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8/3/2019 Una Lectura de Pedro Paramo.1
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Historia y mito
Las 159 pginas de Pedro Pramo son atravesadas por nimas en pena,caballos desbocados, prfugos que regresan a su atroz punto de partida.Territorio donde los tiempos y las identidades se diluyen, la novela sigueel curso circular del mito; nada lineal puede pasar en ella porque sus
personajes han sido expulsados de la Historia; encarnan "un purovagabundear de gente que muri sin perdn y que no lo conseguir deningn modo".
El dominio de Comala es refractario a lo que viene de fuera, quien pisasus calles se somete a una temporalidad alterna, donde los minutospasan como una niebla sin rumbo; los personajes, muertos a medias,carecen de otra posteridad que la queja, los rezos y murmullos con losque buscan salir de ese daino portento, merecer el polvo que ahoguesus palabras, guardar silencio, morir al fin.
Juan Preciado llega al pueblo de Comala en busca de su padre, el caciquePedro Pramo. Muy pronto, advierte que el sitio responde a otra lgica;en la pgina 13, avista a un primer espectro: "al cruzar una bocacalle viuna seora envuelta en su rebozo que desapareci como si no existiera".
Los fantasmas de la novela se han apoderado incluso de sucontraportada. La edicin del Fondo de Cultura Econmica, en suColeccin Popular, incluye una annima sentencia entre comillas: "Uncuarto de siglo bast para situar a Pedro Pramo como `la mxima
expresin que ha logrado hasta ahora la novela mexicana' ". Quinpronuncia el elogio? De dnde viene la cita? Aunque se est de acuerdocon ella, sorprende que caiga sin razn ni porqu. El mundo rulfiano haproducido un curioso efecto secundario: avalado por un espectro, elautor recibe un trato de figura legendaria, cuyos mritos sonindiscutibles y, por lo tanto, no necesariamente demostrables. Lamitificacin de Rulfo, el nfasis en la obra lograda como de milagro, almargen de las arduas preocupaciones tcnicas del novelista, haimpedido, entre otras cosas, que Pedro Pramo sea entendida como uncaso de literatura fantstica. En esta oficiosa lectura, el autor es
separado de sus invenciones; se difumina como subproducto de unatradicin tan rica que no requiere de explicacin. Comala y sus muertosse imponen como un triunfo telrico: deciden ser escritos.
Augusto Monterroso se interes en los fantasmas rulfianos con el doblepropsito de subrayar su calculada condicin ilusoria y de explicar porqu no suelen ser vistos como personajes fantsticos: "En su humildad,no tratan de asustarnos sino tan slo de que los ayudemos con algunaoracin a encontrar el descanso eterno. Sobra decir que son fantasmasmuy pobres, como el campo en que se mueven, muy catlicos,
resignados de antemano a que no les demos ni siquiera eso. En pocaspalabras, lo que ocurre con los fantasmas de Rulfo es que son fantasmas
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de verdad. Significa eso que les neguemos tambin este ltimoderecho, el de pertenecer al glorioso mundo de la literatura fantstica?".
En el desierto todo ocurre por excepcin; sus terregales slo producenhistorias cuando alguien se pierde por ah. Es en esta regin donde Rulfoubica sus fantasmas. Las mansiones recargadas de utilera estimulan la
imaginacin gtica: el desvn con bales y telaraas, alumbrado por uncandelabro de seis bujas, exige un espectro en su inventario. Por elcontrario, Rulfo trabaja en una zona vaca; sus escenarios no pueden serms dismbolos que los de Poe, Wells o Lovecraft (participa de la crudadesnudez de Hamsun o Chejov); sin embargo, en esas tierras pobres creaun mundo desaforado donde las nimas en pena no son recursos decontraste (el monstruo tonificante conque Lovecraft busca recuperar laatencin de sus lectores) sino la nica realidad posible. El proceso deextraamiento, esencial a la invencin fantstica, se cumple en el mscomn de los territorios. En una corriente proclive al artificio (la mquinadel tiempo, la estatua que cobra vida, el robot inteligente) o a lassingularidades fisiolgicas (la prdida de la sombra, la aparicin de undoble, el sueo proftico), Pedro Pramo se presenta como un drama dela escasez donde los aparecidos apenas se distinguen de las sombras. Nohay efectos especiales: la gente cruza la calle como si no existiera.
En su construccin y, sobre todo, en su criterio de verosimilitud, lanovela se aproxima a Barn Bagge, de Alexander Lernet-Holenia. Enambos casos, el protagonista enfrenta seres reales cuya nicapeculiaridad consiste en haber muerto o, para ser ms precisos, en habermuerto sin llegar al ms all. Mediada la trama, tanto el jinete delimperio austro-hngaro como Juan Preciado hacen un segundodescubrimiento: si estn rodeados de espectros es porque tambin ellospertenecen al limbo de quienes se alejan de la vida sin alcanzar lamuerte.
