cabeza.

    No puedo ms... susurr para s mientras giraba la llave en lacerradura de la puerta blindada.

    Su casa lo recibi silenciosa como siempre. A aquella hora sus padresestaban en el trabajo. Sobre el mueble del recibidor su madre haba dejadouna nota, como de costumbre. Rezaba: Junto al microondas hay una tartasalada. Por favor, estudia! Besos. Mam. Alex continu adelante sin pasarpor la cocina.

    En su habitacin, dej caer la mochila junto al escritorio, se quit lachaqueta y se sent en el borde de la cama. Por suerte, pens, no se habagolpeado la cabeza. ltimamente consegua anticiparse al ataque y ponerseprimero de rodillas, para hacer la cada menos peligrosa. Era un recurso,

    aunque no resolva el problema; como mucho, le evitara lesionarse la cabezaun da u otro.

    Se ech de espaldas en la cama, con las manos en la nuca y los ojosentornados.

    Las primeras veces perciba un fastidioso rumor indefinido. Con el tiempohaba aprendido a reconocer algunos sonidos. El ms agradable era el fragorde las olas en los escollos. Otros parecan repiques de campana, algo continuo

    y odioso.

    Esto ocurra durante el primer ao de desvanecimientos, cuando Alextena doce aos. Despus hubo una evolucin: durante los ataques cobrabanforma algunas imgenes en su mente. Eran muy confusas, se superponan ypareca imposible relacionarlas con algo real. Nada que tuviera que ver con suvida o con antiguos recuerdos.

    En una de las visiones ms vivas y recurrentes, Alex se encontrabarecostado en una cama y rodeado de paredes blancas; el mobiliario de lahabitacin era ms que austero. Solo consegua percibir un crucifijo en lapared de enfrente, un florero encima de una mesita a su derecha y unaventana con la celosa cerrada. Intentaba mover las manos, pero parecan

    sujetas por algo; un lazo, quiz. Sin duda era su peor pesadilla. En cierto

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    punto, todo se volva oscuro y comenzaba una serie de lamentossuperpuestos. Voces indistintas, ecos de tormentos sin fin.

    Otra imagen bastante recurrente en los primeros aos era una manopequea y regordeta. Alex la aferraba y tiraba para acercarla hacia s, en vano.

    Entonces se limitaba a sostenerla. No poda ver ms all, percibir unos rasgos,un contorno definido. Cuando lo intentaba, la pequea mano se disolva y seescurra como arena entre los dedos.

    Entre las tantas imgenes que se haban alternado en su cabeza enaquellos cuatro aos de ataques, recordaba bien la de una playa. A veces veaa lo lejos a una nia, siempre la misma. En el ltimo ao haban aparecidootros detalles. El rostro se confunda en la imagen nublada, pero los ojos sedistinguan con nitidez. Eran oscuros, tan intensos como para quedar en sumemoria. Volvan cada noche. No recordaba cuntas veces los haba recordadoal despertar; deba de haber sucedido al menos un mes seguido.

    Luego haban empezado las voces.

    El desvanecimiento siempre era precedido por un escalofro en la espalday una sensacin de entumecimiento en las articulaciones. Pero un da Alexhaba odo una voz que trataba de hacerse sitio entre la mirada de rumores ygritos a los que ya se haba habituado. Era una voz femenina, joven, pero noentenda qu deca.

    Luego haba empezado a anotar en un diario las palabras que le pareca

    discernir. La primera fue ayuda. l intentaba responder, pero, a pesar deesforzarse por emitir sonidos, nunca lo consigui. Segn decan sus padres,mientras estaba inconsciente farfullaba algo. Preguntas como Quin eres? oDnde ests?.

    El muchacho haba decidido no comentar a nadie, ni siquiera a suspadres, lo que senta o vea durante los ataques. No saba el motivo, perointua que aquellas experiencias deban ser protegidas, custodiadas. Era sunico secreto.

    El episodio ms significativo se haba producido tres meses antes. Alex

    acababa de volver a casa del entrenamiento de baloncesto. Faltaba poco paraque sus padres regresaran del trabajo. El desvanecimiento se produjo en sucuarto y, en el breve estremecimiento que le precedi, Alex tuvo tiempo deecharse en la cama. La acostumbrada mezcla de imgenes y sonidos surgi ensu mente acompaada de un calidoscopio de sensaciones.

    Tras los primeros y confusos instantes percibi a lo lejos el rostro de lamuchacha. Como siempre, los ojos eran el nico detalle que emergantidamente de la visin. Pero la voz era ms clara.

    Existes de verdad?

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    l vacil un instante, sin saber si haba odo de verdad aquella preguntatan clara y precisa. Nunca le haba ocurrido algo similar, y estaba tanemocionado como asustado.

    S, existo.

    Cmo te llamas?

    El eco de aquellas pocas palabras lo transport a una dimensinmaravillosa, dndole una sensacin de placer y plenitud.

    Alex. Y t?

    Una maraa de gritos desgarradores resonaba a lo lejos.Jenny.

    Luego la muchacha se haba desvanecido, absorbida por una espiral deimgenes confusas.

    En la entrada del diario de Alex de aquel da estaba explicado ysubrayado. Era el 27 de julio de 2014. Haba sentido la presencia de la chica.Haba percibido algo terriblemente real. No se trataba de un sueo, estabaseguro, ni de una alucinacin o una visin.

    Alex se haba comunicado con una muchacha que estaba en alguna partedel mundo. No tena ni idea de cmo era posible, pero estaba convencido:

    Jenny exista.

    Y muy probablemente estaba lidiando con los mismos pensamientos.

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    Se lo he dicho, pens Jenny mientras se sentaba a la mesa disimulandola emocin. Su padre le dirigi una mirada indagadora, para comprobar si suhija se encontraba bien despus de su ensimo desvanecimiento. El reloj decuco colgado junto a la nevera, comprado por los Graver en la pasada Navidaden un puesto a la entrada del Altona Coastal Park, marcaba las nueve menosveinte.

    Me parece que ests mejor, Jenny dijo su madre mientras serva elasado.

    Deja que sea ella quien diga si est bienintervino el padre.

    Su mujer suspir sin replicar y se sent a la mesa como si no pasaranada.

    Pero a Jenny, aquella tarde, no la preocupaba lo que dijeran sus padres.Sus pensamientos eran todos para Alex.

    Le he dicho dnde vivo, lo he conseguido.

    Se esforzaba por hacerlo desde haca mucho tiempo. Durante el ltimoao haba intentado varias veces comunicar algo ms de s, aparte de su

    nombre, pero crea que no estaba en condiciones. Adems, nunca habaquerido admitir del todo que aquella voz en su cabeza perteneciera a unapersona real. Y haba tambin otro motivo que la disuada de tratar decomunicarse: el dolor. Quizs el muchacho que haba dicho llamarse Alex nosenta el mismo sufrimiento fsico durante los ataques, pero para ella era unatortura. Cada vocablo le perforaba el cerebro, como una aguja que laatravesara de sien a sien. Pero esta vez no tena dudas de haber pronunciadocon claridad el nombre de su ciudad.

    Jenny se haba formado una idea muy vaga de su interlocutor. El nombre

    era el nico indicio seguro. Pareca una voz joven, probablemente de una edadsimilar a la suya, y durante las visiones haba entrevisto sus ojos y atisbadoun mechn de pelo rubio sobre la frente.

    A veces se preguntaba si no estaba erigiendo un gigantesco castillo denaipes que pronto se derrumbara llevndose todas sus ilusiones. Esto era loque ms tema: perder aquella sensacin que desde haca aos la acompaabatodos los das de su vida, la esperanza de que aquella voz perteneciera a unapersona real.

    Aquella noche se fue a dormir serena. Sonrea mientras miraba al techo

    con aire soador. Las estrellitas fosforescentes que su padre haba pegadomuchos aos antes seguan all, brillando para ella antes de que se durmiera.

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    Casiopea, el cuadrado de Pegaso, Andrmeda y luego la Osa Mayor y la Menorseparadas por la sinuosa constelacin del Dragn. Un firmamento todo paraella.

    Jenny cerr los ojos.

    Alex exista, estaba segura. Se hallaba en alguna parte del mundo. Dealgn modo conseguan comunicarse. Y ella no poda prescindir de l.

    Aquella tarde, despus de haber engullido la tarta salada y perdido unahora delante del televisor bebiendo una botella de zumo de pera, Alex decidiir a la biblioteca. Frente al portal de su casa aquella maana haban iniciadouna obra, una cuadrilla de operarios con mono naranja estaba perforando lacalle y el estruendo haca imposible concentrarse. La prueba de Filosofaestaba a la vuelta de la esquina y l haba estudiado ms o menos un tercio delo que la profesora haba marcado.

    Con la mochila a la espalda, cogi un par de autobuses y lleg a laBiblioteca Universitaria. Ya haba estado antes, era un sitio silencioso yfrecuentado por muchachos mayores que l, en general alumnos delPolitcnico. Cuando entr en la sala, busc una mesa libre y fue a sentarse.

    Empez a hojear el cuaderno de apuntes, desganado, y luego cogi de lamochila el manual de Filosofa.

    Estaba subrayando con lpiz una frase de Kierkegaard cuando elhabitual escalofro le paraliz la espalda, golpeando cada terminacinnerviosa.

    Pero haba algo extrao.

    Mir alrededor, a la espera del momento lgido. Saba que poda caersede la silla, pero no se tendi en el suelo. Permaneci inmvil, sentado, con los

    brazos sobre la mesa. Not el cuerpo cada vez ms pesado, pero consiguimantener el control de la cabeza y los msculos del cuello. De improviso, unaintensa sensacin de vaco. Se sinti como suspendido en el aire, como si bajosus pies se hubiera abierto un abismo y l flotase encima, sin despearse. Yano consegua distinguir del todo el ambiente normal de la biblioteca. Solo veahumo y niebla. Y aquel vaco.