Pedro Pramo no pretende ser una novela histrica; sin embargo, la ideade la Historia es un elemento decisivo en su elocuente laberinto. Losalrededores de Comala llevan los apropiados nombres de Los Confines oLa Andrmeda; ah, la Historia sigue su curso. Al pueblo llegan ecos delmundo inverosmil donde los acontecimientos son posibles. LaRevolucin Mexicana (1910-1920) y la primera Guerra Cristera (1926-1929) son los crculos externos de la trama. Con calculado oportunismo,Pedro Pramo apoya causas contradictorias que contribuyen a su fortunapersonal. La Historia alcanza a Comala como las ondas de un sismoremoto; sus efectos son desastrosos; sus motivos, inescrutables. Lospormenores importan poco; las revueltas llegan como una sola confusinde plvora; los villistas regresan convertidos en carrancistas y el caciquese aprovecha de todos ellos.
El tema de Rulfo no son los acontecimientos sino su reverso, los hombresprivados, no slo de posibilidad de elegir, sino, de manera ms profunda,
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de que algo les ocurra. Al margen del acontecer, los fantasmas rulfianostrazan su ruta circular. A propsito del tiempo sin tiempo de la novela,escribe Carlos Fuentes: "Recuerdo dos narraciones modernas que demanera ejemplar asumen esta actitud colectiva en virtud de la cual elmito no es inventado, sino vivido por todos: el cuento de WilliamFaulkner, `Una rosa para Emilia', y la novela de Juan Rulfo, Pedro Pramo.En estos dos relatos, el mito es la encarnacin colectiva del tiempo,herencia de todos que debe ser mantenida, patticamente, por todos".
Ajenos al devenir, los personajes de Rulfo viven la hora reiterada delmito. Para que algo transcurriese, para que el pasado quedara "antes",tendran que abandonar su exilio atemporal. Estamos, como sugiere JulioOrtega, ante "un tiempo que da la vuelta" donde los muertos en vidacarecen de presente y slo disponen de un "pasado actual".
La discontinuidad narrativa no conduce a una historia que debe ser
"armada" por el lector, sino a un plano en el que todo sucede desdesiempre. Pocas acciones se cuentan dos veces; sin embargo, lacircularidad se insina con fuerza: todo instante es repeticin.
Al referirse al desenlace de las aventuras, Fernando Savater escribe: "Lamuerte acaba, pero la vida sigue: ntese que no sabramos decir `lamuerte sigue'. La frmula que clausura los cuentos en alemn, nosrecuerda Benjamin, es: `y si an no han muerto, es que viven todava' ".En Pedro Pramola muerte es una expresin de la continuidad. Lamiseria que aniquila a los habitantes de Comala, su despojo irreparable,
depende de su imposibilidad de entrar al tiempo. La dimensin polticade Pedro Pramo es especficamente literaria: la historia de quienes nopueden tener Historia.
La muerte deseada
En el relato "El cazador Gracchus", de Franz Kafka, la muerte no espercibida como una amenaza sino como una liberacin, la formadesesperada de abandonar una realidad daina. En consecuencia, elcastigo del protagonista consiste en no alcanzar nunca el exterminio. El
cazador, que siega las vidas de sus presas con deportiva pericia, sufreuna inversin radical de su oficio y es condenado a no acabarse de morir.Tambin Rulfo concibe una infranqueable aduana al ms all, en lacuerda de la festhaltende Strasse de El proceso, la calle que retiene asus transentes, donde "avanzar" y "salir" se vuelven trminoscontradictorios. En Pedro Pramo el nico trmite salvador sera lamuerte, pero las vctimas no tienen quien pida por ellos. Rulfo otorga ungrave peso moral al perenne deambular de sus espectros: "Estnnuestros pecados de por medio"; la errancia entre la vida y la muerte esla penitencia por la cada; sin embargo, no hay el menor sentido de la
justicia en esta condena: todos, por igual, han sido sentenciados, sinapelacin posible. Lo nico que podra salvar a las vctimas sera que unvivo rezara por ellos. En este libro de los muertos se reconoce la
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existencia de los vivos, pero ninguno "est en gracia de Dios". Si Kafkaexplora el totalitarismo en los niveles ms ntimos de la vida (losfuncionarios que llevan la ley a la cama del ciudadano), Rulfo se adentraen el totalitarismo de la religin y registra los numerosos remedios de laIglesia catlica como renovadas formas del sufrimiento.
En un ensayo precursor, Jos de la Colina seal el papel emblemticode la pareja incestuosa que encuentra Juan Preciado. Los hermanos hanestado en Comala "sempiternamente". Desnudos, lujuriosos, se entregana su pasin pero son incapaces de procrear; su falta de fertilidad, comola del pueblo entero ("todo se da, gracias a la Providencia; pero todo seda con acidez"), dimana de su impureza. Sin embargo, la religin sirve depoco para paliar las culpas. Incluso los profesionales de la fe estninermes. El padre Rentera no puede conciliar el sueo y repite losnombres de los santos como quien cuenta borregos, pero este reiterativosantoral ni siquiera concede el milagro de aburrir. Cuando el obispoencara a los hermanos incestuosos, lanza una punitiva consigna bblica:"Aprtense de este lugar!". El veredicto es intil: nadie puede serexpulsado de ese infierno. Si Dostoyevski y Tolstoi intentan unadepuracin del cristianismo, llegar a modos ms genuinos de laexperiencia religiosa, Rulfo construye un presidio intensamente catlico:sus personajes creen con una autenticidad estremecedora, pero no lessirve de nada. El crculo no tiene salida y la esperanza se convierte enuna variante cruel de la irona. En palabras de Carlos Monsivis: "Un ejedel mundo rulfiano es la religiosidad. Pero la idea determinante no es el
ms all sino el aqu para siempre". Las plegarias no atendidas son elraro combustible que mantiene a los personajes fijos, abandonados a susuerte, en un instante que sucede sin principio ni fin.
Ruidos. Voces. Rumores
El tema del viaje es esencial a la imaginacin rulfiana; muchas de sustramas son pasajes de traslado (la peregrinacin en "Talpa", la huida en"La noche que lo dejaron solo", la persecucin en "El hombre", laextenuante caminata en "No oyes ladrar los perros?", el recorrido rumboa "Luvina"). La primera persona que encuentra Juan Preciado es un sermovedizo, el arriero Abundio Martnez, alguien que comunica realidadesdistantes con su recua de mulas. Abundio Martnez abre y cierra el relato,es el centinela que le otorga circularidad.
El trmite del traslado prepara al lector para el asombro; sin embargo, elrecurso decisivo para aceptar la realidad desplazada de Comala es otro:Juan Preciado no conoce a nadie en el pueblo, pero todos lo reconocen.En casas sin techo y patios barridos por la niebla escucha a los extraosque dicen frecuentarlo "desde que abri los ojos". El desacuerdo entre lamirada del narrador y sus testigos, la desesperante autenticidad ajena(la vida atribuida al protagonista, fidedigna e irreconocible), es uno de losmayores logros de la novela. El drama del desconocimiento adquiere as
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una legalidad propia, la fuerza perturbadora de lo que slo puede sercierto de ese modo.
El ttulo provisional de la novela, Los murmullos, es inferior al telrico dePedro Pramo, el patriarca de la reproduccin estril, generador de todoslos fantasmas. Sin embargo, Los murmullos alude en forma ms clara a
la tcnica de la novela: aturdido por la galera de voces, Juan Preciadopierde su identidad. En la pgina 74, justo al centro de la trama., seconvierte en otra alma en pena que susurra: "me mataron losmurmullos". La historia iniciada por Juan Preciado prosigue en las vocescolectivas; los muertos adquieren cabal autonoma y el narrador sedisipa entre sus sombras. No es de extraar que abunden las palabrassueltas, dichas por gente ilocalizable. En este tejido de frasesindependientes, un grito atraviesa la noche: "ay vida, no me mereces!"o alguien canta: "mi novia me dio un pauelo / con orillas de llorar...".Quin habla? "Ruidos. Voces. Rumores", responde el narrador.
Cuando Preciado "muere" y se convierte en otro heraldo sin cuerpo, lanovela rompe su ltima atadura con el mundo exterior: Comala es ya unespacio separado de su entorno; lejos, muy lejos, quedan Los Confines.Estamos en un territoro escindido, un exacto mecanismo de autarquanarrativa, la obra coral que sepulta a Juan Preciado, el emisario quevena de fuera.
El habla de Pedro Pramo ha dado lugar a discutibles elogiosantropolgicos. Para ciertos amigos del folklore, los mayores mritos de
la novela son documentales: Rulfo "capt" el lenguaje de los Altos deJalisco y la integr sin prdida a su obra. Esta interpretacin se funda enla idea de que un texto literario es significativo por lo que comunica msall de la ficcin. La lectura antropolgica convierte al narrador en unhbil taqugrafo del lenguaje coloquial y en un misionero polticamentecorrecto que otorga voz a quienes no la tienen. En ambos niveles, laoperacin intelectual de Rulfo es mucho ms compleja: reinventa elhabla rural de Mxico y crea una alegora sobre la expulsin de laHistoria. Su territorio se transforma en un orden simblico, unacartografa que parece ms autntica que su modelo.
Ningn campesino ha hablado como personaje de Rulfo, pero pocosdilogos parecen tan "autnticos" como los de Pedro Pramo. Esteespejismo de la naturalidad depende de numerosos recursos: el reciclajede arcasmos ("si consintiera en m"), la poesa dichapor error("t quetienes los odos muchachos"), las tautologas casi metafsicas ("Estoprueba lo que te demuestra" o "Si yo escuchaba solamente el silencio,era porque an no estaba acostumbrado al silencio").