    Mas su mente permaneci vigilante. An se senta dueo de su cuerpo yle pareca que no se desvanecera. Estaba consciente: en parte anclado en larealidad fsica y en parte inmerso en el espacio abstracto de la visin. Por

    primera vez en cuatro aos aquella tarde no haba ruido de fondo, solo un

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    susurro similar a un soplo de viento. Alex consegua percibir el aire fresco quelo rodeaba.

    Ests ah, Jenny?

    Un momento de silencio que pareci interminable. Luego la respuesta:S, Alex.

    El muchacho fue presa de un sentimiento nuevo: una mezcla deincredulidad, alegra, estupor y curiosidad.

    Desde el otro lado del mundo, tambin ella por primera vez no advirtiningn dolor fsico durante el contacto.

    Te lo ruego, dime que eres realpidi Alex.

    Sabes que existo. Y yo s que t existes.La voz de Jenny era dulce yfamiliar.

    A Alex le pareca hablar con alguien que estaba siempre a su lado,comunicarse con ella como si las distancias no existieran.

    Jenny, debo pedirte algo que te parecer tonto. La muchacha norespondi. Alex continu mirando al vaco sin ver ms que niebla. Estsah, Jenny? Quiero preguntarte...

    La voz proveniente de la niebla lo interrumpi:Clever Moore.

    Alex se qued sin aliento. Incrdulo.Se llama Clever Moore repiti ella. Aquella respuesta le pareca

    imposible.Jenny... an no te lo haba preguntado.

    Las palabras empezaron a reverberar. La comunicacin se estabadebilitando. Las voces se alejaban poco a poco.

    S que lo has hechoreplic ella, y el eco multiplic las palabras en lacabeza de Alex antes de desvanecerse a lo lejos, disueltas en el rumor delviento.

    Alex abri desmesuradamente los ojos. Apret los puos y ech la cabezaatrs, notando el hormigueo causado por un ligero entumecimiento.

    En la sala, dos grupitos de estudiantes ocupaban sendas mesas,mientras la bibliotecaria colocaba resmas de papel en un armario.

    El muchacho repiti mentalmente el breve dilogo mantenido con Jenny.Luego se levant de golpe, a riesgo de caerse. An senta las piernas mediodormidas. Se acerc a la bibliotecaria, que se haba sentado a su ordenador ytecleaba desganadamente.

    Perdone dijo Alex, necesitara que me hiciera un favor. Suordenador est conectado a internet?

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    La mujer, una cincuentona de rostro arrugado y con un lunar en elpmulo derecho, lo mir a los ojos. No pareca dispuesta a ayudarlo.

    Qu necesitas? pregunt bajndose las gafas sobre la punta de lanariz.

    Solo comprobar una cosa. Es importante.

    La funcionara solt un suspiro y enarc las cejas, molesta, pero asinticon la cabeza.

    Puede buscar Sydney en Wikipedia y decirme qu nombre sale enalcalde?

    La bibliotecaria lo hizo con lentitud exasperante.

    Clever Mooreley finalmente. Alex la mir, incrdulo.

    Est segura?Mira t mismo dijo ella girando la pantalla hacia el muchacho. Alex

    ley con sus propios ojos aquel nombre: Clever Moore.O sea que existe... existe de verdadmurmur para s.Quin existe de verdad?l sonri y no respondi. Se volvi, recogi la mochila y se encamin

    rpidamente hacia la salida, sonriendo radiante.

    Mientras bajaba los peldaos hasta la acera, Alex Loria lanz un grito dealegra, sin preocuparse por los transentes que lo miraron como se mira a unchalado.

    Jenny exista de verdad.

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    Cuando la comunicacin se interrumpi, Jenny estaba tumbada en sucama, en la oscuridad. Del piso de abajo suba un vocero confuso. No setrataba de sus padres, sino de la televisin. Pasaba de la medianoche y el cielode Melbourne se vea por la ventana del cuarto. Despejado, sin nubes, unmanto negro embellecido por una mirada de puntitos luminosos. Desde aquelngulo no se vea la luna. En cambio, el cinturn de Orin era muy visible,con las tres estrellas caractersticas alineadas.

    La ms grande se llama Betelgeusele haba explicado su padre aosantes-. Y es enorme. Su radio es mil veces el del Sol!

    Qu significa?haba preguntado ella, siempre curiosa.

    Que si sustituyramos el Sol por Betelgeuse... su permetro rozara laTierra!

    Pap... pero cuando nosotros ya no estemos, como los abuelos, iremosal universo?

    En cierto sentido, s. Cuando observas las estrellas, puedes pensar queel abuelo y la abuela te miran desde all arriba.

    Significa que an estn vivos?Roger le haba acariciado el rostro.

    Eso no es posible, tesoro.

    Pues yo creo que s lo es, en alguna parte.

    La muchacha se quit una goma de la mueca, se at el pelo y respirhondo. No haca calor, pero a Jenny le agradaba dormir ligera de ropa. Lacamiseta sin mangas con la leyenda SURF-MANIA y las braguitas dejaban aldescubierto unas piernas atlticas y una tersa piel dorada. En el cuello, comosiempre, llevaba su colgante preferido, una cadenita que terminaba con el

    Triskell, un smbolo de origen celta formado por tres medialunas entrelazadasen una especie de remolino. En el centro del colgante, la letra V se funda con

    el ncleo de la espiral. Se lo haba regalado su abuela.

    Te proteger le haba dicho al drselo. El Triskell brillaba sobre sublanca palma.

    Qu significa la V?haba preguntado Jenny.Me lo regal tu abuelo el da que pidi mi mano. Es un amuleto que

    contiene nuestra historia. Tu historia.

    Por qu la ma?

    La abuela se haba limitado a sonrer, estrechndole los hombros.

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    Jenny sacudi la cabeza al evocar aquel dulce recuerdo. Sus abuelos yano estaban, pero no la haban dejado sola. Haba quedado aquel smbolo quecontaba el origen galico de su familia paterna. Sola apretarlo en la manocuando tena miedo o necesidad de fuerza y valor para afrontar un reto, fuerauna competicin de natacin o un examen.

    Volvi a pensar en Alex.

    El ataque no se haba producido durante el sueo, a pesar de la hora.Jenny estaba despierta en la oscuridad, pensando en la prueba que laesperaba el sbado siguiente y para la cual se haba entrenado muy poco acausa del estudio. Tras el escalofro, Jenny haba experimentado unasensacin de calor desconocida. Se senta segura. Su cuerpo no responda alas rdenes del cerebro, pero adverta la agradable sensacin de flotar en unlimbo, protegida y serena. Con los ojos cerrados, se haba abandonado al

    encuentro. Como un sueo, pero tanto ella como Alex saban que no lo era.

    Por primera vez Jenny estaba segura. Siempre haba tenido la duda deque todas aquellas voces e imgenes obedecieran a trastornos psquicos,alguna extraa forma de esquizofrenia. Las bsquedas en internet, en foros yblogs, de alguna historia anloga a la suya, haban sido vanas. Al final habarenunciado. Durante cuatro largos aos haba sospechado que Alex solo erauna proyeccin mental y temido que no hubiera nadie al otro lado. Ahora, sibien no tena pruebas cientficas de la existencia del muchacho, su recientecomunicacin no dejaba lugar a dudas. Alex le haba hecho una preguntaprecisa para comprobar, a su vez, que ella era una persona real. Y ella habarespondido.

    Ests ahmusit. S que ests ah.

    Permaneci despierta largo rato, con un nico pensamiento rondndola.Cualquier cosa que sucediera all fuera, en el mundo, ya no tena importanciarespecto del acontecimiento sobrenatural protagonizado por Alex y ella. Unmilagro que superaba cualquier fantasa humana.

    Envuelta en el silencio de aquella noche de finales de octubre, Jenny ni

    siquiera lejanamente poda imaginar que el planeta estuviera a punto de ir alencuentro de un terrible destino, y que la clave de todo estaba custodiada ensu cabeza.

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    Noviembre fue un mes rico en encuentros, como jams hubieran podidoimaginar. Cada tres o cuatro das, durante al menos treinta segundos,establecan contacto. Era precedido por el acostumbrado escalofro en laespalda, al que segua un estado de bienestar psicofsico, una sensacin depaz y serenidad. Ningn rumor o lamento perturbaba aquella quietud. Yningn sufrimiento, salvo un ligero dolor de cabeza al final del encuentro.

    Dilogo qu, ahora era evidente, ocurra a travs del pensamiento. Parademostrarlo, Alex cogi la filmadora digital de su padre y se encerr en suhabitacin todo el fin de semana.

    Montado sobre un caballete junto a la mesa de estudio, el objetivo

    encuadraba la zona de la cama. Bastaban pocos segundos para que empezaraa grabar. Durante uno de los habituales escalofros que preludiaban laconexin con Jenny, lo consigui.

    Alex, eres t...

    El muchacho sinti una oleada de calor. Algo se estaba abriendo en sumente.

    Alexrepiti la voz femenina en su cabeza.

    Un suspiro sacudi su pecho, precisamente cuando toda sensacin fsicaestaba a punto de abandonar su cuerpo.

    Jenny, debemos vernos.

    A Alex le pareci advertir el esbozo de una sonrisa.

    No es posible. Cmo podramos reunimos? Oye, yo s que ests ah,

    siempre lo he sabido, pero todo esto es demasiado extrao... Me da miedo.

    Tambin a m, aunque no me preocupa. No s cmo explicarlo, pero ya no

    puedo prescindir de ti, tu sonrisa existe en mi cabeza. S que quiz ser

    distinto, que quiz sers distinta, y aun as no puedo pensar en irme a dormir

    aceptando que nunca te ver, aceptando que seas solo un sueo.