Ciertos dilogos logran un veloz teatro del absurdo:
Vyase mucho al carajo!
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Qu dice usted?
Que ya estamos llegando, seor.
Los nombres de las plantas tambin revelan una caprichosa eleccin.Juan Rulfo no busca claveles ni margaritas; en su huerto crecen
saponarias, capitanas, arrayanes, flores de Castilla, hojas de ruda, losparasos que rozan la piel de Susana San Juan.
En una regin desrtica, las flores brotan como exiguos dogmas de labelleza. Los pasajes lricos de la novela, que generalmente se refieren aSusana San Juan y a los recuerdos de juventud de la madre de JuanPreciado, dependen de un peculiar sentido de la escasez. Comala haacostumbrado a los suyos a tal calor que los que se van al infiernoregresan por su cobija. Slo en los recuerdos de las mujeres sopla unviento oloroso a limones. En este paraje yermo, agotado, basta el brote
de una hoja o la mencin del agua para lograr un efecto estremecedor. Ellirismo de Rulfo cautiva por la pobreza de los trminos comparados; enComala, una boca se sacia si le dan "algo de algo". Del mismo modo enque el asombro del oasis depende del vasto desierto que lo rodea, enesta saga del polvo un abrojo o un tallo endeble son ya imgenes de lafertilidad, paisajes del deseo: "Ver subir y bajar el horizonte con el vientoque mueve las espigas, el rizar de la tarde con una lluvia de triples rizos.El color de la tierra, el olor de la alfalfa y del pan. Un pueblo que huele amiel derramada...". De manera dramtica, esta inslita evocacin de unatierra prdiga slo existe como pasado. El presente es un magro
recordatorio: "Aqu, como t ves, no hay rboles. Los hubo en algntiempo, porque si no de dnde saldran esas hojas?". Comala es unpueblo de residuos: almas sin cuerpos, hojas sin rboles, nombres sinrostros. Esto ltimo resulta decisivo para enrarecer la atmsfera; en otranovela de la misma brevedad sera abrumador que tantos personajessecundarios tuvieran nombre propio. En cambio, el inmenso reparto dePedro Pramo, los sonoros nombres que Rulfo encontraba en las lpidasde los panteones (Damiana Cisneros, Eduviges Dyada, Fulgor Sedano,Toribio Aldrete), contribuye a la sensacin de asfixia: el pueblo sin nadieest sobrepoblado.
El estilo rulfiano depende, en buena medida, de su sistema derepeticiones. El narrador junta palabras como guijarros pobres. Elprocedimiento alcanza peculiar elocuencia en un pasaje sobre laentonacin; los verbos y sustantivos se reiteran como una partituraminimal: "Oa de vez en cuando el sonido de las palabras, y notaba ladiferencia. Porque las palabras que haba odo hasta entonces, hastaentonces lo supe, no tenan ningn sonido, no sonaban; se sentan; perosin sonido, como las que se oyen durante los sueos". Las frases semuerden la cola y forman anillos de polvo: "jugaba con el aire dndolebrillos a las hojas con que jugaba el aire" o "entonces ella no supo deella".
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En una trama de espectros, donde todo se disipa y difumina, laverosimilitud depende, en buena medida, de una percepcin indirecta.Comala es un campo de efectos diferidos, resonancias, visionesnubladas.
Los sentidos ms presentes en la novela son la vista y el odo; el olfato
es una nostalgia; el tacto y el gusto carecen de oportunidad en un pueblosin presente. La atmsfera fantasmtica dimana de la vaguedad visual yauditiva. Nada se percibe en primera instancia; Juan Preciado ve elentorno filtrado por tinieblas, humo, un crepsculo que se confunde conel alba, y escucha ecos, pasos, rumores. La imprecisin de la vista y elodo se confunden en una expresin cardinal:"el eco de las sombras". Elsonido y la imagen son la misma bruma.
Novela fronteriza, Pedro Pramo prefiere los claroscuros y lleva laindefinicin al sexo: "yo soy tambin su padre, aunque por casualidad
haya sido su madre". Antes de ser ahogado por los murmullos, JuanPreciado sostiene este dilogo:
Dices que te llamas Doroteo?
Da lo mismo. Aunque mi nombre sea Dorotea.
La ambigedad de gnero refuerza la sensacin de estar en un entornodescolocado. El sentido de lo fantstico depende de la nocin de lmite, yde sus sutiles transgresiones. Pedro Pramo se propone como un juego
limtrofe, para ser ledo desde los bordes, el mundo exterior al que novolver nuestro emisario en la novela, Juan Preciado.
Esta cuidada estrategia de sonoridades desemboc en un gesto estticotan clebre como la propia obra rulfiana: el silencio. Al escribir sobreRimbaud, Flix de Aza observa que la trayectoria del poeta "estindisolublemente ligada a un acontecimiento que la determina de unmodo absoluto: el silencio". As como la poesa de Hlderlin tiene suprolongacin lgica en la locura, la de Rimbaud presupone la renunciadefinitiva a lo potico. Despus de crear una perfecta alegora de la
pobreza y el despojo, Rulfo dio un paso acaso inconsciente yseguramente desgarrador, pero en clara concordancia con su esttica: lasaga del polvo y la esterilidad no poda tener mayor caja de resonanciaque el silencio.
Los dioses obligados
Cmo salir de la repetida tortura de Comala? Para llegar al ms all, alreposo eterno, los personajes rezan por su suerte y, sobre todo, buscanque un vivo rece por ellos. La religin es una lucha desaforada y estril
en la que combaten los creyentes; el propio padre Rentera habla de losruegos como de una contienda (la peticin de un milagro compite, noslo contra la indiferencia divina, sino contra los rezos que se le oponen:
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la fe es una pugna de iniciativas y el pecado se sanciona de acuerdo conlas presiones que se ejercen sobre el cielo. Este voluntarismo recuerda laidea del sacrificio de los pueblos prehispnicos: mediante las ofrendas,los dioses son obligados a cumplir).
Pero en Comala no hay otro poder que el del patriarca: "todos somos
hijos de Pedro Pramo". La parodoja de esta paternidad sin freno es queconduce a la sequa. A medida que el cacique se apodera de ms tierrasy ms mujeres, la regin se transforma en un yermo.
Nada escapa a los actos del cacique, incluso el desierto representa unsaldo de su voluntad. Pedro Pramo es el artfice del polvo; el "padre detodos" vive entre mujeres secas, que suean que dan a luz una cscara.Tierra sembrada de fantasmas, Comala se ajusta a la definicin quePessoa hace del hombre y su intil heredad: Pramo es un "cadveraplazado que procrea". Sin embargo, no es un arquetipo del autcrata
como Tirano Banderas, un esperpento sin fisuras que rumia sus odioscon prolija teatralidad. Dos tragedias lo hacen vulnerable, la muerte desu hijo Miguel y la prdida de la nica mujer que am.
Susana San Juan es el reverso de los dems personajes del libro; seopone a la lgica del lugar (sus ojos se atreven a negar lo que ven) yderrota a Pedro Pramo. Rulfo trabaja un tema predilecto de Faulkner: elpoder vencido por la locura. En estas bodas de la violencia y el delirio,Pramo se obsesiona por la mujer que no entiende: "Si al menos hubierasabido qu era aquello que la maltrataba por dentro, que la haca
revolcarse en el desvelo, como si la despedazaran hasta inutilizarla".Susana representa la proximidad del mar, la negacin del desierto, elcontacto con una mente indmita, revuelta, todo lo que no es Comala.Siempre ausente, hmeda y lejana, Susana es un horizonte inaccesible,la vida que debe estar en otra parte.
Desplazada por la fuerza, Susana enloquece y se sobrepone a la opresivarealidad de Comala desentendindose de ella. En su descalabro arrastraa Pedro Pramo. Ante la prdida amorosa, el cacique demuestra que sunegligencia puede ser peor que su tirana. Se cruza de brazos y el pueblo
se hunde. En su ltima escena, el libro narra la emblemtica cada dePramo, desmoronado "como un montn de piedras".
Los orgenes de Pedro Pramo ya pertenecen a la hagiografa y unaescena cannica se repite entre los feligreses. En una mesa de ping-ponghecha por Juan Jos Arreola (con la famosa laca china que garantizaba elbote de 17 centmetros), Juan Rulfo despleg las cuartillas que habaescrito en desorden. Su idea original consista en escribir una tramalineal y en las discusiones con Arreola decidi integrar un todofragmentario, urdido con yuxtaposiciones y escenas contrastadas como
los vidrios rotos de un caleidoscopio. Escenario donde mana un tiempodetenido, un pasado siempre actual, Pedro Pramo slo poda concebirsecomo un continuo de prosa interrumpida.
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Arreola se ha referido a la nocin de rendija como estructura dominantedel mundo rulfiano; todo es entrevisto por visillos, grietas, huecos. Lasvoces y los tiempos narrativos se reparten en trozos cuya unidad virtualdepende del lector. Incluso los blancos tienen una funcin expresiva,denotan la actividad de quien est fuera del texto y debe cargarlo desentido. Quienes permanecemos al margen, an vivos, miramos por losintersticios. La forma del libro es su moral estricta: desde la Historiaespiamos a sus expulsados.
En la ltima definicin que intenta del hombre, Hamlet da con unafrmula que impide toda grandilocuencia: "este polvo quintaesencial".Los espectros de Juan Rulfo estn hechos de la arena que el vientoempuja en los desiertos. Pobres a un grado innombrable, se sabencondenados: los que estn fuera, al otro lado de la pgina, nunca harnlo suficiente.