    Las palabras de Alex permanecieron sin respuesta unos instantes.

    Pero quiz s sea solo un sueo.

    S, el sueo ms hermoso del mundo.Pero los sueos estn destinados a desaparecer.

    Entonces no quiero despertar nunca.

    Jenny no aadi nada, pero ahora, adems de su sonrisa, en la mente de

    Alex aparecieron dos grandes ojos brillantes, y la expresin de quien intentacontener la emocin mordindose el labio.

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    Nunca he sentido algo semejanteaadi Alex.

    En su mente, aquellas palabras iluminaron el rostro de Jenny. Su perfilapareci en torno a los ojos brillantes, sus labios temblorosos, su frente

    ligeramente arrugada.

    Me parece vertedijo Jenny. Tu rostro ha aparecido en mi mente.

    Era exactamente lo que le estaba sucediendo a Alex.

    Y si fuera distinto?

    Y si fuera distinta?

    Las dos preguntas se persiguieron unos instantes en los pensamientos deambos.

    T no eres un sueo, Jenny, ahora formas parte de mi vida. Quiero

    conocerte, aunque deba cruzar todo el mundo.

    Esta declaracin pareci vencer las reticencias de la muchacha, en cuyocorazn lidiaban dos emociones contrapuestas. Por una parte, el sentimientoque siempre haba experimentado, el que le encenda el corazn, el que lahaca sentir sola entre sus amigos, sola en el mundo real de cada da. Por laotra, el miedo de haberse enamorado de un sueo, el temor a despertarse depronto viendo desaparecer aquella ilusin.

    Los pensamientos continuaron persiguindose sin que ninguno de losdos pudiera hacer nada por contenerlos. El dilogo mental escapaba a su

    control dando voz a sus pensamientos ms profundos.

    Cuando poco ms tarde Alex abri los ojos, la imagen desenfocada deltecho de su habitacin lo devolvi lentamente a la realidad. La luz en sucabeza se haba desvanecido, la voz de Jenny ya era solo un eco lejano. Pero elpiloto rojo de la cmara indicaba que lo haba filmado todo.

    Se levant de la cama lentamente, con las articulaciones entumecidas, yconect la cmara al ordenador.

    El vdeo empezaba con l despus de haber apretado el recy echndosesobre la cama. Alex vio que sus prpados temblaban en los segundos previos

    al contacto. Luego, la cada en estado de trance, con los msculos relajados ylos ojos cerrados. No entendi bien qu mascullaba en los segundosprecedentes al despertar, solo capt las palabras sueo y mundo.

    Al final de aquel dilogo, el 23 de noviembre de 2014, Alex habaprometido a Jenny que la conocera, que convertira aquel sueo en realidad,aun a costa de su propia vida.

    No haba eleccin: deba hacerlo. As se lo dictaba su corazn. Pero nosolo.

    En efecto, la maana anterior Valeria lo haba mandado al stano. Hacaaos que no bajaba a aquel espacio de dos metros por tres en el estrecho y

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    polvoriento tnel subterrneo al que se acceda desde el patio interior de laseorial casa.

    La tradicin marcaba que en casa de los Loria se adornara el rbol deNavidad exactamente un mes antes de la fecha. Y as, Alex haba sido enviado

    abajo a buscar las cajas con las bolas y los festones, la alargada caja de cartncon el rbol artificial y una bolsa con un intrincado cable luminoso.

    Lo recibi el chirrido de la desquiciada puerta de madera. Por suerte, elinterruptor an funcionaba. Dentro era un caos. Cajas sobre cajas, una viejatabla de planchar, dos muletas, trozos de una mountain bike que ni siquierarecordaba haber tenido de pequeo y baratijas variopintas.

    Alex localiz la caja del arbolito en un rincn. Asomaba a medias. En unlado tena representado un rbol estilizado. Luego se concentr en las otrascajas, apiladas unas encima de otras. La de ms abajo tena una inscripcin

    diagonal roja que pona MARCOS. La de encima tena un adhesivo blanco conun garabato azul. Era la caligrafa de su padre. Alex se acerc y leyAZULEJOS. La siguiente careca de inscripciones. Inclin la cabeza para ver ellado opuesto.

    Hela aqudijo satisfecho al leer ADORNOS NAVIDAD.

    Luego, mientras buscaba la bolsa del cable luminoso, Alex tropez conuna rareza que no recordaba, un juguete que adoraba de pequeo. Era unrobot de treinta centmetros de altura, azul, con manos y pies rojos, y un

    escudo en el pecho que retrotrajo al muchacho diez aos atrs. Conservabapocos detalles de aquella poca, pero record que el robot serva decontenedor. Bastaba presionar un botn detrs del cuello y el trax se abraen dos.

    Cuando Alex lo hizo, se qued de piedra.Y esto qu es?dijo al ver la cinta de vdeo que contena el robot.La sac y ley la inscripcin del adhesivo: VER EL 22/11/2014.

    Vaya pens antes de meterse el casete en un bolsillo la felpa. Eshoy...

    Cuando volvi a casa, dej las cajas navideas en la sala, se encerr ensu cuarto y examin el VHS. Le temblaban las manos. Se mora de curiosidad.

    En cuanto sus padres salieron a hacer las compras, Alex corri a la salaen busca del reproductor de vdeo que en los ltimos aos haba sidoreemplazado por un lector BluRay. Lo encontr en un arcn detrs del sof,sepultado debajo de un montn de papeles. Por lo que recordaba, el aparatofuncionaba perfectamente, pero cuando lo conect al televisor e introdujo lacinta, la desilusin se le dibuj en el rostro. Enarc las cejas mientras en lapantalla el DeLorean de Marty McFly corra a ciento treinta kilmetros por

    hora hacia 1955.

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    Regreso al futuro... Y qu?dijo mientras buscaba la tecla de stop.

    Estaba a punto de presionarla cuando las imgenes de la pelcula seinterrumpieron de golpe. La pantalla se volvi gris y borrosa, como si la cintahubiera sido regrabada. Una imagen cobr forma: l mismo de nio. De cinco

    o seis aos. A sus espaldas, el viejo cesto de mimbre de los juguetes. A sulado, un enorme oso de peluche cabeza abajo sobre un viejo silln burdeos.

    Todas cosas que ya no formaban parte de la decoracin de su habitacindesde haca mucho tiempo. En la pared haba pegados psteres de deportistascomo Ayrton Senna y Michael Jordan. El pequeo Alex estaba sentado en elsuelo con las piernas cruzadas. Llevaba unos pantaloncitos azules y unacamiseta con la imagen del To Gilito zambullndose desde un trampoln paraaterrizar sobre una montaa de monedas de oro. El pelo rubio le formaba unaespecie de cpula sobre la cabeza, con el flequillo cayndole casi hasta losojos. Cuando levant la mirada hacia el objetivo de la cmara, pronunci con

    su voz infantil unas palabras tan ntidas como horripilantes:

    Este mensaje es para m, para cuando sea mayor. En noviembre de 2014deber partir al encuentro de ella. Antes de que sea demasiado tarde.

    A continuacin, el nio se levant y sali de la imagen. La pantalla sepuso negra. Y segundos despus reapareci Michael J. Fox en un pajar del HillValley de los aos cincuenta.

    No es posible, pens Alex mientras rebobinaba el ltimo minuto decinta. Cuando la reprodujo otra vez, tuvo la confirmacin de que haba odobien. Luego guard todo en su sitio y devolvi el vdeo al stano, dentro del

    viejo robot, antes de que regresaran sus padres.

    Aquel VHS llevaba la fecha del da en que lo haba encontrado, y elmensaje que l mismo se haba enviado no era en absoluto ambiguo. Antesbien, era demasiado preciso. Inexplicablemente preciso.

    Haba algo absurdo en toda aquello, y haba que descifrarlo. Aunque paraello necesitara atravesar medio mundo.

    Alex saba que solo haba una persona que podra ayudarlo a realizaraquella empresa.

    No estoy segura de que sea una buena idea dijo Valeria Loriamientras dispona los platos sobre la mesa. El aroma del sofrito de ajo invadala cocina. La madre de Alex apunt el mando hacia el televisor y puso muteantes de verter agua en una jarra que deposit en el centro de la mesa.

    Cunto quieres estar fuera? la voz del padre de Alex, Giorgio, era

    decidida y bien timbrada. Un fin de semana largo?

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    Alex se limit a asentir con un gesto de la cabeza.

    No entiendo la necesidad. Como si ya no os vierais bastante.

    El hijo abri la boca para protestar, pero la madre lo detuvo con un

    ademn de la mano.

    l se contuvo y fue a sentarse en su sitio. La amplia cocina de la casa delos Loria estaba decorada con muebles antiguos de madera oscura, con pomosde latn y adornos florales. Una larga mesa de madera maciza dominaba laestancia. Encima de la mesa, del techo colgaba una lmpara de cristal. En lapared opuesta a la zona de cocina, un aparador de los aos cincuenta en roblecon puertas de vidrio alojaba el servicio de plata reservado para las grandesocasiones.

    Alex odiaba aquella cocina. La detestaba, como tambin el resto de lacasa. Para l no era ms que una refinada jaula de oro.

    El viernes hay asamblea en la escuela dijo titubeando. Pero laasistencia no es obligatoria. Podra ir a casa de Marco el jueves por la tarde... yquedarme all hasta el domingo.

    El padre lo observ unos instantes sin decir nada, luego extendi laservilleta y la apoy sobre las piernas.

    Valeria mir a su marido y luego al muchacho. Saba que deberaencontrar una solucin que contentara a ambos.

    El domingo no tienes partido?pregunt.

    No, el domingo no.