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ANLISIS DE PEDRO PRAMO
La accin de la novela se inicia con el motivo de la bsqueda, hecho mito
en la narrativa mexicana: el hijo natural que parte a encontrarse con su
padre:
"Vine a Comala porque me dijeron que ac viva mi padre, un tal Pedro
Pramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le promet que vendra a verlo en
cuanto ella muriera. Le apret sus manos en seal de que lo hara; pues
ella estaba por morirse y yo en un plano de prometerlo todo".
O, como dice Carlos Fuentes, "ese joven Telmaco que inicia la contra-
odisea en busca de su padre perdido ".
El relato personal del narrador personaje, Juan Preciado, le confiere a lanarracin esa sorprendente objetividad que ella presenta; objetividad
lograda, esencialmente, a travs de dos tcnicas narrativas: el monlogo
interior directo y el dilogo. Ambos mtodos narrativos se conjugan
plenamente con la sensibilidad adquirida por el lector contemporneo
ms acostumbrado a "ver" narrar que a "or" narrar; "lo que en definitiva
quiere decir que el autor. El autor al limitarse a narrar desde fuera (3
persona recuerde querido lector) a narrar objetivamente, por, situaciones
dadas, se
niega a s mismo toda posibilidad de analizar, juzgar, recomponer o
comentar la conducta de sus personajes (interesante no?). Al igual que
todos los personajes de Rulfo, la figura de este narrador aparece
desposeda de toda descripcin fsica que permita
al lector identificarlo en determinado momento de la narracin. Ms an,
su nombre solo lo conocemos al promediar la mitad de la novela donde
nos enteramos que su relato es el relato de un muerto a otro muerto: de
Juan Preciado a Dorotea.
El grado de conocimiento que ostenta este narrador en relacin al mundo
narrado queda reducido a los recuerdos de su madre reproducidos en su
conciencia. Recuerdos que se identifican, por un lado, con el carcter
ednico de Comala. En este sentido,
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asistimos, tal como lo haramos cmodamente sentados en la butaca del
cinematgrafo, a la representacin del "pasado" y del
"presente" de Comala.:
"Hay all, pasando el puerto de Los Colimotes, la vista muy hermosa de
una llanura verde, algo amarilla por el maz maduro.
Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra, iluminndola
durante la noche".
" Llanuras verdes. Ver subir y bajar el horizonte con el viento que
mueve las espigas, el rizar de la tarde con la lluvia de triples
rizos. El color de la tierra, el olor de la alfalfa y del pan. Un pueblo que
huele a miel recin derramada "Es el pasado que emerge en su condicin paradisaca en la conciencia de
este narrador a travs de los recuerdos de Dolores, su
madre. Es el Cmala de "ayer" perdido en la lejana del tiempo y en la
vaguedad de los recuerdos. Pero, frente al pueblo vvido
en la frgil consistencia de un recuerdo, el narrador nos presenta su
experiencia real y concreta; su contacto directo con la
realidad de Cmala. Es el "hoy":
"Ahora estaba aqu, en este pueblo sin ruidos. Oa caer mis pisadas sobre
las piedras redondas con que estaban empedradas las
calles. Mis pisadas huecas, repitiendo su sonido en el eco de las paredes
teidas por el sol del atardecer".
Es el "presente" hecho de ecos. Un pueblo situado "sobre las brasas de la
tierra, en la mera boca del infierno". De suerte que,
"como el director de cine, el novelista se permite ahora situar su cmara
donde mejor le parece y variar continuamente su
posicin para mostrarnos la vida de sus personajes bajo un incidencia
imprevista, desde muy cerca o muy lejos, hacindonos ver
una escena tan pronto por los ojos de los protagonistas, como por los de
los otros, y todo ello conservando la continuidad
esencial a toda narracin, sea impresa o filmada".La figura de
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Pedro Pramo
, elemento ms etreo an para la conciencia de este narrador que la propia imagen
de Cmala. De
su padre solo conoce su nombre, el lugar donde encontrarlo y ese
constante "el olvido en que nos tuvo, mi hijo, cbraselo caro".
Pero el narrador, compartiendo absolutamente nuestra perspectiva,
conoce la historia misma del cacique de Cmala al mismo
tiempo que nosotros. Y no podra ser de otra manera; l, Juan Preciado-
narrador, est rehaciendo junto con nosotros la historia
de su padre y su cacicazgo; intenta, como nosotros, aprehender la
historia, tener una conciencia reflexiva sobre ella pero, aligual que nosotros, no la tiene. Carece de una conciencia reflexiva
porque est "metido" en la accin; su papel detectivesco que
es el mismo nuestro- va a concluir solo cuando los hilos de la fbula,
esparcidos desordenadamente por los distintos rincones del
mundo de la novela, puedan ser comprendidos y percibidos en su propia
coherencia interna (el autor busca que vayamos en la
misma posicin que Juan Preciado)
Les parece un parntesis? (A Juan Rulfo cuando se le pregunt por la
temporalidad de la novela Pedro Paramos el
respondi:"Imagin al personaje. Lo vi. Despus, al imaginar el
tratamiento, lgicamente me encontr con un pueblo muerto. Y
claro, los muertos no viven ni en el espacio ni en el tiempo. Me dio
libertad eso para manejar a los personajes indistintamente.