    Y no tienes que entrenarte?intervino Giorgio. Falta poco para losplay-off.

    Alex no respondi. Saba que su padre tena razn.

    Sigues siendo el capitn del equipo, no? Quizs esperen que no te

    pases el fin de semana jugando a la PlayStation con ese amigo chiflado.

    Marco no es un chiflado. Es un genio.

    S, s, est bien.

    Por segunda vez se contuvo. No poda arriesgarse a discutir precisamenteen ese momento.

    O sea, puedo ir o no?

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    Valeria intercambi una mirada con Giorgio, que ya haba activado elvolumen del televisor como dejndole a ella la tarea de dar o no el permiso asu hijo.

    Ve, verespondi ella mientras en la pantalla empezaba el sumario del

    telediario, momento que en su casa significaba fin de las discusiones.

    Hecho.

    El primer obstculo estaba superado.

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    A las nueve y media de la noche del jueves, en un apartamento de VialeGran Sasso son el interfono. No era el habitual y fastidioso ruido, sino mssimilar al de un mvil y reproduca el tema central de la banda sonora deRocky IV. Marco apret un botn en el pequeo mando verde y el portal seabri. Alex subi la escalera de dos en dos y entr con la bolsa de baloncestoen bandolera.

    He recibido tu mensaje! le grit el amigo desde el bao. Quieresexplicarme qu demonios sucede?

    Marco apret otro botn del mando y la puerta del apartamento se cerr.Alex estaba habituado a esos tricks, como los llamaba su amigo. Truquitos

    geniales. En casa de Marco casi todo se accionaba por medio de botones,mandos o incluso rdenes impartidas de viva voz. Puertas, calefaccin,electrodomsticos de la cocina, estreo y luces respondan todos a un controlremoto, como algunos apartamentos modernos diseados segn las leyes de lainteligencia artificial, con la particularidad de que en este caso cada microchiphaba sido construido y patentado por el mismo Marco.

    En febrero de 2004, ms de diez aos antes, sus padres haban decididopasar unos das en una localidad de montaa. Tenan la idea de comprar unacasa de vacaciones y haban aprovechado la inspeccin de aquella zona parapasar un fin de semana en familia. El padre de Marco, ex esquiadorprofesional, haba contagiado su pasin a su mujer y su hijo. Se anunciaba unfin de semana de magnficos descensos libres y tranquilas cenas en el refugiode la montaa.

    Una ligera lluvia haba acompaado su partida de Miln. Entrados en elPiamonte, les sorprendi un verdadero aguacero. Abandonaron la autopistapara seguir la carretera que los habra llevado hasta la montaa y el temporalqued a sus espaldas. Lo peor haba pasado. Pero mientras ascendan de cotael tiempo fue empeorando. Una violenta tempestad de nieve se abati depronto sobre la curvada carretera de montaa. El fuerte viento hizo derrapar

    el vehculo y un rbol se inclin peligrosamente sobre el parabrisas, obligandoal todoterreno a un brusco volantazo que lo hizo precipitarse por la ladera. Elmuchacho, zarandeado en el asiento trasero, ni siquiera vio cmo su padreperda el control del vehculo. Solo sinti el impacto del choque ladera abajo.Luego silencio.

    La vida de Marco qued marcada para siempre. Sus padres murieron enel acto. l se salv de milagro y fue confiado a sus abuelos maternos, con losque vivi hasta los diecinueve aos. Luego decidi independizarse y encontrcasa en Viale Gran Sasso.

    Durante sus primeros veinte aos de vida se haba dedicado al estudio dela informtica y la electrnica. Le agradaba desmontar artilugios, estudiar sus

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    componentes, llenar la casa de sistemas de accionamiento mecnico. Tenauna serie de mandos electrnicos dispersos por todas las habitaciones. Estabael verde, que accionaba puertas y ventanas. El azul, cuyas teclas estabandedicadas al horno elctrico, el microondas y los hornillos. El amarillo, pararegular la temperatura del apartamento. El rojo, para gestionar la instalacin

    de las luces: un panel de colores cambiantes en el dormitorio, hileras de nenazul en la sala para conferir un aspecto futurista a su reino, como leagradaba definirlo, y una serie de pequeas bombillas dispersas por elapartamento, que lo transformaban en una especie de gigantesco flipper.Marco estaba orgulloso de su obra.

    Desde haca diez aos su cerebro discurra a un ritmo notablementesuperior a la media y le permita estudiar y proyectar artilugios cada vez mssofisticados, desde mandos para la casa hasta software. En informtica erauna especie de monstruo. Cualquier problema que pudieran tener sus amigos,

    Marco lo solucionaba. Como deca Alex, estaba aos luz por delante.

    Pero la diferencia entre los dos muchachos no estaba solo en losconocimientos tecnolgicos y los cinco aos que le llevaba su amigo. Estabatambin en las piernas. Las de Marco haban quedado en el fondo de la ladera.

    La silla de ruedas elctricas de Marco asom del bao y gir por el pasillo

    en direccin a la habitacin que llamaba sala de mquinas.

    Te veo biencoment dando la espalda a su amigo.Alex pareca radiante.

    Desde cierto punto de vista, es la poca ms hermosa de mi vida.

    Quieres algo de beber?Marco volvi la cabeza hacia Alex, que estabamirando en derredor. Cada vez que entraba en aquella sala, el primer vistazoacababa siempre en la foto de los padres de su amigo, sonrientes y felices elda de su boda.

    S, gracias.

    Marco tena un minibar rojo en forma de lata de Coca-Cola junto a unode los tres ordenadores que ocupaban la mesa del centro de la habitacin.Sac un par de latas y tendi una a su amigo.

    Necesito tu ayudadijo Alex, saltndose todo prembulo.

    Marco sonri y con un dedo se ajust las gafas sobre la nariz. La barbadesaliada, el pelo negro desordenado con largos mechones despeinados: paraAlex aquel haba sido siempre su aspecto, desde su primer encuentro en la

    final del torneo de PlayStation.

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    Deja de mirar mi silla le haba dicho aquel da. No quiero ganarcompasin. Mis piernas son falsas, pero las manos funcionan de maravilla.

    Alex se haba quedado impresionado por la seguridad de aquel muchachoque inicialmente solo le haba dado pena. Antes de comenzar a jugar se

    haban estrechado la mano. Haba ganado Marco, en los penaltis. Desdeentonces, una especie de hermandad los haba ligado para siempre.

    Alex intent volver a la realidad. Aquel recuerdo estaba impreso a fuegoen su memoria como uno de los momentos ms importantes de su vida. Unsimple cruce del destino haba hecho nacer una gran amistad. A menudo leocurra que reflexionaba sobre el hecho de que si no hubiera visto lapublicidad de competicin en un peridico, el da anterior al torneo, porcasualidad, nunca habra conocido a Marco.

    Adelante, qu necesitas?

    Alex mir la hilera de neones azules sobre el muro de enfrente y se vioobligado a frotarse los ojos.

    Los tienes siempre encendidos? pregunt sealando las luces conun gesto de la cabeza.

    Solo cuando estoy aqu trabajando con el PC. Ah. Por tanto, siempre.Exacto.

    Alex sonri y empez a beber la Coca-Cola. En los estantes en torno

    haba numerosos ensayos sobre el cosmos, libros de ciencia, revistas deastronoma y tebeos de ciencia ficcin. Su atencin fue atrada por un ensayode Stephen Hawking. Lo cogi de la librera y lo hoje distradamente hasta lafoto del cientfico. Por un instante se detuvo a pensar en la triste decadenciafsica de una gran mente como la del cosmlogo britnico. Luego devolvi ellibro a su sitio.

    Ya sabes de mis dolores de cabeza dijo Alex. Aquellas...alucinaciones.

    Marco prest atencin y lo mir con curiosidad.

    Nunca me has hablado de ello... en profundidad dijo titubeante.Saba que para Alex era un tema delicado.

    Bien, me parece que ha llegado el momento de decirte algo ms.Te escucho.La cosa ha evolucionado.

    Marco puso en standby los tres ordenadores, un PC, un Mac fijo y unMacBook porttil que trabajaban siempre en red.

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    Pues bienempez Alex, sabedor de que se estaba sincerando con lanica persona en el mundo a quien habra confiado su vida, ahora es seguroque Jenny existe.

    Y le cont todo.

    Los encuentros con la muchacha, los desvanecimientos, sus dilogostelepticos, y la certeza de que tambin ella anhelaba conocerlo. Y cmo habaconseguido descubrir dnde viva y cmo haba tenido ocasin de comprobarque la informacin proporcionada por Jenny era verdadera.

    Luego le habl de la cinta de vdeo y de aquel nio rubio y su recordatoriopara el futuro.

    Al final call, exhausto. Se levant y se acerc a la ventana bajo la miradaatenta de su amigo. Mir fuera y se percat de que haba oscurecido. Las

    farolas iluminaban las calles y el trfico haba dado paso a la desolacin. Unsin techo empujaba con esfuerzo un carro. Quin sabe cmo habr sido lavida de ese hombre pens. Acaso antes era rico y ahora pide limosna. Aveces basta un revs...

    Alexdijo Marco, yo te creo, siempre te he credo, pero no s cmopodra ayudarte.

    Debo ir a Australia. Debes a ayudarme a realizar ese viaje.

    Bromeas. Quieres partir para Australia, as? Ahora?

    Exactamente. Ya no puedo esperar. Me volver loco si no afronto esto.Me parece vivir dos vidas. Yo... debo verla.

    Marco suspir y apret los labios. Luego reactiv el Mac e hizo unabsqueda en internet.

    Tienes el pasaporte vigente?le pregunt.Alex no comprendi de inmediato el sentido de la pregunta.

    Y bien?insisti Marco. Tienes pasaporte o no?Significa que me ayudars?Claro que te ayudar, qu pregunta.