Es decir, dejarlos entrar, y despus que se esfumaran, que
desaparecieran") (Meza: 2002)
Vida del autor
El mexicano Juan Rulfo (1918-1986) figura, a pesar de la brevedad de su
obra, entre los grandes renovadores de la narrativa
hispanoamericana del siglo XX. De formacin autodidacta, trabaj como
guionista para el cine y la televisin. Con slo dos
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obras de ficcin publicadas -el libro de relatos El llano en llamas y la
novela Pedro Pramo-, ha ejercido una decisiva influencia
en la literatura en castellano del ltimo medio siglo. En 1983 recibi el
premio Prncipe de Asturias de las Letras.
Pedro Pramo se public en 1955, dos aos despus de los relatos de El
llano en llamas. En el arranque de la novela, Juan
Preciado promete a su madre en el lecho de muerte ir en busca de su
padre, Pedro Pramo, un pequeo cacique pueblerino a
quien no conoce. El olvido en que nos tuvo cbraselo caro le dice ella,
y Juan parte hacia Comala, un pueblo mtico que es el
verdadero protagonista de estas pginas. All, envuelto en una tierravieja que est sobre las brasas de la tierra, en la mera
boca del infierno, se encontrar con las voces de la memoria de
personajes de ensueo, que irn tejiendo una historia de
deseos y pasado, de muertos y visiones irreales, que abarca desde
mediados del XIX a las revueltas cristeras de comienzos del
XX. Anclada en terreno firme, la novela se dispara en mltiples
direcciones rompiendo el tiempo, confundiendo realidad y
alucinacin, fundiendo violencia y lirismo con sus conversaciones
entrecortadas. Entre espectros, la desolacin de Comala hace
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realidad ese valle de lgrimas que compone la geografa universal del
dolor, llena de ecos, violencia y aire envenenado.
Pedro Pramo supone un impresionante ejemplo de condensacin
narrativa. Rulfo vio la necesidad de que el autor
desapareciera y dejara hablar a sus personajes libremente, mediante una
estructura construida de silencios, de hilos colgantes,
de escenas cortadas, cediendo el turno al lector para que llene esos
vacos. Afn al realismo mgico, el ambiente de esta
historia se tie de soledad, fatalismo y mitologa.
A
nlisis de Jorge Volpi (Prlogo)La clebre lnea con que inicia la novela -Vine a Comala porque me
dijeron que ac viva mi padre, un tal Pedro Pramo-- posee
la fuerza proftica de las obras maestras. En efecto, Juan Preciado, el
narrador de la novela, no dice fui, sino vine: se dirige a
nosotros desde las profundidades de Comala. Todas las palabras que
estamos a punto de escuchar, ms que de leer, provienen,
pues, de los labios de un muerto. A Juan Preciado le parece que las voces
de los difuntos que va encontrando a su paso son como
rumores y murmullos, pero cuando l nos los comunica ya ha pasado a
formar parte de la nmina de fantasmas que lo rodean.
Empeado en rastrear la verdad, Juan Preciado pagar su osada con su
nica herencia, la vida. Justo a la mitad de la novela, tras
haber conocido a Doloritas, la vieja amiga de su madre, y haber
empezado a escuchar las voces de los antiguos habitantes del
pueblo, Juan aceptar su nueva condicin: Es cierto, Dorotea
-confesar-, me mataron los murmullos.
Al caer en la cuenta de esta verdad de ultratumba, es como si una
repentina amenaza cayera sobre nosotros: al igual que Juan
Preciado, de pronto comenzamos a escuchar voces, lamentos,
fragmentos de canciones -Mi novia me dio un pauelo, con orillas
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de llorar-, ecos de batallas y amoros, mensajes y advertencias que
surgen de la nada, aturdiendo nuestros odos y sealndonos
la proximidad de nuestra propia extincin. Como nuestro gua, nosotros
tambin empezamos a creer que las almas de los difuntos
estn ah, a nuestro lado, hablando con nosotros. De este modo, con su
sacrificio, el hijo de Doloritas y Pedro Pramo nos abre las
puertas de Comala para que podamos atisbar, durante unos minutos, esa
vasta e incognoscible porcin de la tierra a medio
camino entre la vida y la muerte. Slo entonces, cuando ya nos hemos
integrado con Juan Preciado en los confines de la muerte,
podemos presenciar la historia de su padre, el cacique Pedro Pramo, susexcentricidades y muestras de genio, su ntima tortura
y su desprecio por los otros, as como su rabiosa tristeza ocasionada por
la prematura muerte de su hijo Miguel y, sobre todo, por
el deceso de la nica mujer que am verdaderamente, Susana San Juan,
una especie de loca o visionaria, de esas inocentes
portadoras de la desgracia cuya estirpe se remonta a Helena y que
atraviesa toda la historia de la literatura hasta llegar a los
personajes dementes y luminosos de Faulkner. Y, con ella, aparecer
toda la nmina de personajes rulfianos -tan reales y
misteriosos como sus nombres-, dispuestos a conducirnos por su infausto
cautiverio.