    Tengo el pasaporte. Lo utilic para la excursin de enero con mi clase.Perfecto. Veamos qu puedo hacer. Alex se acerc con la silla a su amigo.

    Jo... dijo Marco sin apartar los ojos de la pantalla. Volar aMelbourne no es precisamente econmico.

    Ya veo.

    Los vuelos de ida y vuelta costaban un mnimo de 1.350 euros. Con unaantelacin de tres meses, el precio bajaba unos trescientos euros, pero Alex notena ninguna intencin de esperar.

    Qu quieres hacer?

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    Marco se estaba tomando en serio el asunto. Cualquier otro lo habratomado por loco. Si se hubiera confiado a sus padres o a algn amigo, lehabran aconsejado un buen psicoanalista. Pero, como Alex ya saba, Marcoera una persona especial. Lo haba tomado en serio desde que le habacomentado el primer desvanecimiento. Haban pasado cuatro aos.

    No lo s. No tengo tanto dinero.

    Eso no es problema.

    En qu sentido?Marco sonri, como si diera por descontada la respuesta.Digamos que tengo mis recursos...Oye, no quiero que me prestes dinero.

    No tengo ninguna intencin de prestrtelo. Y, en cualquier caso, nosera mo... Marco rio y se puso a rebuscar entre los papeles dispersosdetrs del Mac. Encontr varios folios y se los tendi a Alex, que empez a

    hojearlos mientras el amigo explicaba: Estas son algunas fichas tcnicas quehe conseguido piratear con mis trabajos de hacker. Se trata de poner los datosde cuentas con las cuales puedo operar con cierta tranquilidad.

    Nunca dejars de asombrarme. Alex revis las pginas sin entenderla lista de cifras y nombres que contena.

    De esta serie de fondos puedo sustraer pequeas cantidades, actuandocomo hara cualquier empresa con la cual se pueda hacer una compra onlinecon tarjeta de crdito.

    Pero, es seguro?pregunt Alex.

    Claro que no, pero tengo mis sistemas, no te preocupes. Ante tododeben ser cantidades que no despierten sospechas. No quiero hacermemultimillonario con este sistema, sera imposible y antes o despus medescubriran. Estas sumas no las giro a mi cuenta. Las envo a una serie detarjetas de prepago de empresas ficticias que...

    Crees que estoy entendiendo algo? Alex frunci el ceo y contuvouna carcajada.

    En resumen, consigo entrar en posesin de este pellizco sin implicar micuenta bancaria y puedo retirar la cantidad a travs de las tarjetas de prepagoque tengo en aquella caja fuerte. Seal un pequeo cubo de metal sobreuna repisa, la misma en que haba puesto la foto de boda de sus padres.

    Maana irs a que te den una tarjeta de prepago. De los tres mil eurosque nos sern acreditados por la tarde me ocupo yo.

    Alex se qued sin palabras.

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    No debes decir nada. La mirada de Marco se pos en una fotografacolgada en la pared detrs del ordenador. Retrataba a una anciana que habalabores de punto. Te acuerdas de 2011?

    S.Alex sonri con melancola. Lo recuerdo bien.

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    Si no hubieras estado t durante mi depresin, no lo habra conseguido.La muerte de mi abuela me haba destruido. Era como una segunda madrepara m.

    Lo s.

    Nunca olvidar aquel ao. Tres mil euros no equivalen ni a un cntimode lo que hiciste por m.

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    Encerrada en su cuarto, con el iPod apoyado sobre el escritorio y losenormes auriculares de la Sennheiser ajustados sobre el largo cabello castao,

    Jennifer Graver pas media maana haciendo indagaciones en la web.

    Quera ponerse en la piel de Alex, tratar de entender a qu tipo deempresa se estaba enfrentando para conocerla.

    Tendra que coger un avin, atravesar medio mundo, encontrar un hotelpara pasar la noche y esperar que al despertar su sueo se convirtiera enrealidad. Jenny estaba exultante por que l hubiera decidido emprender aquelviaje. Sus padres nunca se lo habran permitido. Por un instante procurimaginar a la familia de Alex, su mundo, su vida, todo lo que rodeaba el rostro

    que se haba dejado ver por breves instantes durante su ltimo dilogo.

    Luego, cerr los ojos y record sus ltimas frases.Eres el sueo ms hermoso que nunca haya tenido.

    Nunca he sentido nada semejante.

    Quiero verte, aunque tenga que atravesar todo el mundo.

    Aquellas palabras haban confortado su corazn durante aquellos das,consolndola a la espera del momento en que, eso esperaba, le cambiara lavida para siempre.

    Cuando Clara grit su nombre desde la planta baja de la casa, ella no la

    oy. En aquel momento, el estribillo de 1979 de los Smashing Pumpkins laaislaba del resto del mundo. Con la mirada embelesada y perdida en laspginas de su diario, Jenny segua la letra canturreando. Haba reflexionado amenudo en l, pensando en la melancola de las palabras con que Billy Corganhablaba de su adolescencia rebelde. Y me importa un pimiento quitarmeestos vaqueros con cremallera./ Y no sabemos dnde reposarn nuestroshuesos./ Quiz se conviertan en polvo, olvidados bajo la tierra.

    Su madre subi por las escaleras mientras terminaba de ponerse elanorak y entr en su cuarto agitada.

    Tesoro, siempre con esos auriculares...dijo, cerrndose la cremallera.

    Dime.

    La compra! Te haba pedido que me acompaaras.

    Jenny hizo un gesto de asentimiento con la cabeza mientras se quitabalos auriculares y se arreglaba el pelo.

    Por cierto, anuncian lluviaaadi Clara saliendo de la habitacin.

    Jenny acab de apuntar la fecha de su ltimo encuentro con Alex en sudiario, lo cerr y se levant.

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    Aquel diario era testigo de la relacin entre Alex y ella desde 2010. Cadaepisodio era reproducido en lo que en realidad no era ms que una carpetacon anillas, siempre lista para registrar todos los pensamientos de lamuchacha. Se amontonaban en aquellas pginas en busca de orden. Era uncofre de secretos al que solo ella tena acceso.

    Nadie saba de Alex.

    Jenny siempre haba protegido aquel secreto, lo senta exclusivamentesuyo. Como un don especial, lo celaba y lo mantena a buen recaudo. Adems,en los ltimos tiempos los desvanecimientos haban cesado y la comunicacinse haba hecho ms fcil y menos dolorosa. Todo esto le permita custodiaran mejor aquello que se estaba convirtiendo a todos los efectos en unarelacin.

    En el diario, Jenny se haca mil preguntas. Quin era aquel muchacho?Una alucinacin? Un amigo imaginario? Era posible enamorarse de unasensacin? Al principio se haba negado a creer en una historia a distancia tanabsurda, pero cuanto ms tiempo pasaba ms senta la necesidad de estarfsicamente cerca de aquella voz que ahora sonaba tan familiar en su cabeza.El sueo deba transformarse en realidad. Jenny quera encontrarse delantede aquellos ojos que hasta ahora solo haba entrevisto, y el momento estabamuy cercano.

    En la entrada del 18 de agosto de 2014, el primer prrafo citaba unadefinicin encontrada en Wikipedia:

    Era este el poder que los ligaba? Era este su don?

    En las pelculas y novelas Jenny ya se haba topado con el trminotelepata, pero siempre se trataba de una facultad utilizable en determinadomomento y lugar, con una persona presente en el mismo campo de accin queel sujeto teleptico. En su caso, el misterio ms difcil de explicar era laenorme distancia que la separaba de Alex.

    Jenny se puso un chndal, guard el diario en un cajn, dirigi unltimo pensamiento a Alex y se dispuso a bajar a la planta baja, donde su

    madre la estaba esperando.

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    Quin sabe cundo llegar...

    El jueves y el viernes por la noche Alex durmi en casa de Marco y elsbado por la maana reserv el vuelo a Melbourne. Una semana, excluidoslos das del viaje. Pens que para esta primera cita era suficiente.

    El domingo por la maana tuvo otro encuentro teleptico con lamuchacha, y ahora estaba claro que algo en sus conversaciones habacambiado.

    Alex advirti una percepcin muy particular antes de que se establecieseel contacto con ella. Tuvo la sensacin de haberla llamado, de haber captado

    su vibracin, la frecuencia de su pensamiento, como si su mente o su almahubiera sido una especie de antena.

    Lo has sentido tambin t? pregunt Alex, seguro de que Jennyentendera a qu se refera.

    Reconozco tu sonido... No, no es un sonido, es como una luz, algo que

    aparece dentro de mi mente. No s cmo explicarlo.

    Estoy seguro de que te he llamado.

    S, lo s.

    Dentro de dos das estar en Australia, Jenny. Aterrizar a las diez delamaana.

    En aquel instante Alex advirti una vibracin nueva y el rumor de untemporal que se acercaba. Un trueno le explot entre las paredes del cerebro,pero no provoc dolor. Es ms, le dio una extraa sensacin de poder, como sihubiera expandido la mente, como si el trueno hubiera desquiciado los lmitesde su cavidad craneal.

    Dime dnde puedo encontrarte pidi Alex mientras un nuevoestruendo se superpona a su comunicacin.

    No lo s.

    Dime un lugar, cualquier lugar donde podamos encontramos. Lamuchacha vacil unos segundos antes de responder. Altona Beach Pier.

    Qu es?pregunt Alex, pero el contacto se interrumpi.

    Alex abri desmesuradamente los ojos. Estaba recostado en el sof delsaln de Marco. Su amigo estaba a un metro de distancia y lo miraba concuriosidad.

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    Estabas con ella?le pregunt.

    Alex mir un instante alrededor para recuperar el contacto con larealidad.

    Debo comprobar algo dijo sentndose. Si existe un sitio llamadoAltona Beach Pier. Y dnde se encuentra.

    Veamos. Marco se acerc al ordenador y tecle rpidamente elnombre de aquel sitio.

    Segn pareca, un rpido vistazo a Google Maps determin que se tratabade un muelle sobre el ocano, en un barrio tranquilo al sudoeste deMelbourne.

    A la maana siguiente, mientras sus padres estaban en el trabajo, Alexrecogi ropa, un libro y su fiel iPod y lo meti todo en la mochila que usabapara la escuela. Antes de salir escribi una breve misiva que dej sobre lamesa de la cocina.

    Queridos mam y pap:

    He salido de viaje. No estar fuera mucho tiempo, no os preocupis por m.

    Est todo bajo control, pero no puedo deciros de qu se trata. No lo entenderais.

    Ya no puedo esperar y no habra tenido sentido pediros permiso.

    Os quiero. Perdonadme.

    Alex

    Con la mochila a la espalda, Alex volvi donde Marco para pasar en sucasa la ltima noche antes de la partida. El vuelo estaba previsto para lamaana siguiente, a las siete.

    Te envidio, sabes? dijo Marco. Estaba poniendo jamn sobre unarebanada de pan tostado.

    Por qu?pregunt Alex mientras se sentaba a la mesa.

    El amigo apret un botn azul en el respaldo de la silla. En pocossegundos la mesa se abri delante del sitio ocupado por el husped. De allemergi un estante de madera con un vaso, cubiertos y una servilletadispuestos pulcramente.

    Es sencillo. Alguien te necesita y no ve la hora de encontrarse contigo.

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    S, alguien que durante cuatro aos ha hablado conmigo solo a travsde ataques epilpticos...

    Anda ya. Lo importante es que t sabes que existe repuso Marco contono decidido. Luego baj la mirada hacia sus piernas inertes. A m nunca

    me ocurrir nada semejante.

    No digas tonteras. Antes o despus te ocurrir tambin a ti. Solo debesesperar el momento justo.

    Marco mordi el bocadillo y habl con la boca llena.Yo soy un minusvlido.Alex se sirvi agua en su vaso, sacudiendo la cabeza.T eres un genio, Marco. Eres una persona dotada de un intelecto

    fuera de lo comn. No tienes piernas, vale, pero hay personas que tienenpiernas y no obstante en la vida no toman ningn camino, se quedan

    inmviles, vegetando.

    Quiz tengas razn... Antes o despus encontrar alguna pobredesdichada dispuesta a pasar el resto de su vida con un chico sobre dosruedas. -Marco rio. Tena un agudo sentido de la irona incluso consigomismo, Alex estaba acostumbrado. Ests listo? Para maana pondremostres despertadores.

    S. Alex cerr los ojos e imagin que sobrevolaba el ocano haciaAustralia. Estoy listo. En realidad, no quepo en mi piel de entusiasmo.

    Acabada la cena, permanecieron un par de horas en la sala charlandofrente al televisor antes de irse a dormir. Como era previsible, la madre de Alexllam a casa de Marco, presa de una gran agitacin. l interpretperfectamente su papel: respondi que tambin l haba intentado localizar aAlex en el mvil y que estaba a punto de llamarlo a casa. La puesta en escenapareci funcionar. No vendran a buscarlo, al menos de momento. As loesperaban.

    De madrugada, el despertador son a las cuatro.

    El viaje estaba empezando.

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    Alex despeg del aeropuerto de Malpensa a las 7.12 horas del 28 denoviembre de 2014. En menos de una hora y media estaba previsto el

    aterrizaje en el Charles de Gaulle de Pars, la primera de las dos escalasprevistas.

    Gracias a Marco, haba podido pagar todo con la tarjeta. Ms de un terciodel presupuesto se haba ido en la reserva del vuelo. De lo que quedaba, unaparte estaba destinada al alojamiento en Australia, a menos que Jenny tuvieramodo de hospedarlo. Pero la idea de que aquella chica que hasta haca unosdas era poco ms que una alucinacin ahora pudiera alojarlo en su casa lepareca inconcebible.

    El tiempo de espera antes del segundo vuelo era de tres horas y media.Durante la primera hora Alex vag sin meta por el aeropuerto. Se detuvo enuna tienda para comprar unos auriculares nuevos para el lector MP3, luego sesent en un bar y sac de la mochila el libro que llevaba, Ejecucin inminentede Andrew Klavan.

    De vez en cuando miraba alrededor. Haba un continuo trasiego depersonas que se abrazaban, se despedan emotivamente antes de dejarse o sealegraban de reencontrare despus de un tiempo.

    Son todas lneas, pens y comenz a ver cada una de aquellas personas

    como una raya trazada sobre un hipottico mapa. Un gigantesco enredo decalles que se cruzaban, se rozaban, se unan y luego proseguan adelante. Allfuera, en los caminos del mundo, haba miles de millones de lneas, derecorridos de vida. Miles de millones de direcciones. Calles enfiladas,desviadas por azar, a veces interrumpidas bruscamente. Pens que dosenamorados no eran ms que dos recorridos a merced del azar. Podan dibujarlos trayectos ms absurdos en el mapamundi, dirigirse a cualquier parte y noencontrarse jams. O bien cruzarse tambin varias veces y no reconocerse.Podan tomar el mismo autobs todas las maanas, sin saber nada el uno delotro. As hasta el fin de sus das, sin relacionarse. Pero bastaba muy poco: un

    intercambio de frases, incluso casual, y las lneas se habran mgicamenteunido. Dos grises trazos de un solitario recorrido se habran convertido en unasola calle compartida.

    A medioda, de acuerdo con el plan previsto, despeg el vuelo Pars-KualaLumpur.

    El aterrizaje estaba previsto para las 6.35 hora local. En el avin deMalaysia Airlines, Alex consigui dormir. Cuando despert faltaban solo doshoras para la llegada. Ni siquiera con un somnfero habra dormido tanto,pens, mientras, algunas filas por detrs, un nio en brazos de su madre noparaba de chillar.

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    La espera antes del ltimo vuelo era bastante larga. Se trataba de pasarcasi todo un da en la capital de Malasia. Nada menos que quince horas entreel aterrizaje y la posterior partida hacia Melbourne.

    El aeropuerto asombr a Alex por sus dimensiones. Para atravesarlo

    hasta la salida necesit casi veinte minutos. A pesar de que millones depersonas lo transitaban cada da, no haba ni sombra de basura en el suelo ylos amplios ventanales que daban a la pista parecan no existir, de tan limpiosque estaban.

    Con la mochila a la espalda, Alex lleg a las puertas automticas y salidel aeropuerto. Lo embisti una inesperada rfaga de calor. La humedad erainsoportable.

    No tena ni idea de cmo pasar el tiempo. Se encamin por una anchacarretera no demasiado transitada. Lo primero que vio fueron las indicaciones

    para llegar al circuito de Sepang, casi pegado al aeropuerto. Haba visto variascarreras de coches en aquella pista. Como amante de los videojuegos conocabastante bien el trazado. Lo haba estudiado en numerosas ocasiones, amenudo en casa de Marco, durante los desafos con la PlayStation. Decidicontinuar en aquella direccin.

    No se poda entrar al circuito a causa de unas obras, pero con un inglschapurreado Alex pregunt a un operario si poda indicarle un sitio dondecomer y relajarse unas horas. Luego subi a un autobs que lo llev hacia lacosta. Se ape cuando vio aparecer la playa a un lado de la carretera. Se

    encontraba en Balan Lalang Beach, la fascinante extensin de arena queseparaba el barrio de Sepang del ocano ndico. Atraves la carretera tras unafila de bicicletas que pasaron zumbando por un carril que corra a lo largo dela calzada. Luego lleg a un murete ms all del cual se extenda el esplndidomanto arenoso, baado aquel da por olas demasiado plcidas para hacerposible el entrenamiento de los surfistas.

    Vaya por Dios, dnde me encuentro... Es increble!, pens dndosecuenta de que estaba al otro lado del mundo, solo por primera vez en su vida.

    La atmsfera de Balan Lalang Beach era mgica. El silencio y latranquilidad de aquel sitio parecan la banda sonora ideal para todos suspensamientos. Senta que su vida estaba a punto de cambiar de direccin,aunque no consegua imaginar hacia dnde.

    Despus de un centenar de metros, se encontr frente a un bar conmesitas al aire libre. El letrero pona CHUCK BERRY'S y en una columnaexterior colgaba un cartel de uno de los singles ms clebres del cantanteestadounidense, Johnny B. Goode.

    Alex se sent en una mesita al aire libre y esper. Cuando la camarera letrajo el men con las fotografas de los platos, se fij en uno llamado ikan

    bakay lo pidi. Se trataba de un pescado a la parrilla, especialidad local, queAlex hizo acompaar por una guarnicin de patatas fritas.

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    A la muchacha que le sirvi le cay simptico y le cont, a saber elmotivo, qu hoteles y chals de la zona de la playa en general de la SepangGoldcoast, eran ocupados durante todo el ao por turistas procedentes de laspartes ms diversas del planeta.

    Despus de comer, Alex volvi a caminar y descubri un tpico caf sobrela costa, donde permaneci un par de horas leyendo hasta que el simpticoencargado, un hombre achaparrado de piel aceitunada, con grandes bigotesnegros, empez a darle la lata. El sol pegaba fuerte y la humedad se habavuelto an ms intensa y fastidiosa.

    You are looking for a girl, aren't you? That's the reason why you left

    Italy! brome el encargado despus de haber escuchado el pobre ingls delmuchacho. Haba acertado de pleno las intenciones del muchacho.

    l no respondi y se limit a rer, volviendo la cabeza para contemplar el

    horizonte.