Porque Comala, a diferencia de lo que muchos afirman, nada tiene que
ver con la Comala real -un pueblecito de casas
blanqusimas en el estado de Colima-, pero tampoco con el infierno. La
Comala de Rufo -l dice haber elegido el nombre por la
referencia al comal en el que se calientan las tortillas y, por tanto, a su
cercana al fuego- no es una metfora del inframundo o
del Hades; se trata, por el contrario, de algo peor: un sitio intermedio,
una orilla, una especie de trampa en la que algunas almas
continan penando, incapaces de encontrar consuelo o, de menos, lacertidumbre del castigo eterno. Como su cacique, Comala
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es un terreno baldo -no est de ms sealar que la primera traduccin
de The Waste Land de Eliot publicada en Mxico, y que
Rulfo seguramente ley, se titulaba justamente El Pramo-, una zona en
la que ya nada puede crecer, en la cual los vivos tampoco
son admitidos (de ah la necesaria muerte de Juan Preciado), y de la cual
tampoco es posible
escapar.
En realidad, en Comala no hay nadie, como se repite mucha.; veces a lo
largo de la novela, slo fragmentos de seres vivos,
lamentos y aullidos, retazos y piezas sueltas de sus antiguos moradores:
de ah que la potica elegida por Rufo para describirlasea la de la precariedad. No slo el estilo trata de acercarse una y otra
vez al silencio, no slo las frases cortas y desnudas son de
un arcasmo que nos remonta a los orgenes y, por tanto, a la nada, sino
que incluso el tiempo dislocado y la brevedad de los
pargrafos son otras tantas metforas de la dolorosa cortedad de la vida
y de la permanente amenaza del fin. Al leer Pedro
Pramo por primera vez, es como si un vendaval -el viento de la muerte-
hubiese arrancado pginas y episodios a un libro mucho
mayor: para recuperar el sentido de la historia, el lector debe realizar un
ingente esfuerzo para recolocar las partes, para rearmar
las historias particulares, para completar las vidas truncas de todos esos
muertos. Igual que Juan Preciado, al reconstruir Comala y
sus abismos, el lector les infunde nueva vida por un momento; as se
torna capaz de dialogar con calaveras y huesos, de volver a
escuchar sus palabras, de tener la momentnea ilusin de que la muerte
puede ser vencida o, al menos, detenida. Por desgracia,
al final no obtendremos ms que la confirmacin del
ciclo: una vez rota la ilusin, terminamos por enterarnos una vez ms de
la muerte de Pedro Pramo o, todava peor, volveremos
a matarlo con nuestra lectura, con nuestros intiles balbuceos, connuestros murmullos. La coincidencia con Muerte sin fin, de
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Jos Gorostiza, acaso el mayor poema largo del siglo XY mexicano, no
hace sino confirmar la profundidad de esta conviccin y este
desnimo. Al final, incluso el invencible cacique, dominado por el rencor
y la tristeza, no puede evitar desmoronarse como si
fuera un montn de piedras.
Aunque la obsesin mexicana por la muerte -su necesaria burla ante esta
conviccin inevitable- permea cada pgina de Pedro
Pramo, lo cierto es que la historia que se cuenta poda haber ocurrido
en cualquier otro lugar. A pesar de la fidelidad de Rufo al
lenguaje de los Altos de Jalisco, o a la recreacin de la historia completa
de un pueblo mexicano durante la poca revolucionaria,Comala podra estar en cualquier parte justamente porque no est en
ninguna. Su aridez y su soledad son universales. Desde
luego, nadie ms que un mexicano podra haberla escrito -nadie ms que
Juan Rulfo-, pero su mexicanidad no radica en el
folklore ni en el lenguaje, sino en su doble pertenencia a una doble
tradicin, local y universal, al mismo tiempo. Pedro Pramo es
una respuesta evidente y an ms: una liquidacin y una puerta abierta-
a la novela de la Revolucin mexicana, de Azuela a
Guzmn, y a la novela cristera, pero tambin representa un dilogo
igualmente fructfero con Kafka, Hamsun o Faulkner. Y, por
encima de ello, la propia novela no se plantea esta cuestin: todo aquel
que se atreve a leerla, como todo aquel que decide
adentrarse en Comala, no sale indemne de la experiencia. Tras haberla
ledo, tras haberla escuchado,
ahora nosotros tambin estamos contaminados con la muerte y ello,
acaso, nos