    De nuevo en la carretera, mientras estaba tratando de situarse sobre qurecorrido hacer para regresar al aeropuerto, Alex pas por delante de unhombre sentado a una mesita de madera en la acera.

    Italiano? Leer tu mano.No, graciasdijo Alex y sigui andando.Solo cinco minutos.No tengo tiempo, debo coger un vuelofanfarrone Alex sin detenerse.

    Tener todo tiempo del mundo. Tu vuelo hoy por la tarde, no antes.

    Alex se par y mantuvo la mirada al frente unos instantes. Luego volvi lacabeza lentamente sin decir palabra.

    T, inteligente dijo el hombre tratando de halagarlo. El pelo grisdesordenado, la ropa manchada, las piernas debajo de la mesita y las cartas

    ya entre las manos, listas para ser barajadas.

    As que soy inteligente? pregunt Alex, sarcstico. T lo sabestodo, eh?

    Yo saber todo. Coger una carta, vamos. Alex dud unos instantes, perola curiosidad se impuso. Esta dijo indicando al azar en el mazo. Sostener en tu mano, no ensear y no hablar.

    Era un rey de trboles, una carta plastificada y de dimensiones mayoresde las que Alex conoca, pero lo fascinante estaba en el dibujo. Pareca casims un tarot una baraja normal. El rey pareca mirarlo directo a los ojos.

    Yo ver a ti dando un grande salto. Ah, s? pregunt Alex,escptico.T, grande salto en laguna negra.

    Y seguro que t quieres dinero por estas revelaciones extraordinarias

    brome el chico, pensando que estaba desperdiciando su tiempo.

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    El vidente lo mir con una sonrisa enigmtica, luego sac una carta y sela mostr. Representaba un pequeo rectngulo blanco y negro cortado por unrayo amarillo.

    Todos nosotros en gran peligrocontinu. T, importante.

    Y t, borracho, pens Alex, pero no lo dijo. Luego se levant, aferr untirante de la mochila para acomodrsela en el hombro derecho y reanud sucamino.

    El vidente permaneci con la mirada fija delante de s, la misma sonrisaestampada en el rostro y la ceja izquierda arqueada. No sigui al muchachocon los ojos. Se limit a susurrar:

    Buen viaje, italiano, saludos de mi parte a muchacha de Melbourne.

    Alex se volvi de golpe. No poda saberlo. Eso s que no. Buscrpidamente con los ojos la mesita. Ya no estaba. Ni la mesita ni el hombre.

    Dnde diablos Mir en todas direcciones, pero todo habadesaparecido.

    Pero bueno. Cmo ha hecho para esfumarse tan deprisa? Sacudi lacabeza, luego se pas la mano por el pelo y sigui andando.

    Eran las seis de la tarde cuando lleg al aeropuerto. El despegue haciaMelbourne estaba previsto para las 21.35. Jenny estaba cada vez ms cerca yAlex arda en la espera. Trat de olvidar el episodio del vidente para no caer enfciles paranoias.

    Una vez en el aire, intent dormir para despertarse en el aeropuerto deTullamarine al da siguiente, pero su estado de excitacin aumentaba con elpaso de las horas. El vuelo pareca que no acababa nunca. Alex vio cuatropelculas seguidas, a cul ms aburrida, con un par de incmodos auricularesde Malaysia Airlines que le costaron cinco dlares. Tambin trat de continuarla lectura de la novela de Klavan. A pesar de que era apasionante ycautivadora, la mirada a menudo se le quedaba abstrada leyendo siempre lasmismas lneas. Imposible mantener la concentracin.

    A las 9.50 del 30 de noviembre de 2014, dos das despus de su partida

    de Miln, Alex aterriz en Melbourne.

    Encendi el mvil despus de haber pasado el control de aduanas. Elcolapso de llamadas perdidas estaba descontado: quince llamadas del nmerode su madre. Por un instante sinti pena por haber causado preocupacin alos suyos, luego apag nuevamente el telfono y lo meti en un bolsillo interiorde la mochila.

    Ya estoy aqu, pens en cuanto las puertas automticas del aeropuertose abrieron a su paso.

    Haba llegado. Estaba all.

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    A un paso de Jenny.

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    Jenny segua mirndose en el espejo. Despus de haber dormido poco ymal la noche anterior, hacia las ocho y media se haba dado un relajante baocaliente, perfumado y suavizado por la miel de almendras disuelta en el agua.Luego haba pasado media hora alisndose el pelo castao, habitualmenteondulado. Sus padres se haban marchado de casa a las ocho y en aquelmomento ya se hallaban en sus respectivos trabajos. Jenny les haba dichoque saldra una hora ms tarde debido a la ausencia de la profesora de ingls,pero en realidad, mientras sus padres la crean en la escuela, ella afrontaba eldilema de eleccin del vestido ms adecuado para el encuentro.

    Nunca haba estado tan emocionada y trataba de no pensar qu absurdoera todo.

    Se puso una de sus faldas preferidas, blanca y larga hasta la rodilla, conunas purpurinas que dibujaban sobre un lado la forma de un cometa. Luego,unas botas marrones y una chaqueta clara sobre una camiseta azul de mangacorta. Con el rabillo del ojo segua mirando el reloj de pared de su cuarto.Eran casi las diez. Alex ya deba de haber aterrizado, probablemente en aquelmomento se estaba dirigiendo hacia el punto de encuentro. El aeropuertoestaba a poco ms de treinta kilmetros de la playa, mientras que Jenny vivaa cinco minutos del muelle, pero haba decidido llegar con suficienteantelacin. Ya no caba en s de nerviosismo. Le era imposible permanecer en

    casa.

    Deba salir.

    La casa de los Graver se encontraba en Blyth Street, segunda calleparalela respecto de Esplanade, la carretera que bordeaba el ocano Pacfico.A pocos pasos de all, Pier Street conduca recta hasta el muelle de Altona.Superado el cruce con Queen Street, Jenny sinti que sus palpitacionesaumentaban de intensidad.

    Una bicicleta pas por su lado y enfil bruscamente Esplanade,

    hacindola dar un respingo de susto. Estaba tensa como una cuerda de violn.Respir hondo antes de cruzar la carretera.

    Frente a ella, el muelle.

    Haba llegado con anticipacin, lo saba perfectamente.Subi cuatro peldaos y se encontr en el Altona Beach Pier. Avanz

    unos pasos con las manos en las caderas, apoyndose de vez en cuando en labarandilla de proteccin, ms all de la cual el viento fresco levantaba yarrastraba la arena. Recorri toda la estructura de madera del muelle y al fin

    decidi regresar y sentarse en un peldao de la escalinata que bajaba a laplaya. Esperara all. Alex deba de estar cerca. Intent relajarse contemplando

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    la relajante visin de las olas del Pacfico. Lo haca a menudo cuandonecesitaba un momento de reflexin. Bajaba a la playa, se recostaba cerca dela orilla y se dejaba llevar por aquel sonido mgico, que la subyugaba y leestimulaba la mente.

    El corazn le lata a mil. Era casi la hora.

    El taxista que lo llev a Altona era un treintaero que no estuvo calladoun momento durante toda la carrera. Lo agobi con informaciones tursticas,mientras Alex no haca ms que mirar por la ventanilla limitndose a un gestode asentimiento de vez en cuando. Le hizo tambin algunas preguntas, queAlex eludi declarando que no entenda muy bien el ingls. En realidad en laescuela tena una media de siete y se las apaaba tambin en la conversacin,pero no tena ganas de perder el tiempo en chcharas.

    Hacia las diez y cuarenta el taxi gir a la derecha y enfil Esplanade,bordeando el ocano hacia el muelle. La vista de aquella enorme extensinazul encant a Alex.

    Ahora era cuestin de minutos.

    El coche se detuvo y el muchacho pag la carrera. El taxista le indic elmuelle con un gesto de la cabeza, pero l ya lo haba localizado por laventanilla.

    Misin cumplida. Alex atraves la carretera mientras el taxi volva aarrancar. La estructura del muelle estaba cercana. No quedaba ms quesuperar un puesto de helados con un letrero que pona ICE CREAMPARADISE. Mientras algunos muchachos se perseguan en bici a todavelocidad por el paseo martimo, Alex dej atrs el puesto y lleg al inicio delmuelle. A continuacin dio sus primeros pasos por Altona Beach Pier.

    Solo vio una figura masculina que vena a su encuentro. Ni rastro de una

    muchacha de su edad. Quiz Jenny an no haba llegado.

    Alex avanz titubeante. A su derecha, cerca de una farola, vio unaescalinata que bajaba del muelle a la playa. Se acerc y mir. Sentada en unpeldao haba una figura de espaldas, de largo pelo castao, contemplando elmar. Temeroso, con el corazn desbocado, Alex descendi el primer escaln.

    Luego cogi valor y la llam.Jen...Jenny?Su voz se rompa en su garganta. La figura se volvi de

    repente.

    What do you want? pregunt un chaval de pelo ondulado, largohasta la mitad de la espalda, mirndolo ceudo.

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    I'm sorry...se excus Alex.

    El chaval se levant y baj los peldaos hasta la playa. Alex lo observalejarse.

    Dnde ests, Jenny?

    A las once y cuarto Jenny comenz a pensar que quiz se habailusionado para nada. A fin de cuentas, cmo poda ser posible todo aquello?

    Quizs era de verdad una esquizofrnica. Quiz las voces que oa y las

    imgenes que vea eran el fruto de una enfermedad mental.

    Se le hizo un nudo en la garganta. En el muelle no haba rastro de Alex.Durante la espera se haba cruzado con un seor que llevaba de paseo a sulabrador, una pareja de treintaeros que iba de la mano, una viejecitaacompaada por una cuidadora y algunos muchachos que seguramentehaban hecho campana de la escuela, como ella. Ni rastro de Alex.

    Esper hasta las once y media, luego record las palabras del muchachodurante su ltimo dilogo. l haba conseguido establecer contacto con lanica fuerza de su voluntad. Ya no un ataque, como los primeros aos, ni un

    estado de trance imprevisto y pasivo, como en los ltimos meses. Haba sidouna verdadera llamada ordenada por su cerebro.

    Dnde ests, Jenny? pregunt en aquel momento una voz en sucabeza. Era Alex.

    El muelle se desvaneci y Jenny advirti nuevamente una vibracinpoderosa, una fuerza que la envolva y arrastraba como una barca en plenatempestad.

    Cerr los ojos y fij un punto en su mente. Cualquier otro pensamiento

    desapareci.

    Alexpens Jenny, tmida.

    De repente, el fragor de un trueno y el chirrido de un rayo semejante auna descarga elctrica.

    Un escalofro recorri a Jenny, que trat de cerrar los ojos pero no loconsigui. Permaneci inmvil mirando el ocano. En su cerebro empez aresonar el rumor de las olas que tena enfrente.

    Alex...

    Te oigo, Jenny.

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    Alex, dnde ests? No me digas que no existes, por favor. Ya he

    llegado. Existo. He venido hasta aqu, he venido por ti. Dnde ests? Estoy

    aqu, en el muelle.

    No es posible, Alex. Yo estoy en el muelle desde hace ms de una hora,

    no hay un alma en este embarcadero. Ests seguro de que ests en Altona,frente a Pier Street?

    S, Jenny. Estoy a unos diez metros de la carretera, en el primer tramo

    del muelle. Frente a m hay una farola, y a pocos pasos una escalinata que baja

    a la playa.

    Alex call, mientras en su mente naca un nuevo miedo.

    Respir profundamente. Tena miedo de perder el contacto de unmomento a otro.

    An me oyes?

    Alex, yo estoy enfrente de la misma farola, cerca de esa escalinata.

    Exactamente donde dices que ests.

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    Lentamente, Alex se dej caer en el suelo. Las ltimas palabras de Jennysiguieron resonando en su cabeza durante unos interminables segundos.

    Exactamente donde dices que ests...

    Se llev la mano a la sien derecha, donde senta un dolor agudo ypenetrante. Luego mir alrededor, confuso, guiando los ojos a causa de la

    jaqueca.

    El muelle estaba desierto en aquel momento. Al otro lado de laestructura, las olas comenzaban a encresparse a causa del viento, ahora msviolento y fro.

    Esto no tiene sentidodijo en voz alta. Lo repiti tres veces y aadi:

    Me estoy volviendo loco. Es la nica explicacin. Estoy perdiendo la cabeza yno quiero reconocerlo.

    Ech un vistazo a su mochila, abandonada en el suelo cerca de labarandilla. Alarg un brazo para acercarla y la abri. Con una mano hurg ysac el mvil del bolsillo interior, lo encendi y seleccion MARCO en laagenda.

    Su amigo estaba despierto, como siempre, a pesar de que eran las tres ymedia de la madrugada. Frente a l, los tres ordenadores encendidos y la dbilluz de una lmpara montada sobre la mesa de trabajo. Los neones azulessobre la pared estaban apagados para evitar que se sobrecalentaran.

    Perdname, Marco. Dormas? El tono monocorde fue un libroabierto para su amigo.

    Qu va, estoy pirateando un sistema. He conseguido entrar en el bancode datos de una cadena de videojuegos y si tenemos suerte conseguirhacerme enviar a casa el nuevo Call of Duty maana. Gratis, naturalm...

    Jenny no est lo interrumpi Alex. Estoy en el sitio en que noshabamos citado, pero ella no est.

    Quiz tuvo algn problema. A lo mejor est a punto de llegar.

    No, la cuestin es otra. Acabamos de hablarnos.Marco empuj hacia atrs la silla de ruedas y se alej de los ordenadores.

    Se detuvo cerca de una mesita sobre la que haba dejado una botella de aguamineral. Bebi unos sorbos mientras procuraba entender qu quera decirleAlex.

    Hablado... con la mente?

    S.

    Y qu ha dicho? Te ha explicado por qu no est ah?Exactamente lo contrario.

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    No te sigo.

    Alex mir alrededor, como temiendo que alguien lo oyera, pero soloestaban las olas que rompan bajo la estructura del muelle.

    Ella dice que est aqu, precisamente donde estoy en este momento.

    Marco se qued sin palabras. Desde la primera vez que Alex le habahablado de Jenny y aquellos extraos contactos no haba dudado de su buenafe y, sobre todo, de la salud mental de su amigo. Estaba convencido de que lostornillos de Alex estaban todos en su sitio. Pero, entonces, qu se escondadetrs de aquel fallido encuentro?

    Ella estaba all, o por lo menos le haba dicho a Alex que estabaexactamente en el sitio en que lo haba citado. Pero al parecer no haba nadie,solo un muelle desierto.

    Alex, te das cuenta de que lo que has dicho no tiene sentido?

    Por supuesto. Todo esto no tiene ningn sentido. Me estoy volviendoloco!Alex dio un puetazo en el suelo.

    Escchame. Intenta tranquilizarte. Debe de haber una explicacin.Dame diez minutos. Necesito verificar algo. Te devuelvo la llamada.

    Valedijo Alex, desconsolado.

    No te alejes, qudate all, ve a comer un bocata, chate en la playa,pero no tomes iniciativas hasta que yo te llame.

    Alex guard el mvil en el bolsillo, cogi la mochila y se dirigi a laescalinata que llevaba a la playa. Algunos chiquillos jugaban a la pelota a lolejos. Un hombre con un perro recorra el rompiente a paso rpido. Entoncescomprendi el significado de la frase leda en internet, cuando haba tecleadoel nombre del barrio y se haba encontrado ante un Sitio de viajes que pona:La zona ms tranquila de Melbourne, un oasis de relax.

    Buf y se recost sobre la arena, con los ojos perdidos en el cielo azul y

    lmpido. La jaqueca estaba pasando.

    Entretanto, Marco haba introducido una serie de palabras clave enSeeker y estaba esperando los resultados.

    Seeker era un programa de su invencin. Estaba destinado a convertirseen el software de bsqueda ms extraordinario del mundo, lo repeta siempre.Lo habra podido vender a alguna gran compaa y habra obtenido unmontn de pasta.

    Lstima que, de momento, fuera completamente ilegal.

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    El algoritmo sobre el que se basaba Seeker haca que su bsquedaatravesara varios niveles. Encontraba correspondencias en los foros, en losestados de Facebook, en los mensajes de Twitter, en los contenidos deMySpace y en todas las principales plataformas que utilizaban software parala interaccin entre los usuarios. Todo ello era comparado con los resultados

    de los principales buscadores y las ms fiables enciclopedias, adems dearchivos y bases de datos online. La idea bsica de este software era entrelazarlos contenidos on y off line, las experiencias no verificables con lasinformaciones seguras. Solo de este modo, segn Marco, era posible sondearlas infinitas posibilidades, llegar a hiptesis nuevas. Por tanto, el objetivo eraformular hiptesis, no buscar respuestas preconcebidas. Pero haba unazona de bsqueda, ciertamente la ms interesante y la que podaproporcionar las informaciones ms tiles, que no era exactamente respetuosacon la ley. Marco haba conseguido entrar en los bancos de datos de losprincipales administradores de telefona nacionales, y haba creado un

    algoritmo que cribaba todos los SMS intercambiados por los usuarios,buscando correspondencias. Que reviente la privacidad, deca siempre l.

    El procesador se puso a trabajar con los datos.

    Despus de menos de diez minutos la banda violeta que dominaba elcentro de la imagen alcanz el ciento por ciento y aparecieron los primerosresultados. La panormica comenz a llenarse de enlaces, listas bibliogrficas,nombre de autores. Marco comprendi que necesitaba ms tiempo paraanalizar y seleccionar todas aquellas informaciones. Haba aadido algunos

    inputs posteriores para empezar a eliminar las correspondencias menos tiles.

    Cogi el mvil y envi un SMS a su amigo:

    HAY MATERIAL, TENGO QUE PENSAR. VE A PASEAR UN POCO,

    COME ALGO. HABLAMOS MS TARDE.

    Alex ley el mensaje y comprendi que no tena alternativa. Ahora que latensin se haba aflojado un poco, se percat de que estaba hambriento. Enun primer momento los acontecimientos le haban cerrado el estmago. Pero

    ya haba pasado el medioda y el consejo de su amigo le pareca razonable. Seencamin por la Explanada en la direccin por la que haba venido el taxi.

    Pas por delante de un par de bares. Luego divis el letrero de unrestaurante. Se llamaba Steak Mex y tena todo el aire de ser un sitio donde sepoda comer excelente carne a precios desorbitados. A pocos pasos, un puestode pizzas al corte era ms apropiado para su caso.

    Se sent en una mesita a la sombra y apoy la mochila en una silla. Pidiuna racin de pizza y una de croquetas. Mientras esperaba apoy los codossobre la mesa y se cogi la cabeza entre las manos, refugindose en aquel

    rincn de soledad hasta la llegada del camarero.

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    Al otro lado del mundo, Marco imprima pgina tras pgina, comprobabapargrafos, procesaba nuevos datos en el ordenador, tomaba notas en un blocde DIN A4 cuadriculadas. Senta estar acercndose a una explicacin, por msque fuera increble, de lo ocurrido a Alex. Ya se haba hecho una idea, solo lequedaban por verificar algunas informaciones. Todo ello poda no tener un

    fundamento verosmil, poda parecer surreal, por no decir paranormal, pero lapista llevaba en esa nica direccin. Puesto que su amigo no sufra deproblemas mentales, haba una sola respuesta a todo aquello